Aunque Pedro Sánchez es la única persona que tiene la potestad de convocar elecciones anticipadas, el jefe del Ejecutivo español no tiene en absoluto asegurada su continuidad en el cargo hasta 2027, como ha repetido cada día intentando ganar tiempo. El problema para continuar lo tiene ahora en casa, así que los cálculos ya solo se centran en cuál será la fecha elegida para convocar a las urnas.
Sánchez se las prometía muy felices porque era consciente de que a ninguno de sus aliados parlamentarios le conviene un Gobierno de PP y Vox y, con leyes o sin ellas, con presupuestos o sin ellos, podía seguir tirando. Ahora, sin embargo, las cosas han cambiado, porque lo que está perdiendo Sánchez es el principal alimento de un líder, es decir, la confianza de los suyos.
Los episodios de acoso sexual silenciados por la cúpula en un partido que ha hecho bandera del feminismo marcan una inflexión en el funcionamiento del propio partido y en el liderazgo de Pedro Sánchez, que está perdiendo el principal alimento de un líder: la confianza de los suyos
Los episodios de acoso sexual silenciados por la cúpula en un partido que ha hecho bandera del feminismo marcan una inflexión en el funcionamiento del propio partido y en el liderazgo de Pedro Sánchez. Los casos de corrupción que afectan a Ábalos, Cerdán o Leire Díez eran, desde el punto de vista de la militancia socialista, cuestiones menores comparadas con la corrupción generalizada del Partido Popular. Sin embargo, el #MeToo del PSOE saca a la luz una red de complicidades inconfesables en el entorno del secretario general de las que no puede desentenderse. No solo Ábalos y Cerdán y tantos alcaldes lascivos. Sánchez pretendía sustituir a Cerdán por Francisco Salazar, uno de sus colaboradores más estrechos tanto en la sede del PSOE como en la Moncloa, y fueron precisamente las mujeres que conocían el historial del personaje quienes lo frenaron.
A la decepción de las feministas socialistas con el núcleo duro de Sánchez se suman todas las conspiraciones pendientes contra el secretario general, que son muchas más de las que ellos quieren y dicen, y el movimiento habitual de las ratas que se apresuran a abandonar el barco antes de que se hunda
A la decepción de las feministas socialistas con el núcleo duro de Sánchez se suman todas las conspiraciones pendientes contra el secretario general, que son muchas más de las que ellos quieren y dicen, y el movimiento habitual de las ratas que se apresuran a abandonar el barco antes de que se hunda. Así que la única manera que tiene Sánchez de que las bases socialistas cierren filas con un único objetivo común es, precisamente, convocar elecciones. Y necesita hacerlo pronto porque, si se demora demasiado, el barro puede ahogarlo. Y quién sabe, quizá esta vez el CIS de Tezanos acierte y el PSOE vuelva a ganar. El último barómetro no solo otorga la victoria a los socialistas, sino que atribuye más votos a las izquierdas que a las derechas…
El fuego adversario no suele hacer caer a los gobernantes; al contrario, el fuego adversario favorece el cierre de filas en torno al líder. Es el fuego amigo el que hace caer al líder. En el Reino Unido es algo recurrente. Margaret Thatcher, Tony Blair, David Cameron…, a los primeros ministros los liquida su propio partido. Tenemos también ejemplos más cercanos y poco conocidos. Circularon muchas teorías sobre la dimisión de Adolfo Suárez, pero lo cierto es que decidió dimitir cuando cuarenta diputados de su partido se ofrecieron al PSOE para sumarse a una moción de censura. Y Felipe González no adelantó las elecciones del 96 por los casos de corrupción ni porque le fallara el apoyo de CiU, sino porque UGT y los diputados controlados por Alfonso Guerra se declararon en rebeldía contra las políticas económicas y laborales del Ejecutivo. González perdió las elecciones después de perder la confianza de los suyos.
La importancia de tener garantizados los apoyos internos la dejó clara Alfonso Guerra cuando dijo: “mejor perder con los nuestros que ganar con los suyos”. El partido puede perder las elecciones, pero seguirá existiendo y algún día las ganará. En cambio, perder el poder dentro del partido, aunque se ganen las elecciones, es quedarse fuera de juego para siempre. Los perdedores tienen que devolver las llaves de la sede, marcharse a casa y buscarse otro trabajo.
Y un apunte sobre la oposición. Con tantos frentes abiertos, internos y externos, como tiene Pedro Sánchez, es difícil imaginar un escenario más apropiado para una moción de censura. Aunque no sea para ganarla. El país merece saber qué alternativa hay. Feijóo no ha presentado la moción de censura no por miedo a perder la votación, sino por el riesgo de perder el duelo parlamentario con Pedro Sánchez… Feijóo sabe que, si lo perdiera, no sería Sánchez sino Abascal quien capitalizaría su derrota y se dispararían las conspiraciones internas en el PP sobre la idoneidad del candidato. El fuego amigo siempre es el más peligroso.