El pasado 29 de octubre tuvo lugar en Madrid una intervención del embajador del Reino Unido en España, Hugh Elliot, delante de un auditorio reunido por Nueva Economía Fórum. El embajador Elliot, diplomático brillante, incisivo y didáctico, habló a la concurrencia sobre el escenario post-Brexit. Tema de actualidad e indiscutible interés, que hizo que el acto estuviera más que concurrido.

Para el coloquio posterior, propuse al moderador dos cuestiones. La primera, sobre la incidencia del Brexit en la política en y sobre Escocia. En la segunda, le preguntaba si no era cierto que el Brexit era más una cuestión inglesa que británica.

Son dos cuestiones íntimamente ligadas, en el fondo, porque es ya una evidencia que Escocia ha reclamado un nuevo referéndum, y porque el mapa electoral británico, después de la abrumadora victoria de Boris Johnson, vuelve a demostrar que los anti-Brexit se sitúan en Escocia, Irlanda y, en menor medida, pero también, en Gales. El caso de Gibraltar es diferente, porque no votan en las generales británicas, pero allí el Brexit fue derrotado por un 99,5%.

La respuesta del embajador Elliot a la pregunta sobre Escocia fue un poco desconcertante, porque repitió varias veces aquello del "referéndum acordado" (que nadie le había preguntado), ante una pregunta en la que fui presentado como delegado de la Generalitat en Madrid. Hay que tener en cuenta que en la mesa presidencial había destacadas figuras del gobierno socialista, entre las cuales la secretaria de Estado de la España Global, Irene Lozano, que, cada vez que el embajador ponía énfasis en el acuerdo entre los gobiernos británico y escocés, iba asintiendo con la cabeza, cuando aquí el Gobierno dice que no tiene nada que acordar con los representantes legítimos del Govern y Parlament de Catalunya.

Para muchos era y es evidente la influencia del Brexit sobre la política en Escocia, donde hay una mayoría anti-Brexit. Todos recordaremos como el año 2014 uno de los principales argumentos para el no en el referéndum escocés fue, precisamente, el peligro que representaba para Escocia quedar fuera de la Unión Europea, y ahora, sin embargo, se ha producido la gran paradoja de que Escocia quedará fuera de la UE, precisamente por haber ganado el no en aquel referéndum. Hay que recordar también que eso pasó en el contexto de unas nada disimuladas presiones del entonces presidente de la Comisión Europea, Durao Barroso.

El embajador británico señaló que para el referéndum del año 2014 se llegó a un compromiso entre el Parlamento británico y el Parlamento escocés, y que aquel compromiso se remitía que sería "para una generación".

No obstante, está claro que las circunstancias en que se produjo aquel acuerdo y las actuales no tienen nada que ver. Y eso debe tener sus consecuencias.

Escocia está doblemente legitimada para reclamar y celebrar un nuevo referéndum; los asiste el indeclinable derecho a la autodeterminación y las circunstancias en que se produjo el acuerdo para la celebración del referéndum por la independencia han cambiado radicalmente

Pacta sunt servanda...

Tanto en derecho civil como en derecho internacional se observa el "pacta sunt servanda", es decir, lo que se ha pactado obliga. Lo que pasa es que esta regla consuetudinaria tiene una excepción, que es la de "rebus sic standibus", es decir, que se entiende que un contrato o un acuerdo se tiene que atener a las estipulaciones establecidas, teniendo en cuenta las circunstancias concurrentes cuando tal acuerdo se celebró, es decir, que cualquier alteración sustancial de aquellas circunstancias puede dar lugar a una modificación de las estipulaciones del acuerdo.

Resulta muy evidente que cuando se llegó a aquel acuerdo para celebrar un referéndum, nadie pensaba seriamente en una posible e inmediata salida del Reino Unido de la Unión Europea, cuestión que se planteó por el primer ministro británico después, y que condujo al referéndum sobre el Brexit del año 2016.

Es por eso que ya era plausible pensar en una legitimación del Parlamento escocés para volver sobre el asunto, una vez las condiciones han cambiado, y más todavía ahora, cuando ha quedado claro, primero en el referéndum del Brexit y después en las elecciones generales británicas, qué es lo que piensan escoceses, galeses e irlandeses. En el referéndum del Brexit, una mayoría de escoceses (62%) evidenció su preferencia de quedarse en la UE, como también lo hicieron los habitantes de Irlanda de Norte (55,8%) y de Gibraltar (95,9%); no tanto los galeses (47,47%), aunque hay que señalar que, en Gales, en las elecciones del inmenso garrotazo de Johnson al Labour Party, entre laboristas e independentistas galeses suman 26 escaños, frente a los 14 tories.

Está claro, por lo tanto, que el Parlamento y la primera ministra de Escocia están doblemente legitimados para reclamar y celebrar un nuevo referéndum. Porque los asiste su indeclinable derecho a la autodeterminación, y porque las circunstancias en que se produjo el acuerdo para la celebración del referéndum por la independencia de Escocia en el 2014 han cambiado radicalmente.

Porque, recordamos. Los pactos se tienen que cumplir, siempre que las circunstancias en que se produzcan no cambien sustancialmente. Que es precisamente el caso.