Parece que el estruendo es grande, pero sólo superficial, como todo lo que pasa en el Estado. Lo más sorprendente de las grabaciones de Villarejo en las que se escucha al director y presentador de Al rojo vivo de La Sexta en conversación con él sobre las idas y venidas de Podemos es su declaración de amor rendido a Inda, director de Okdiario. Amor que, por otra parte, comparten los dos protagonistas de la historia. Lo demás es anecdótico, que no quiere decir normal, pero, en todo caso, nada sorprendente en un personaje como este. Hablo de Ferreras, no de Villarejo.

El papel de él mismo y de su programa en general con todo el procés catalán lo define bastante bien para no tener que añadir nada más; sólo, para los escépticos o rendidos a su palabra, las imágenes que desmontaban el montaje que hizo fuera del Parlament —no sé ya en qué acontecimientos, pero la hemeroteca no me desmentirá—, en las cuales relató una supuesta situación crítica para su integridad mientras otro ángulo de cámara dejaba su inventiva en total evidencia. De hecho, estaba solo y sin que nadie le hiciera caso mientras él retransmitía en directo su mal trago.

Ferreras no hace periodismo, por mucho que él lo diga, por premios que le den, y si necesitamos los audios de Villarejo para saberlo, es que el problema lo tenemos nosotros

Se puede pensar que es miedoso o que sencillamente necesitaba hacerse el héroe un día que hacía periodismo de calle, pero lo cierto es que lo más plausible sería pensar que su objetivo era ayudar a construir un relato interesado sobre la violencia que los independentistas —violentos y violentas por naturaleza— habían llevado a las calles de Catalunya. Ferreras con el periodismo es como España con la democracia, se ponen los conceptos en la boca para esconder la debilidad que los caracteriza en su relación con ellos. Ferreras no hace periodismo, por más que él lo diga, por premios que le den, y si necesitamos los audios de Villarejo para saberlo, es que el problema lo tenemos nosotros. Aparte del propio país, porque como Ferreras hay muchas y muchos.

Con respecto a Pablo Iglesias, no puedo evitar pensar que por mucho que el ejemplo que he explicado —con pruebas que lo desmentían— sólo llegara a una pequeña parte de la población, seguro que no le pasó desapercibido a Pablo Iglesias; o cuando menos, a sus compañeros y compañeras de partido en Catalunya. Iglesias tiene una buena relación con los medios de comunicación, los conoce desde dentro y, por otra parte, por formación académica tiene que saber cómo funciona el mundo, por lo tanto, ¿de dónde viene ahora tanta sorpresa, de dónde viene la incredulidad? En las declaraciones de Iglesias parece que justo ahora con su caso descubra las cloacas del Estado y especialmente que hay periodistas que participan de ellas. ¿Qué juego es este?

El mismo que ha jugado de antes, pero más todavía desde que llegó al poder, pronunciando un discurso, en el caso catalán, que se podía calificar, como mucho, y en el mejor de los casos, de una crítica tibia y genérica y poco directa con la información que se daba sobre todo lo relacionado —y todavía ahora— no ya con el procés, sino con Catalunya. Hay amores confesables y amores inconfesables, da gusto cuando estos quedan al descubierto.