Al presidente del Gobierno español en funciones Mariano Rajoy le ha renunciado (técnicamente hablando) un ministro en funciones. Seguramente no hay crisis de gobierno más impensable que una crisis de gobierno en funciones, sin embargo, se está viendo, con Mariano (y Soraya) al frente del negociado, que todo es posible en esta España en el limbo de sí misma, que pronto está dicho.

La situación es tan valleinclanesca que el líder del PP calla ante la militancia popular mientras promete no sé cuántas reformas educativas, porque Mariano puede ser un presidente en funciones pero hoy por hoy el sol sale cada día, habrá elecciones dentro de 10 semanas, y los populares no saben cómo cambiar de candidato sin un caudillo que señale digitalmente al elegido. “Educación”, bendita palabra. Con un poco más de educación, el presidente en funciones del Gobierno de España en funciones no se estaría rifando al personal, militantes y votantes decentes de su partido incluidos, de la manera como se los rifa, como si oyera llover, desde aquel famoso SMS: “Luis [Bárcenas] sé fuerte”.

Educación. Y vergüenza. Con un poco de vergüenza, el exministro en funciones José Manuel Soria no seguiría tomando el pelo al personal, cuando reconoce haber cometido un único “error”, uno sólo, en el asunto de las empresas exentas de contribución al fisco español en las Bahamas y en Jersey. Hay que tener la cara muy dura para afirmar que la única equivocación ha sido anticiparse a dar explicaciones sin acordarse de haber sido secretario de una de estas firmas y que de las otras tampoco sabía nada porque se constituyeron en el pleistoceno.

Hay que tener estómago para elogiar Soria después de su no dimisión (o sí, qué lío), como hace la plana mayor del PP en puertas de una nueva campaña de la renta y en una sociedad con una clase media -responsable- desahuciada en el mercado de futuros y en proceso galopante de precarización absoluta durante décadas. Claro que, mirándolo bien, la amnesia repentina de Soria sobre sus negocios "legales" (cada vez se entiende menos por qué demonios se habrá marchado este hombre dejándolo todo, ¿verdad?), es obligada si Rajoy, que lo nombró, pretende continuar en la poltrona en funciones. 

La amnesia repentina de Soria sobre sus negocios "legales" es obligada si Rajoy pretende continuar en la poltrona en funciones 

Educación. Y vergüenza. Y decencia. Esta misma semana de las dimisiones en funciones hemos sabido que el ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, Cristóbal Montoro, ha impuesto una multa al expresidente José María Aznar López de 70.403 euros, a los cuales se añaden cerca de 200.000 más a ingresar, por otro olvido tributario referente a una empresa familiar. Aznar López, de profesión inspector fiscal. Aznar López, un José Manuel Soria con bigote y cara avinagrada conectado con la crème del imperio mundial de salvapatrias evasores de impuestos. Un selecto club con bandera panameña que puede acoger desde un primer ministro de la modélica Islandia (y, por eso, rápidamente autodimitido) hasta todo un premio Nobel de las letras peruanas y universales (bien: Hay que decir que don Mario Vargas Llosa se dio de baja, del club, al saber que recibiría el galardón de la academia sueca) por no hablar de otros laureados miembros de las ciencias y las artes cinematográficas y televisivas mundiales como Pedro Almodóvar o Bertín Osborne.  

Y, con todo, la sensación generalizada, aunque cueste verbalizarla, es que ni el PP, ni el edificio entero del sistema español acaban de hundirse, por más bombas de relojería que hayan estallado una tras la otra en todas las estructuras que lo componen desde aquel día no muy lejano que el rey Juan Carlos I decidió finalmente jubilarse de la caza mayor en el África austral. Este es el subtexto del asunto y la clave de bóveda inercial que aguanta las paredes maestras del edificio. El PP, aunque parezca mentira, puede volver a ganar las elecciones generales del 26 de junio, y España entera puede continuar en funciones in saecula saeculorum. A menos que, claro está, un improbable milagro real de última hora (la tradición europea más ancestral atribuye a los monarcas poderes taumatúrgicos y Felipe de Borbón está por estrenarse), o bien una llamada de la señora a Merkel, les obliguen a todos juntos a vacunarse contra el odio telúrico que visceralmente se profesan desde hace siglos y encontrar una salida al laberinto.

El PP, aunque parezca mentira, puede volver a ganar las elecciones del 26 de junio, y España entera puede continuar en funciones in saecula saeculorum 

¿Y pues, por qué no se hunde el PP? ¿Y pues, por qué el edificio español, bloqueado políticamente e institucionalmente desde hace años, carcomido hasta el tuétano por la corrupción y el capitalismo de amigos, conocidos y saludados se resiste a caer como un castillo de cartas?

Se pueden ensayar múltiples respuestas. Una, endógena, pasaría por pensar -la fallida investidura de Pedro Sánchez, el candidato del Rey lo corrobora- que, en realidad a la nueva/vieja política aún le tiemblan más las piernas que a la viejísima ante la posibilidad de que la obra caiga, ante la perspectiva de tener que rehacerla desde los cimientos. Más que a una derecha que todavía tiene que demostrar que el estado de la cosa pública, le importa, en realidad un poco más que un rábano.

Hay también una respuesta, digamos exógena, un pelín posmoderna, que habla de las multidependencias hispánicas en el contexto próximo, europeo, y global. Parafraseando a Oriol Junqueras en una reciente entrevista en El Nacional, España tampoco puede decidir hundirse (o suicidarse) unilateralmente: La Europa renqueante de la señora Merkel, los acreedores del Bundesbank y del BCE, no se lo permitirían. Pero ante la duda, me quedo con Rajoy: España no se hunde porque es fuerte, como tú, querido Luis. Y porque los catalanes, en el fondo, todavía se lo se están pensando y están pensando todavía qué hacer, con España.