Tomen nota, que esto no ocurre en España todos los días. Ni a derechas ni a izquierdas. Ya saben que en este país lo de conjugar el verbo dimitir no se estila. Lo de la autocrítica, menos. Para eso están los datos, para leerlos según convenga. Eso ha hecho el PP, tras su debacle en Catalunya. Lo malo es que, se lean como se lean, los del Rajoy —que no los del Albiol— el 21-D, no tienen más que una lectura, y es la del hundimiento del partido del Gobierno. Pero ellos siguen erre que erre: que si la culpa la tiene Ciudadanos por llamar al voto útil; que si los datos no tienen traducción nacional; que si Rajoy ha hecho lo que debía; que si el resultado se daba por descontado… Pues nada, que sigan en su línea. Total, Aznar es el pasado, no representa a nadie y ya pocos le escuchan. Esa es la tesis, aunque la realidad diga que la posición explicitada por Aznar en el comunicado de FAES es precisamente la que han comprado quienes votaron a Arrimadas y pueden votar a Rivera en unas generales.

En estas llega Juan Arza, secretario de Estudios del PP catalán, y dice, en medio de la vorágine, que se larga porque lo que la sociedad exige es una renovación urgente. Antes que él debería haberse marchado Albiol, que ya dijo en campaña que “si sacaba seis diputados se marchaba de España”. No han sido seis, sino cuatro. Y ahí sigue, sin cruzar siquiera el Ebro porque, aunque le dijo a Rajoy que se iba, el presidente le contestó que esperara y que este no era el momento.

Para Rajoy nunca es tiempo de nada. Ni de corregir, ni de admitir, ni de enmendar… ¡No digamos ya de asumir responsabilidades! Y eso que el Rey ha dicho, con pocas pero suficientes palabras, que no todo fueron aciertos en la crisis catalana. A buen entendedor… ¿Habrá tomado nota?

¿Y ha dicho algo Soraya Sáenz de Santamaría? No consta que haya emitido de puertas hacia fuera. La responsable de la carpeta catalana, la mandamás del CNI, la que tenía todo controlado para que el 1-O no hubiera urnas, el artífice del “descabezamiento” del independentismo, no ha dicho ni pío. Y eso que el suyo ha sido el mayor de los desatinos. Todo lo ocurrido política y judicialmente tiene algo que ver con su fallida estrategia; aunque, mientras tenga el BOE a su servicio y el presupuesto disponible para comprar voces y voluntades, no habrá un valiente que se atreva a contar las cosas como han sido. 

Hablen o callen los responsables de tamaño fracaso, en el PP hay una crisis de hondo calado, que ni el temor a las represalias que lleguen desde la Vicepresidencia conseguirá ya acallar. Dos millones de catalanes quieren irse de España y les da igual hacerlo por las bravas que con diálogo, mientras el país está en manos de un partido que no ha aprendido de los errores y se niega a aceptar la realidad. Aunque el independentismo no tiene mayoría social para hacer efectiva su añorada república, tarde o temprano habrá que dialogar y afrontar cambios que el PP se resiste a aceptar.

El resultado de Ciudadanos es el prólogo de lo que está por venir y la reacción de Aznar a la derrota del PP, el primero de los movimientos que a partir de enero se sucederán, digan lo que digan los más expertos “marianólogos”. Porque una cosa es que se hunda el PP y otra, que el establishment permita que se hundan los cimientos de la España constitucional.