El lunes pasado la oscuridad fue de día y, para muchas y muchos, hasta bien entrada la noche; pero desde el mediodía el apagón nos hizo ir a tientas en prácticamente todos nuestros hábitos cotidianos, hasta el punto de paralizar la vida individual y comunitaria del país.
Los trabajos de la mayoría se detuvieron, los desplazamientos se vieron interrumpidos, ya fuera porque dependían del metro, del tren o de un ascensor; llegar a casa o salir de casa, para muchas y muchos, fue imposible e, incluso, comer caliente. Las otras vías de comunicación también quedaron interrumpidas y hablar con los que querías no era posible, si no estabas con ellas y ellos.
Todo eso ya fue lo bastante desconcertante como para tener que añadir la falta de información; tanto la por imposibilidad de conectar con las emisiones, básicamente de radio, como por el poco conocimiento que transitaba. El día siguiente, y hasta hoy, todavía continuamos a oscuras porque no sabemos qué ha pasado, aunque hemos avanzado: sabemos ya que muchas de las cosas que se dijeron y se han dicho no son ciertas. Me costará olvidar los que se subieron al carro del aumento de las temperaturas y otras causalidades dentro del marco del orden de pensamiento establecido en la actualidad.
Nuestro estilo de vida y el sostén de nuestras relaciones sociales dependen de un enchufe
Dicen que la investigación será larga —no lo acabo de entender—, pero necesitamos que esté bien hecha y haya transparencia; porque con tantos —ya lo dijo la ministra— intereses por el medio será muy difícil que la ciudadanía no paguemos —eso lo digo yo— los platos rotos dos veces.
Sin descartar ninguna hipótesis —o en otras palabras, vía de investigación—, hace falta aclarar, sea cual sea la causa, también cuánta incompetencia, trabajo mal hecho y/o trabajo por hacer han contribuido al apagón y a la dificultad de restablecimiento del sistema. El español es un país de grandes anuncios y, por lo tanto, de inauguraciones, pero de poca o mala ejecución, y de menos inversión en el mantenimiento de las cosas; léase infraestructuras de todo tipo y manera.
Es importante por muchas razones, también porque el lunes de la semana pasada nos quedó claro que nuestro estilo de vida y el sostén de nuestras relaciones sociales dependen de un enchufe. Ahora bien, más allá del mismo día y quizás unas horas más de reflexión sobre cómo vivimos y de qué dependemos, no parece que estemos demasiado para testear el sistema y pensar alternativas. Hemos optado por salir adelante todavía con más energía para aprovechar que volvemos a estar enchufados y no sé si sabremos aprovechar la ocasión para ganar en autonomía personal. El estilo de vida nos tiene bien atrapados y atrapadas y, por eso también, ya hay quien ha hecho las cuentas y concluye que ¡no se ha perdido tanto!