La muerte es todo un mundo. Nos morimos solos, pero en los funerales pueden congregarse multitudes. Se puede decir adiós en un tanatorio o en un edificio religioso —en Catalunya a menudo en una iglesia—. Siempre hay una persona que dirige este adiós ya irreversible. Si el funeral es religioso, estamos acostumbrados a que sea un hombre, habitualmente un cura.

El arzobispado de Barcelona ha anunciado que ya ha formado a tres mujeres a fin de que puedan presidir exequias. Desde ahora, y en un momento tan trascendental, tres mujeres, todas ellas religiosas, tienen la palabra. Probablemente, el arzobispado no ha llegado a esta formulación de manera espontánea, pensando en visibilizar el papel de la mujer en la Iglesia. La realidad es que faltan personas, y las mujeres esta función la pueden ejercer sin violentar ninguna ley canónica.

Una de las mujeres que se han formado es una religiosa dominica de la Presentación, Conchi García, a quien conozco de su trabajo en la prisión acompañando a internos. "Desde el punto de vista femenino podemos aportar una mirada diferente, no mejor, sino complementaria," me explica. Sabe que los funerales son ventanas para predicar y comunicar a un público heterogéneo. De hecho, los funerales son una de las mejores plateas que tiene la Iglesia para poder explicar su mensaje, que es esta esperanza que supera la muerte.

Probablemente, el arzobispado no ha llegado a esta formulación de manera espontánea, pensando en visibilizar el papel de la mujer en la Iglesia. La realidad es que faltan personas, y las mujeres esta función la pueden ejercer sin violentar ninguna ley canónica

Un funeral no es un momento para empezar a divagar sobre el cielo y el infierno, pero sí predicar el Evangelio a la gente que se ha congregado allí. El pastor bautista Brian Croft señala que irónicamente el servicio fúnebre es para recordar y celebrar la vida del difunto, pero en el fondo el público es la gente que asiste.

La hermana Conchi García, desde el carisma de su orden de Santo Domingo, ve este nuevo rol como una oportunidad para estar al lado de quien sufre y "de quien necesita ser escuchado sin darse cuenta de ello". Percibe que desde la predicación "es un regalo poder hablar desde la delicadeza, el amor y el respeto. Tener cuidado, estar y hacerse presente. Acercarme a las personas en este momento vulnerable, ser". Confiesa que algunas personas de entrada no han estado contentos al ver que ella presidía el funeral de sus familiares, pero que después le han agradecido el servicio y han cambiado de opinión.

Que ahora haya una mujer al frente de este servicio es una novedad aquí, aunque en muchos lugares la necesidad ya lo anticipó hace tiempo. Algunos consejos del papa de Roma les pueden ser útiles: predicar poco y bien: no alargarse, coger una idea y ser positivo.

En un funeral, las palabras suelen estar de más y los silencios, punzantes. Contar a partir de ahora con palabras declinadas también en femenino obra una nueva fase para sentir la presencia de mujeres que han aprendido a acompañar y que saben tener cuidado, ahora también, en el último acto público en esta vida.