Muchos lectores habrán visto u oído hablar de esta serie de TV en la que un profesor de secundaria brillante, pero sin éxito social y despreciado por los suyos da la vuelta a la tortilla aplicando sus conocimientos de química a la fabricación casera de drogas psicoestimulantes. Este guion de éxito también ha sido utilizado para una película de cine muy reciente titulada MDMA, en la que se explica una historia ambientada en los años ochenta, sobre una universitaria que no puede pagar sus deudas y decide aplicar sus conocimientos para producir MDMA (siglas de 3,4-metilendioximetanfetamina), la droga conocida como "éxtasis", para convertirse en la proveedora más importante de esta droga en la costa oeste de los Estados Unidos. El éxtasis, una droga que está prohibida actualmente en la gran mayoría de países del mundo, forma parte de un grupo más amplio de drogas, donde encontramos también el LSD (dietilamida del ácido lisérgico), que están emparentadas con el alcaloide mescalina.

La mescalina y otros alcaloides han sido utilizados por los humanos desde tiempos inmemoriales. Se tienen evidencias de que hace 6.000 años (en las tierras que ahora forman parte de Perú, México y los Estados Unidos), la mescalina extraída del peyote (peyotl) y otros cactus se utilizaba en ceremonias espirituales y religiosas para inducir estados de alucinación y paz interior. Seguramente, los alcaloides producidos por el cornezuelo del centeno (un hongo que infecta a cereales, como el trigo y la cebada) también inducían estados similares de enajenación mental transitoria y alucinaciones en los helénicos misterios eleusinos, a orillas del Mediterráneo. Seguro que también muchas otras culturas consumían este tipo de sustancias para crear estos estados de euforia y desorientación de la realidad. Durante el siglo XX, se purificó la mescalina y otros principios activos naturales con el fin de estudiar las propiedades y, basándose en su estructura química, generar derivados sintéticos que potenciaran sus efectos psicotrópicos, como el LSD y el MDMA. Estas drogas permiten una partición de la realidad con una exaltación de las percepciones sensoriales, por lo cual también se conocen como drogas "psicodélicas".

Además de los efectos sobre los sentidos y su percepción (colores, olores, sonidos se ven incrementados y distorsionados), estas drogas tienen un potente efecto sobre el comportamiento humano. El MDMA causa un sentimiento de euforia, incremento de la empatía y el afán de socialización, desinhibición del comportamiento y una sensación de bienestar difusa. Tiene estos efectos porque se une fuertemente a los mismos receptores que la serotonina, un neurotransmisor que fabrica nuestro cuerpo y que está muy regulado. Las cantidades ingeridas incrementan la activación de estos receptores en las neuronas de nuestro cerebro, generando esta respuesta exacerbada. Pero, evidentemente, también produce efectos secundarios bastante importantes: sobreexcitación cardiaca, incremento de la temperatura corporal y la presión sanguínea, insomnio, mareos, disfunción eréctil... y con sobredosis o un consumo prolongado, también hay efectos sobre la cognición y pérdida de memoria, irritabilidad, sensación de angustia y depresión. Muchas veces por efecto rebote, ya que las reservas de serotonina se agotan y tardan unos días en reponerse. No nos pensemos que estas drogas, al estar prohibidas, no se consumen, ya que existe un consumo escondido por sus supuestos efectos "recreativos".

Quizás los jóvenes que las consumen no lo harían con tanta inconsciencia si supieran que estas drogas fueron investigadas por sus efectos en humanos en proyectos militares secretos. Entre los años cincuenta y setenta, todas estas drogas recibieron mucha atención en investigación militar, particularmente en los Estados Unidos, donde se buscaba una "droga de la verdad" que permitiera a los interrogadores obtener la verdad de testigos valiosos y sospechosos importantes, en interrogatorios sin necesidad de tortura física, sin que se pudieran oponer y sin que quedaran recuerdos. Se probó en pacientes psiquiátricos sin que ellos lo supieran, y como no se conocían ni controlaban las dosis, hubo varios pacientes que murieron. Estos casos se silenciaron y estos estudios fueron destruidos posteriormente para que no quedaran evidencias, pero se han encontrado referencias en informes confidenciales de la CIA.

Los pulpos responden al éxtasis activando sus neuronas igual que lo hacemos los humanos, provocando un comportamiento empático y de socialización muy similar

Sin embargo, la investigación de estos compuestos puede ser muy interesante para el tratamiento de enfermedades psiquiátricas, ya que su efecto puede ser beneficioso y contrarrestar ciertos estados patogénicos. Por ejemplo, se considera que el éxtasis puede ser útil para favorecer la socialización en algunos trastornos del espectro autista, todo siempre con estudios de investigación bien diseñados, primero en modelos animales y también en humanos bajo estudio clínico. Al final, una droga puede ser un medicamento (en inglés, drug tiene las dos acepciones) porque su efecto depende de la dosis, y su requerimiento depende el estado bioquímico y metabólico del paciente. Lo que para una persona puede ser un exceso, en otra puede ser el tratamiento que necesita. Por eso es tan interesante un artículo recién publicado en Current Biology, en el que se estudia el efecto del éxtasis en pulpos. Y ahora me diréis, ¿pulpos? Sí, cefalópodos, moluscos con un sistema nervioso bastante elaborado. Los pulpos pueden servir como animal modelo, para estudiar cómo se estructura y comunica el sistema nervioso y, también, la respuesta a las dosis de ciertas drogas.

Los investigadores comprobaron primero si los pulpos tienen un receptor que responde a serotonina (función básica endógena) y a MDMA similar al de los humanos. La conservación de este receptor es amplia dentro de la escala evolutiva, y no sólo lo encuentran en mamíferos y vertebrados, sino en invertebrados como la mosca de la fruta y también en pulpos. Si tienen una proteína tan conservada, es muy probable que su función también lo esté, por lo cual procedieron a estudiar qué efecto tenía la ingestión de MDMA sobre su comportamiento. Hay que decir que, fuera de la época de apareamiento, los pulpos son muy ariscos y solitarios, prefieren estar solos. Pues bien, instalaron una pecera con tres cámaras conectadas con el fin de observar los movimientos de los pulpos. Cada pulpo estudiado era colocado por separado en una cámara central, que conectaba con una cámara donde había un objeto inerte, y a otra cámara donde había otro pulpo dentro de una jaula. Si los pulpos no estaban tratados, preferían pasar más rato en la cámara con el objeto inerte. Si los pulpos eran tratados primero con MDMA (éxtasis) líquido diluido en la pecera (que se incorpora a la sangre por la respiración de las branquias), el comportamiento del pulpo cambiaba totalmente. Con el éxtasis, el pulpo se vuelve sociable, y pasa muchísimo más rato haciendo compañía al otro pulpo. Todavía más, lo abraza con sus tentáculos (sin agresividad) y quiere notar su contacto. Y si no puede, se arrima a las paredes de la pecera. Es decir, se desinhibe su comportamiento normalmente solitario, y busca el contacto y la mansedumbre. Quiere abrazos y afecto de pulpo. Responde al éxtasis activando sus neuronas igual que lo hacemos los humanos, provocando un comportamiento empático y de socialización muy similar. Conclusión, los pulpos nos pueden ayudar a comprender cuáles son los efectos de algunas drogas "psicodélicas" en nuestro cerebro, con el fin de ayudar a generar nuevos tratamientos más efectivos en algunos trastornos psiquiátricos, que, hoy por hoy, no tienen tratamiento.