El veterano convergente Xavier Trias ganó anoche a Jaume Collboni y Ada Colau, en una disputa que ha sido emocionante y muy ajustada. En un contexto de fuerte subida del PSC y de un independentismo profundamente decaído, lo que ha hecho el exalcalde tiene un mérito enorme. Que Trias haya derrotado a Colau supone, además, la consumación, aunque él no lo dirá nunca así, de la revancha sobre la alcaldesa después de lo que pasó en 2015.

El retorno de Trias con victoria —acabe o no acabe siendo el alcalde de Barcelona— tendrá un efecto notable sobre el proceso interno en Junts per Catalunya, en que queda abierta la disputa entre —a grandes rasgos— los pragmáticos (más conectados a lo que fue Convergència Democràtica) y aquellos que provienen del activismo y se aferran obstinadamente al 1-O (la cabeza más visible de los cuales es Laura Borràs). Que Trias haya conseguido ganar —pese a los malos resultados del independentismo si miramos el conjunto de Catalunya— da la razón a los pragmáticos, es decir, a aquellos que no renuncian a la independencia, pero son conscientes de que no se puede hacer política desatendiendo a las circunstancias reales de la sociedad catalana, del país, en cada momento.

Que nadie dude de que Jaume Collboni y, por encima de él, Salvador Illa y Pedro Sánchez intentarán impedir con todas sus energías y recursos, que son muchos, que Trias vuelva a ser alcalde de la capital de Catalunya

En este análisis de urgencia —escribo a la vez que se ultima el escrutinio— no se puede obviar, sin embargo, que las elecciones municipales en Barcelona tendrán segunda parte, una segunda vuelta, que puede hacer que finalmente Trias y Junts no tengan la alcaldía. Un pacto tripartito, es decir, con un Collboni que recibiera el apoyo de los comuns y de ERC, convertiría al candidato del PSC en el sucesor de Colau. Recordemos que, hoy, los socialistas siguen formando parte del gobierno de Colau, a pesar de que Collboni abandonara su puesto al lado de la alcaldesa para hacer campaña contra ella. Que esta jugadita —a mi entender no muy honorable— aparentemente no haya pasado factura a los socialistas es, sin duda, un mérito de la campaña de Collboni.

Que nadie dude de que Jaume Collboni y, por encima de él, Salvador Illa y Pedro Sánchez intentarán impedir con todas sus energías y recursos, que son muchos, que Trias vuelva a ser alcalde de la capital de Catalunya. Sánchez necesita desesperadamente conseguir un triunfo, un icono valioso que pueda ser exhibido ante un PP con unos resultados espectaculares —como también los de Vox— en el conjunto de España. En este contexto, Sánchez intentará convencer a Esquerra Republicana. La presión sobre los de Oriol Junqueras y Pere Aragonès será, pues, muy fuerte, enorme. Veremos qué deciden.

Para hacerlo con acierto, ERC tiene que ser capaz de discernir —más allá de lo que le pueda ofrecer Junts per Catalunya, por un lado, o el PSC, por el otro— qué le conviene hacer realmente, teniendo en cuenta que Barcelona, como decíamos, por su peso específico, se proyecta sobre Catalunya (y España) con la fuerza de un poderoso icono. Los malos resultados no tendrían que enturbiarles a los republicanos la visión. Al contrario: los tendrían que empujar a una reflexión profunda y racional. Una reflexión que tiene que ir más allá de Barcelona y del recambio inevitable, inmediatamente o a más largo plazo, de Ernest Maragall, para abarcar el conjunto del país.