A muchos les está sorprendiendo lo que estamos viendo en el juicio de los mal llamados “papeles de Bárcenas”. De una parte, la mayoría de los exlíderes del Partido Popular declarando por videoconferencia y vistiendo una nueva prenda que bien podríamos denominar “facharilla” y, de otra, faltando a la verdad de manera clamorosa sin que nadie les diga nada.

Lo que se está enjuiciando en esta pieza separada de la pieza separada, y no es un trabalenguas, es lo que afecta a las importantes obras de reforma de la sede central del Partido Popular, en Génova 13, que en una parte importante fueron pagadas con dinero negro. Al menos esa es la hipótesis acusatoria y la más plausible, a la vista de todas las pruebas que existen.

A pesar de lo acotado del objeto del juicio, hay una parte del mismo que abre puertas a otros escenarios y, por ello, no deja de ser relevante lo que digan unos y otros testigos y cómo eso se compadece, por un lado, con lo ya declarado por Bárcenas y, por otro, por lo ya acreditado mediante sentencia firme como es la contabilidad paralela del PP durante varias décadas.

Todos, absolutamente todos los exdirigentes populares han negado no solo lo evidente, la existencia de una caja B, sino que, además, han marcado distancias respecto de Bárcenas, a quien le acusan haberse inventado dicha contabilidad paralela y delictiva, así como de inventarse las anotaciones que a ellos les implican.

Bárcenas ha dicho claramente el motivo por el cual está explicándolo todo, mejor dicho, casi todo, y, también, invitó a sus excompañeros a ser valientes y a reconocer lo que él denominó “un error”, toda vez que ello no tendría consecuencias penales para esos dirigentes por estar prescrito, en lo que a ellos respecta. Se lo ha puesto fácil, pero no han querido aceptar ese puente de plata que les ha ofrecido quien, más temprano que tarde, podría arrastrarles a una situación aún peor que la que ahora les atribula de comparecer como testigos.

¿Por qué Bárcenas se iba a inventar una contabilidad paralela? ¿Y ponía Bárcenas de su bolsillo los dineros pagados y reflejados en esa contabilidad paralela?

¿Quién miente? ¿Bárcenas o los exdirigentes del PP?

No es fácil determinarlo, pero hay algunos elementos que hacen que la balanza se decante, claramente, en contra de la credibilidad de los exdirigentes del PP y ello por simple lógica y en base a algo que ninguno de estos testigos ha sido capaz de aclarar: a) ¿Por qué Bárcenas se iba a inventar una contabilidad paralela? y b) ¿Ponía Bárcenas de su bolsillo los dineros pagados y reflejados en esa contabilidad paralela?

Dos preguntas que son como la prueba del algodón y que ninguno ha podido superar. En realidad, es tan sencillo como eso: ni Bárcenas se inventó los datos, ni existe motivo alguno para ello y menos en esa época, ni puso dinero de su bolsillo para renovar la sede del PP, comprar la sede de La Rioja, pagar corbatas a Rajoy o entregar dinero para cubrir gastos personales de diversos altos dirigentes del PP.

Ya en la primera de las sentencias de Gürtel, la causa madre de estos papeles de Bárcenas, se ha dejado constancia, como hecho probado, de la existencia de la contabilidad paralela del PP y, también, de la escasa credibilidad de los dirigentes populares que declaran en calidad de testigos en ese y este procedimiento. Entonces cabe preguntarse: ¿por qué mienten y cuáles serán las consecuencias?

Seguramente ninguno lo hace por aspiraciones políticas, porque el que más y el que menos, habiendo hecho girar la puerta, están ya fuera de la política y dedicados a actividades más lucrativas… o no, pero a resguardo de cualquier sospecha.

Es muy probable, y ya llegaremos a determinarlo, que la razón que les mueve a no contar la verdad no sea otra que la de evitar incriminarse en otros posibles delitos que no estén prescritos. Dicho más claramente, está declarando en una doble condición de testigos-imputados, aún cuando esta última posición procesal no la tienen, pero podrían tenerla.

Solo esto explica la contumacia de unos testimonios que niegan lo evidente, rebaten lo ya probado y les coloca en una esperpéntica situación ante miles de personas que están siguiendo el juicio día a día.

No verles el rostro, de cemento armado, no es algo menor ya que no se pueden apreciar gestos, tics o reacciones ante las diversas preguntas y ello afecta a la adecuada interpretación de la prueba

Siempre hemos tenido la duda de si los mal llamados papeles de Bárcenas eran la auténtica caja B o, simplemente, una suerte de registro contable de la calderilla de operaciones mucho más jugosas y que, finalmente, no solo Bárcenas y Correa tuviesen cuentas en Suiza. Esto, que es una sólida hipótesis, no está acreditado, pero podría llegar a estarlo si Bárcenas tira totalmente de la manta o aparecen contradicciones o testimonios o documentos que así lo prueben.

En cualquier caso, y como a mucha gente le surgen dudas sobre los motivos por los que mentir no está teniendo consecuencias, pienso que debemos esperar al final del juicio, ya que ante palmarias desviaciones de la verdad solo caben dos respuestas jurídicamente aceptables: deducir testimonio por faltar a la verdad o entender que están en su derecho ante una posible condición mixta de testigo-imputado… No sé cuál escenario es peor para todos estos exdirigentes que han pretendido tomarnos el pelo a todos los que, mascarilla en cara, pasamos horas en esa sala de juicios.

Lo anterior hay que unirlo, directamente y como indicio, con la nueva moda dentro de la derecha tribunalera como es el uso en videoconferencia de la mascarilla que, cual fachaleco en su día, se ha terminado por convertir en una prenda distintiva de quienes acuden, seguramente en esa condición mixta de la que hablo, a declarar arropados por lo que podemos llamar “facharilla”.

Las diversas explicaciones que han dado estos testigos para el uso de la facharilla entran en línea con los argumentos que han usado para negar la existencia de la contabilidad B del PP, es decir en el ámbito de lo esotérico e inadmisible porque vulnera la garantía de la inmediación que ha de presidir cualquier juicio, más uno penal.

No verles el rostro, de cemento armado, no es algo menor ya que no se pueden apreciar gestos, tics o reacciones ante las diversas preguntas y ello afecta a la adecuada interpretación de la prueba, a lo que ha de sumársele el hecho de estar declarando por videoconferencia, que nos impide apreciar una parte importante del lenguaje no verbal de estos testigos.

El cómo se va a valorar la prueba al final del juicio es todo un misterio, pero, sin duda y llegado el momento, tendremos que insistir en estos dos elementos esenciales: la condición mixta de testigos-imputados y el uso sistemático e injustificado de la facharilla.

Solo si se admite que se trata de personas que como testigos pueden terminar incriminándose, se podrá evitar la deducción de testimonios por faltar a la verdad y no tengo claro qué será peor para ellos… Y, solo después de hacer esta evaluación, se logrará determinar que el uso de las facharillas no es una moda sino una estrategia de defensa de quienes durante décadas han dirigido los destinos de un país al que la corrupción les está carcomiendo por todos lados y a todos los niveles.

Cuando comenzó la investigación de los papeles del PP, que no de Bárcenas, muchos fueron los que nos dijeron que esto no llegaría a ningún sitio y, la verdad, muchas veces hemos tenido serias dudas de que no tuviesen razón. Sin embargo, más de ocho años después, viéndolos desfilar, uno tras otro, negando lo evidente, se retoma la confianza en que cuando se quiere se puede acabar con una lacra con la que tan permisivos se ha sido y se sigue siendo.

Lamentablemente, la corrupción que ha rodeado y rodea una parte importante de la vida política es preocupante y debe ser combatida, pero más peligrosa es la corrupción que les encubre y esa, sin duda, no se tapa con facharillas.