Estamos en plena temporada de boniatos, castañas y estatuas de Franco. Y en BCN han puesto una delante del Born. De estatua.

La estatua ha provocado un efecto inesperado, consistente en dividir en dos bandos a los contrarios a la figura decapitada que representa. Son los contrarios a la figura y favorables a que esté expuesta en público y los contrarios a la figura y contrarios a que esté expuesta en público. Y, como en nuestros días las divisiones son de todo menos amables, en las redes se ha llegado al insulto y a la amenaza, y en el mundo de carne y hueso, a la agresión física. Lo que le decía, castañas. Y boniatos.

Mientras, los partidarios del dictador asisten enmudecidos al espectáculo sin encontrar, pobrecitos, ningún espacio para poder discutirse con nadie. Ya es triste que saquen tus símbolos a la calle y a la hora de pelearse, todo el mundo te ignore.

Pero hay un cuarto sector social que en las últimas horas está cogiendo mucha fuerza y es el de los partidarios de ir hasta la estatua y hacer alguna acción. Si no me descuento, en el momento de juntar las letras que está leyendo la figura ecuestre ha sufrido 1/ lanzamiento de huevos (hay una versión no confirmada que apunta a que una de las veces no fue unidad por unidad sino al por mayor y dentro de una bolsa de plástico), 2/ unas pintadas no figurativas y 3/ el añadido de una muñeca hinchable en el conjunto (ella sí con cabeza, como el propio caballo, pero con la boca abierta), y sentada de cara al jinete.

Es la confirmación de que la exposición ha conseguido su objetivo, que es llegar al pueblo y que éste se la haga suya. Tan suya que no puede privarse de aportar (y verter) su creatividad. Inicialmente muy convencional, sí, pero en muy pocas horas ha dado un salto cualitativo exponencial que sitúa ahora mismo "caballo con señor decapitado encima, huevos aleatorios y muñeca sentada" como un referente de cultura viva, de arte en movimiento y en evolución continua y permanente.

Por lo tanto, felicito a los organizadores por haber alcanzado en sólo 24 horas una comunión siempre difícil y hacer realidad aquello tan difícil de sacar los museos a la calle para que la ciudadanía se los haga suyos.

Animo, pues, a que continúen estas performances creativas tan espontáneas como sentidas que acercan el arte a la sociedad (y viceversa) y lo hacen próximo. Y me muero por saber qué otras texturas arrojadizas y elementos ornamentales irán enriqueciendo visualmente la obra.

La cultura es de todos (y de todas) y no podemos permitir que se lo apropié una minoría elitista. Hay que musealizar la cotidianidad común siguiendo los instintos creativos del impulso básico individual añadiendo, claro, aquellos elementos enriquecedores de la expresión donde el protagonismo artístico sea la puesta en escena hecha desde el aislamiento y la soledad del artista, pero en nombre de la colectividad. Eso sí, justificada por la búsqueda de la justa dimensión estética, pero sin perder de vista que el éxito de la empresa se basa en compartir la generación de un sentimiento que provoque una reacción cómplice en el espectador.

Y, básicamente, tengo poca cosa más a añadir. Sobre todo en relación al último párrafo...