Disculpen, esta es una historia de periodistas, políticos, presiones, interferencias, insultos y amenazas. Nada que les incumba demasiado, salvo por aquello de que una democracia es menos democracia sin una prensa libre. Pero en esto las reglas también han cambiado. Hoy es noticia, y de las portadas de los principales diarios, lo que antes nos enseñaban en las facultades de Periodismo que nunca debía serlo.

Que nadie espere aquí justificación alguna a una intromisión política, por mínima que sea, en el ejercicio del periodismo, mucho menos una componenda con una campaña de acoso. Y esto es lo que la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) ha denunciado, después de que un grupo de colegas pidiera amparo por sentirse víctima de una persecución personal por parte de algunos líderes de Podemos que, al parecer, incluye amenazas, aunque sólo unos pocos dicen haber visto las pruebas.

Cada uno es libre de denunciar las presiones donde considere oportuno. ¡Faltaría más! Y la APM tiene la obligación de dar amparo a quien lo pida si la denuncia está justificada, otra cosa es que no haya sido ésta la respuesta de la asociación cuando otros fueron atacados, señalados, presionados y hasta apartados de sus funciones para satisfacer el insaciable apetito de los políticos por librarse de periodistas incómodos. A partir de ahora, está obligada a hacerlo siempre, no sólo cuando la reprobable conducta llegue de las filas de Podemos.

Nunca, como en los últimos años, se ha visto un maltrato semejante de la política hacia la prensa. Y la APM no siempre estuvo a la altura en la defensa de un periodismo libre. El poder, los que aspiran a conservarlo y quienes anhelan obtenerlo algún día no están dispuestos a pagar el precio de una prensa libre. Y cada vez lo hacen con menor disimulo.

Los periodistas son obsesivamente vigilados por los políticos. Cada opinión vertida y cada línea escrita son cada día motivo de señalamiento

Los periodistas son obsesivamente vigilados por los políticos. Cada opinión vertida y cada línea escrita son cada día motivo de señalamiento. El “conmigo o contra mí” está al cabo de la calle en el Parlamento, en los gobiernos y en todos los partidos. Que levante la mano el primer “plumilla” que no ha sido presionado por un grupo u otro, esté en la oposición o en el gobierno.

En esto no hay distingos. Por eso, más allá del precedente que ha sentado la APM con su denuncia o del repentino descubrimiento de que a los periodistas se les presiona y se les acosa en las redes sociales, llama la atención en este asunto la prisa que se han dado otros partidos en la defensa de una libertad de prensa tan poco respetada como pisoteada desde las siglas que representan.

Absténganse señores del PP y del PSOE de hacer valoraciones, de llevarse las manos a la cabeza o hablar de tics autoritarios. Piensen bien aquello de “el que esté libre de pecado…” porque son muy pocos los que, de verdad, tienen un respeto por la libertad y la diversidad de prensa que vaya más allá de un pronunciamiento retórico.

P. D. Y a los periodistas que declaran sentir miedo al escribir sobre el político o el partido de turno, conviene que alguien les cuente lo que nos enseñaban a los del “plan antiguo”: ¿Miedo de un político? Pavor es el que ha de sentir él cada vez que tú te sientes ante el teclado del ordenador o delante de un micrófono. Al fin y a la postre, la política es una ocupación pasajera y uno es periodista de por vida.