“Voy a serles franco: ¡Estoy hasta los cojones de todos nosotros!”. A los pocos días, Estanislao Figueras, presidente de la Primera República, dimitió, cogió un tren y marchó a París sin previo aviso. Gobernar España nunca fue fácil. Ya saben que en este país lo de la inestabilidad, las crisis institucionales, las intrigas, los problemas territoriales y la fiebre por el federalismo siempre formaron parte del paisaje, aunque nos parezcan asuntos propios de este tiempo.

 

Nada de eso. Aquí seguimos como si no hubieran pasado los siglos y no hubiéramos aprendido de la historia. Ni los unos ni los otros.

Agosto sigue su curso y seguimos con el raca-raca mientras el Gobierno y la Generalitat sigue jugando al ratón y al gato. No se habla de otra cosa.

 

A falta de un nuevo culebrón sobre Gibraltar, el verano de 2017 empieza su cuenta atrás sin haber tenido más canción estival que la bachata catalana. Tanto amagar con el 155 de la CE, y ahora es el PP el que se echa atrás por “razones temporales y jurídicas”. ¡No sabe Rajoy la munición que ha proporcionado a quienes desde su propio partido le acusaron ya de pusilánime ante el 9-N!

 

Eso en Madrid, pero en Cataluña, igual. Van ya ene intentos de tramitación de la Ley del Referéndum, llega el día y se vuelve a aplazar. Mientras, que si barren, que si borran… Nunca el separatismo estuvo tan entretenido ni tan mal avenido. Si a más de un ex-molt honorable le dicen hace años que las CUP iban a marcar el paso de Cataluña, hubiera emulado a Figueras, seguro.

 

Ahora, el independentismo vuelve a la casilla de salida. Así que otra vez la elucubración: que si la ley para la desconexión se aprobará el próximo martes en una nueva reunión de la Mesa del Parlament, que si irá en un pleno el 6 de septiembre, que en todo caso antes de la Diada…

El 11 de septiembre está a la vuelta de la esquina. La amenaza se hará realidad, el independentismo tendrá que retratarse y el Gobierno, decidir si responde con firmeza pero con proporcionalidad, o por las bravas

Apuren el sol y los últimos paseos por la playa que el 11 de septiembre está a la vuelta de la esquina y ya no habrá vuelta atrás. La amenaza se hará realidad, el independentismo tendrá que retratarse y el Gobierno, decidir si responde con firmeza pero con proporcionalidad o si actúa por las bravas y sin complejos, como reclaman los hooligans del aznarismo. Para entonces no habrá español que no haya dicho aquello de: “Estoy hasta los cojones de todos nosotros!".

 

¡Dialoguen y resuelvan ya! Seguir dando vueltas a la noria no lleva a más que al hastío y a la sucesión de ocurrencias veraniegas como las del alcalde de Sabadell, que no debe tener más ocupación que la de perseguir figuras históricas y culturales para acabar con toda reminiscencia castellana o española.

 

Un ejercicio de estupidez solo comparable en este agosto febril a la idiotez de un socialista que aspira a la secretaría general del socialismo madrileño y que ha dicho que en un estado plurinacional, Madrid sería también una nación. ¡Solo faltaba! Eran pocos… y llegó un tal Franco —que así se llama—  también a liarla.