Con pocas horas de diferencia, España ha dejado de lado a dos catalanes. Un futbolista y un presidente.

El futbolista es Gerard Piqué. La caverna no le ha perdonado haber ido a la manifestación del 11-S. En la España que tiene que ser exactamente como el unionismo extremista dice que tiene que ser, no caben personajes como Piqué. Desde aquel día en que publicó una foto en la Via Catalana, cualquier anécdota y cualquier gesto (literalmente) ha sido considerado una sedición intolerable. El nacionalismo español radical decidió que el central blaugrana era su enemigo y se han dedicado durante dos años a intoxicar a la masa. Ahora deben estar muy felices revolcándose en su bilis porque han conseguido lo que querían.

Y, mientras, la la herida se va haciendo más grande. Su orgullo tan tronado como herido sólo hace que alejar. La fractura social son ellos, pero como son más y saben hacer más ruido, parece que sea al revés. El independentismo español ni descansa ni nunca tiene suficiente.

Gerard Piqué no deja la selección, sino que es la selección quien lo dejó a él hace tiempo.

El presidente es Carles Puigdemont. Este lunes ha ido a Madrid a charlar, a explicar, a comunicar. Y, sabe quien lo ha ido a escuchar? Unos cuantos embajadores y Ángel Gabilondo. Nadie del Gobierno, nadie del PP, nadie del PSOE, nadie de Ciudadanos. ¿Escuchar? ¿Por qué? ¿Para qué?

Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal han dedicado parte de su fin de semana a repetir aquello de que "la ley caerá sobre todo el mundo que vulnere la Constitución y el bla, bla, bla...". "Su" Constitución, claro. La que ellas interpretan a su manera como los integristas islámicos interpretan el Corán a su manera. Porque hay ilustres constitucionalistas que dicen que el libro sagrado permite hacer consultas y referéndums, pero son apóstatas de la fe verdadera y no merecen entrar en el templo.

Y después está el subconsciente, que es muy traidor. Si tú, poder ejecutivo, dices que la ley caerá sobre alguien, estás diciendo que tú eres la ley. Y no, eso no funciona así. Ni Soraya ni Dolores son la ley, ni ellas son nadie para decir que hará o dejará de hacer la ley. De eso se ocupa la ley. Pero, claro, para eso tendría que haber separación de poderes y en España a esta figura no la conocen ni de vista.

Con pocas horas de diferencia, España ha ignorado a un futbolista y a un presidente. Como hace años ignora a millones de ciudadanos. ¿Ya no viene de dos, verdad?