La incertidumbre general se adueñó ante la amenaza de una variante del coronavirus cuando el 25 de noviembre el ministro de Sanidad sudafricano reveló su descubrimiento. En el arranque de la ómicron, Stephen Bancer, presidente del laboratorio Moderna, rompió el tiempo de aguardar y de espera habitual en estos casos declarando al Financial Times: "Todos los expertos con los que he hablado sienten que esto no es bueno".

Cuando le llegó esto, el presidente de la Reserva Federal americana, Jerome Powell, dijo que la nueva variante "puede crear riesgos para el empleo y la actividad económica", razón por la cual mantendría la política de estímulos.

Ante este panorama, Wall Street empezó a caer. Las bolsas europeas cerraron noviembre con un retroceso del 3%, mientras el precio del petróleo bajó el mismo viernes un 10%.

Sin embargo, la presidenta del BCE, Christine Lagarde, se mostró más audaz diciendo: "Nosotros conocemos a nuestro enemigo y sabemos qué medidas tomar. Estamos mejor equipados para responder a los riesgos de la quinta ola o de la variante ómicron".

El mal momento que atravesaba Alemania, donde los hospitales se encontraban "en una situación altamente peligrosa" y donde el Tribunal Constitucional avaló las medidas de confinamiento impuestas por el gobierno Merkel, acallaron sus apreciables comentarios.

Joe Biden dijo que no prevé "en estos momentos más restricciones de viajes por la nueva variante"

Desde el mundo financiero, Goldman Sachs presentó una lista de cuatro escenarios. El primero, la caída de la actividad no dramática; un segundo de una caída más severa, y un tercero en que el supuesto riesgo se trataba de "una falsa alerta". Y un último en el que el virus sería más contagioso que la media, pero menos grave, presentándolo como una vía de normalización.

Pero, al mismo tiempo, se observaba la incontrolada subida de la inflación en octubre, del 4,9% en la zona euro y del 6,2% en EE.UU. Por ello, prácticamente todos los bancos centrales del G-7 estaban dispuestos a aplicar una política monetaria restrictiva para frenarla.

En tal caso, el gran problema estaría en que los nuevos riesgos de la covid y de la variante ómicron dañen la producción y que la inflación no se evaporase. El cóctel sería una estagflación (estancamiento económico e inflación), el peor escenario posible. ¿El mundo se inclinaría a aceptar un futuro tan pesimista?

Eso parecía hasta que la bola llegó a EE.UU., donde apareció un contagiado en California. A partir de ahí todo cambió.

Anthony Fauci, asesor médico del presidente norteamericano, afirmó que su país "está en alerta". Y añadió: "Ante una variante como la ómicron, una cosa que sí sabemos es que a las personas vacunadas contra el coronavirus les va mucho, mucho mejor que a los no vacunados". Y agregó: "En lugar de esperar a que las farmacéuticas adapten las dosis específicamente a la variante ómicron, es mejor vacunarse ahora ya contra el coronavirus".

 Fauci no se quedó corto y recomendó "a los estadounidenses completamente vacunados continuar las vacaciones de fin de año". Para respaldarlo, Joe Biden dijo que no prevé "en estos momentos más restricciones de viajes por la nueva variante".

A la vista de la reacción de las instituciones, el primer banco americano, el JP Morgan, transmitió un mensaje advirtiendo a los inversores que "compren la caída, ya que los temores de la ómicron pueden ceder". 

Y, de las mismas, Wall Street subió este jueves iniciando una nueva fase de normalidad. Lo mismo que ha hecho Jerome Powell, haciendo que la Fed suprima los estímulos, eliminando así los riesgos inflacionistas. Es ahora cosa de días, ya no de trimestres. Cuanto antes, normalidad.