Por primera vez desde hace seis años, parece que los partidos independentistas vuelven a entenderse en la necesidad de volver al independentismo. El votante podría sentirse liberado ante este retorno precipitado a la sensatez. Pero nunca antes se ha puesto tan de manifiesto que para Junts, ERC y la CUP, la independencia no es más que el cebo para atraer votantes. Ante la abstención y sin la capital del país en el saco, la clase política independentista explotará el eje nacional desde los brotes de mala leche convergente y el eje social desde el miedo al fascismo para llevarnos al mismo lugar de siempre —Madrid— a pactar vete a saber qué con gente que solo se siente segura cuando nos ve agonizar. De aquí que toda estrategia tramada por los partidos independentistas desde las elecciones municipales, cada discurso y cada alegato espoleados por el pacto de Estado en Barcelona, sean una afrenta a la inteligencia de cualquier independentista.

Lo que ha pasado con Trias son los 'Pastorets' de la historia de Catalunya: los catalanes esperamos que, si moderamos nuestras ansias, el Estado nos ofrecerá una contrapartida justa

En perspectiva, la cosa está mejor que nunca y, paradójicamente, por eso está peor que nunca. No se puede confiar en un retorno motivado por dos factores ajenos a la estrategia y la voluntad de los partidos independentistas: el abstencionismo y el estado español haciendo de estado español en Barcelona. Trias se presentó para sellar el final del conflicto político y se ha tropezado con los actores españoles haciendo su trabajo con un mayor conocimiento sobre el ejercicio del poder. Lo que ha pasado con Trias son los Pastorets de la historia de Catalunya con España, la escenificación de como los catalanes esperamos que, si moderamos nuestras ansias, el Estado nos ofrecerá una contrapartida justa y proporcional. Y el Estado se aprovecha de nuestra rebaja para atarnos de pies y manos y explicarnos, otra vez, quién manda. Las municipales en Barcelona han sido Xavier Trias gritando "que soy compañero, coño", con las manos levantadas y recibiendo porrazos. No serás su compañero por muchas veces que te niegues a ti mismo, Xavier. Para los españoles siempre tendrás la herencia cultural incorrecta y hablarás la lengua equivocada.

La clase política independentista es el chico que se siente solo después de ignorarte meses y meses y te envía un mensaje porque hace tiempo que no sabe nada de ti

Después de haber renunciado a defendernos, ahora esperan que los defendamos. La clase política independentista es el chico que se siente solo después de ignorarte meses y meses y te envía un mensaje porque hace tiempo que no sabe nada de ti. En este caso, el mensajero es Gabriel Rufián hablando catalán como si no se hubiera pasado la legislatura haciendo de diputado por Murcia. Ahora enseñan carne —la barretina— esperando reunirnos bajo una falsa unidad independentista, una que no querían ni se esperaban —porque la ha forzado el Estado. Que todavía hoy, después de comprobar para quién trabajan los comuns, el director de la Escola d’Administració Pública de Catalunya culpabilice a los catalanes y su antipatía por el cordón sanitario etnicista barcelonés, es la más clara de las muestras. Que a Trias todo esto lo cogiera por sorpresa, también.

Lo volverían a hacer sin temblar, porque han entendido que para defender la unidad de España no se pide nunca perdón. No hace falta

Hace trescientos años que la política catalana es España contra Catalunya y hace trescientos años que los catalanes intentamos convencer a los españoles de que no hace falta que nos hagan desaparecer, que podemos colaborar, que no hay para tanto. Mientras el PSC maquinaba para desbancar a Trias, Junts y ERC pactaban alcaldías y diputaciones. Incluso después de la marranada en la capital, Trias defendía a Núria Marín, "una persona de palabra". Todavía hoy, Trias piensa que "los comuns y el PP tienen una obligación moral" con él porque en su día "lo intentaron destruir". Lo volverían a hacer sin temblar, porque han entendido que para defender la unidad de España no se pide nunca perdón. No hace falta. A pesar de tenerlo delante de las narices, a pesar de haber sufrido las traiciones de la gente por la que se quería hacer perdonar, Trias todavía aprovecha las chapucerías etnicistas del PSC, del PP y de los comuns para llamar a las urnas a los catalanes a los que abandonó en campaña por una poltrona. Verlo al lado de Míriam Nogueras esforzándose por convertir los ramalazos de dignidad de estos últimos días en un proyecto político, ver a Rufián hacer reproches a Pedro Sánchez después de años convenciéndonos de que las escurriduras alcanzadas eran victorias políticas, es la última prueba de que no se les puede votar, de que solo son de los nuestros cuando no pueden ser de los suyos.