"Es llevarme cualquier cosa a la boca e inmediatamente tengo que ir a vomitar". Me siento mareada y no tengo ganas de comer"... ¿Cuántas veces no hemos oído palabras similares de mujeres embarazadas? Aproximadamente el 70% de las mujeres vomitan durante el primer trimestre del embarazo, pero en muchos casos, el vómito disminuye a medida que avanza la gestación. Hay mujeres que vomitan por el embarazo de un hijo, pero no de otro hijo. Las hay que pasan embarazos fantásticos, sin ninguna náusea. Nunca se nos ha explicado el porqué de los vómitos, y los consejos equivocados que nos dan suelen reflejar una gran incomprensión de la situación, se nos dice que no es para tanto, o se nos culpa por una falta de aceptación del ser que se está desarrollando dentro de nosotras. Este sentimiento de culpabilidad es el que inundó a Marlena Fejzo en sus embarazos. Por su primer hijo, sintió muchas náuseas, vomitó mucho y perdió peso, pero llegó al segundo trimestre con una disminución del vómito; pero por su segundo hijo, los vómitos eran continuos, la pérdida de peso exagerada. Era incapaz de ingerir nada que no le causara una inmediata expulsión de su cuerpo. Marlena se convirtió en una sombra de ella misma, desnutrida y sin fuerzas, hasta que perdió al hijo que esperaba. En estos casos tan agudos (en torno al 0,3%-3%), se habla de hiperemesis gestacional (hiperemesis gravidarum), y es la enfermedad que constituye la causa de hospitalización más importante durante el primer trimestre de embarazo en Estados Unidos. Ningún médico le supo encontrar la explicación, pero ella, como investigadora biomédica, se propuso encontrar la explicación fisiológica, y ha dedicado 20 años de su vida a recoger datos y a investigar para encontrar la explicación a la hiperemesis gestacional.

Pero, ¿por qué vomitamos? Cuando comemos algo que nos sienta mal, sentimos náuseas y ganas de vomitar. El vómito es, de hecho, un mecanismo protector de nuestro organismo ante alimentos que pueden contener algún tóxico o veneno y que, por lo tanto, nos puede dañar. Los movimientos involuntarios del vómito están controlados por una zona muy concreta del cerebro. Quizás os sorprenderá saber que no todos los animales pueden vomitar. Los hay que lo hacen voluntariamente, como algunas aves, que regurgitan alimento; mientras que otros, como los ratones, no vomitan, sino que dejan de comer si notan que alguna comida les hace daño. Los humanos somos animales a los que les resulta fácil vomitar, y una hormona, denominada GDF15, lo controla. Esta hormona, que circula en sangre, es producida de forma bastante ubicua en el cuerpo, pero tiene receptores específicos en el rombencéfalo, donde están las neuronas que controlan el sentido del hambre, el vómito, la náusea y las conductas que evitan el contacto con el compuesto químico o alimento que percibimos como tóxico. De hecho, el incremento de GDF15 en sangre explica los vómitos asociados a ciertos tratamientos quimioterapéuticos para tratar el cáncer. Ahora bien, eso es lo que nos pasa a todos, pero ¿qué pasa en las mujeres embarazadas?

Marlena habló con otras mujeres que le decían que a ellas les había pasado algo parecido. Muchas le comentaban que no solo ellas habían tenido embarazos con vómitos, sino también sus hermanas o sus madres, lo que apuntaba a un factor genético. Así que durante mucho tiempo, Marlena fue pidiendo a las mujeres que se habían sentido particularmente mareadas durante el embarazo, sobre todo las que habían sufrido vómitos más recurrentes, una muestra de su saliva, que almacenó, esperando obtener suficiente dinero para poder realizar el análisis genético, en un intento por encontrar qué variantes genéticas explicarían esta propensión a los vómitos agudos durante la gestación. Los análisis genéticos de todo el genoma no son baratos, y se necesita financiación para llevar a cabo el análisis, además de persistencia para no tirar la toalla. Marlena logró recoger más de 53.000 muestras de mujeres con hiperemesis gestacional, y escribió proyectos de investigación para conseguir dinero para investigarla, pero no tuvo ningún éxito. Pero Marlena no desistió, tenía un interés personal, quería entender cuál era la razón por la que había perdido a su hijo. Finalmente, entró en contacto con una empresa de análisis genéticos por internet, 23andme, que accedió a efectuar el estudio genético de estos datos. En 2018, publicaron que habían identificado una variante genética del gen GDF15, un cambio de un aminoácido por otro, que se encontraba más frecuentemente en las mujeres que vomitaban más durante el embarazo. Esta variante correlacionaba con una menor cantidad de hormona GDF15 circulante en sangre.

Parece que podría ser una ventaja evolutiva para que el feto se defendiera de posibles alimentos tóxicos que podrían poner en peligro a la madre y su propio desarrollo

Justamente esta semana, se acaba de publicar un nuevo trabajo de Fejzo, en el que se demuestra que, independientemente de la cantidad basal de GDF15 en sangre, cuando estamos embarazadas, es la placenta (que, recordemos, deriva del feto) la mayor productora de GDF15. Es decir, la hormona que circula durante el embarazo es producida principalmente por el feto, y la cantidad que circula depende de las variantes genéticas del embrión. En un trabajo fascinante, demuestran una interacción genética muy específica entre la genética de la madre y la de su feto, en la que se establece una respuesta diferencial según cuáles sean las variantes genéticas en el gen GDF15 de ambos. Por ejemplo, si las madres llevan variantes genéticas que causan una elevada producción de GDF15 en estado no gestacional, aunque cuando estén embarazadas la placenta produzca mucho GDF15, las madres no tienen propensión a vomitar. Por el contrario, si las madres son homocigotas para variantes genéticas asociadas a una baja producción de GDF15, depende de qué variantes genéticas tenga su embrión. Si el embrión/feto comparte la misma genética que la madre y muestra una baja producción de GDF15, la probabilidad del vómito es también baja; pero si, en cambio, su embrión es heterocigoto para una variante de alta producción de GDF15 (por lo tanto, heredada del padre), el incremento relativo de producción de GDF15 durante el embarazo por parte de la placenta es muy alto, existe mucha diferencia en el nivel hormonal basal y el del embarazo, lo que hace que las neuronas del rombencéfalo reaccionen causando el vómito. A lo largo del embarazo, las madres gestantes se acostumbran y se desensibilizan a estas altas concentraciones de GDF15, de modo que en el segundo y tercer trimestre, la mayoría de las mujeres dejan de vomitar, o de hacerlo tan a menudo.

Esta interacción genética inesperada entre las variantes genéticas y la producción de GDF15 por parte de madre e hijo explica muy bien la causa de los vómitos, pero ahora me podéis preguntar si hay alguna solución. Hay que tener en cuenta que los medicamentos administrados a embarazadas deben seguir controles muy estrictos, ya que pueden causarse malformaciones fetales, como sucedió a inicios de los años 60 con la talidomida, un medicamento antináuseas y antiemético que interfería en el crecimiento de las extremidades, generando focomèlia (niños con esbozos de brazos y, en algunos casos, también de piernas), así que la investigadora y su grupo propusieron hacer primero estudios en ratones. Recordemos que los ratones no vomitan, pero dejan de comer cuando tienen náuseas y se quedan inmóviles hasta que se les pasa el mareo. En ratones tratados con una dosis elevada de GDF15, dejan de comer y muestran un comportamiento asimilable a la náusea gestacional, pero si previamente a esta dosis aguda se les administra GDF15 en concentraciones un poco más elevadas que las basales, los ratones no muestran un comportamiento de rechazo a la comida. Por lo tanto, en ratones se puede demostrar que se puede desensibilizar al cuerpo en los picos de GDDF15. Eso es muy esperanzador para las mujeres. Se pueden hacer un análisis genético y de sangre previamente al embarazo, tanto para determinar cuáles son sus variantes como cuál es la concentración basal en sangre de GDF15. Si está dentro de los límites bajos, podrían ser tratadas con dosis un poco más elevadas de GDF15 durante una temporada para desensibilizarlas, de modo que cuando se queden embarazadas, ya no respondan con un reflejo emético al incremento de GDF15 producido por la placenta del embrión.

Otra pregunta es el porqué. ¿Por qué tenemos este pico de producción por parte de la placenta humana que no se da en otros animales mamíferos gestantes? Parece que podría ser una ventaja evolutiva para que el feto se defendiera de posibles alimentos tóxicos que podrían poner en peligro a la madre y su propio desarrollo. El vómito sería inicialmente una respuesta protectora, pero si la reacción es extrema, llegaría a comprometer la vida del feto y de la madre. ¡Queda todavía mucho para investigar, pero es un campo muy prometedor para las mujeres!