Después de semanas de obligada atención al confinamiento, ahora ya al desconfinamiento, empezamos a hablar concreta y seriamente de las consecuencias de la Covid-19 y de las estrategias de salida que tendremos que adoptar a todos los niveles. Unas estrategias económicas y sociales, ciertamente, pero también en defensa de la calidad democrática que la crisis ha puesto en riesgo.

De hecho, y desgraciadamente, ya tenemos signos de debilitamiento democrático y de retorno a la versión más centralizadora del estado nación. Desde Madrid, Sánchez decidió suspender las autonomías, y en Barcelona, el Ayuntamiento habrá estado casi dos meses sin vida institucional real ni toma de decisiones con participación de la oposición. Sin olvidar el explícito reforzamiento de las funciones policiales de control social y la diaria exhibición de militarización mediática estatal. Todo para controlar un confinamiento que, a pesar de todo, sólo está siendo posible gracias a la conciencia y la responsabilidad de una abrumadora mayoría de ciudadanos.

Precisamente, para reivindicar más y mejor democracia, la primera propuesta de ERC al Ayuntamiento de Barcelona, una vez nos ha sido posible presentar alguna, ha sido para reclamar la constitución de una Mesa de Ciudad abierta a los representantes de la sociedad civil para decidir conjuntamente la manera de impulsar un futuro mejor. Rigurosa, ambiciosa y con criterio y calendario de trabajo bien definidos. No una versión barcelonesa de unos (caducos) Pactos de la Moncloa de foto amable y unidad política vacía, sino un espacio de debate y concreciones. Tendríamos que estar ante la verdadera transformación de la ciudad de este primer cuarto de siglo.

Hay que decirlo claro, la diferencia entre un estado autoritario y uno democrático no es si se gobierna para la gente, sino gobernar con la gente. Algo que en ningún caso supone un camino sencillo y sin conflictos, sino la mejor vía para resolverlos. Porque no hay duda de que habrá contraposición de intereses; para empezar, para ver quién se hace más o menos cargo de los costes de la crisis.

En el grupo municipal de ERC lo tenemos muy claro: quien más parte del PIB se lleva, quien más patrimonio acumula y quien más rentas obtiene, más parte del esfuerzo de redistribución para compensar su disminución tiene que asumir. Y si Europa ayuda, mejor. Es lo que tenemos que proponer y reivindicar desde nuestro propio compromiso y sabiendo, sin embargo, que difícilmente lo hará si al mismo tiempo nosotros no hacemos los deberes.

Muy principalmente, tendremos que abordar, por fin, la reducción del diferencial de presión fiscal, que en el estado español es siete puntos inferior a la media europea. Un diferencial que afecta gravemente a los municipios. En el caso de Barcelona, y calculado en el peso del presupuesto sobre el propio PIB, con una financiación que es menos de la mitad del de las ciudades de Alemania, donde también los länder reciben más que las comunidades autónomas españolas.

Y junto con la financiación, las competencias. Porque la paradoja es que los ayuntamientos han podido hacer superávits, a pesar de la escasa financiación, vistas las todavía más escasas competencias con respecto a lo que tendría que ser central: los servicios a las personas; las personas mayores, los niños, los colectivos más vulnerables...

Para reivindicar más y mejor democracia, la primera propuesta de ERC al Ayuntamiento de Barcelona ha sido para reclamar la constitución de una Mesa de Ciudad abierta a los representantes de la sociedad civil para decidir conjuntamente la manera de impulsar un futuro mejor

Financiación y competencias son debates troncales que tienen que hacer conjuntamente los representantes políticos y los sociales. Por eso la Mesa de Ciudad, a la que ahora habrá que añadir la recuperación económica y cómo se hace compatible con el respeto medioambiental y la justicia social necesarios. No se trata de cerrar un paréntesis para volver donde estábamos. Hay que ir más allá y superar los desequilibrios preexistentes si queremos contar en el futuro inmediato con los mínimos de cohesión social y sostenibilidad económica que nos tenemos que exigir.

Al día siguiente del confinamiento acordado para evitar el colapso del sistema de salud, cuando contemos las víctimas sanitarias y económicas, comprobaremos que no se distribuyen homogéneamente entre todos los grupos sociales. Los privilegios en tiempo de bonanza, se acentúan en tiempo de convulsión. A modo de ejemplo, que el inquilino se tenga que endeudar para pagar al propietario, o que una parte significativa de trabajadores, pequeños empresarios o autónomos lo pierdan casi todo, mientras otros mantienen intactos sueldos altos, rentas patrimoniales y capacidad de ahorro.

En el gran espacio metropolitano de Barcelona tenemos circunstancias bastante específicas que tendremos que saber afrontar: el papel del turismo, la función del comercio de proximidad, la recuperación de una moderna concepción industrial, los nuevos modelos de movilidad sostenible, la actualización del marco global del urbanismo...

Ciertamente, tendremos que asumir el esfuerzo colectivo adecuado para disponer de los servicios públicos básicos de los cuales la Covid-19 nos ha mostrado las vergüenzas e insuficiencias, especialmente en Salud y Servicios Sociales. Pero dejadme añadir lo que estoy convencido que tiene que constituir el eje central de la estrategia de país que ahora tenemos la obligación y la oportunidad de poner en pie: la educación y la cultura como prioridad democrática, pero también como elementos definidores de lo que hoy significa Barcelona. Y eso implica inversión pública de gran volumen pero también implicación privada, consideración social, músculo económico y profesional.

Es hora de equilibrar la ecuación sociedad-estado en beneficio de ambas partes. Es hora de otorgar al poder democrático la capacidad de control y decisión que en los últimos 40 años hemos ido dejando en manos casi exclusivas del poder económico y de los grandes estados. Es hora de que compartamos proyecto con las grandes ciudades y áreas metropolitanas europeas. Es hora de gobernar con y para las personas.

Celebramos que el gobierno se haga suya nuestra propuesta de crear la mesa (de verdadera transformación) de ciudad, pues. Nos haremos presentes con insistencia, sin dejarnos arrastrar por propuestas benevolentemente estériles o pequeños debates competenciales. Sin caer en la trampa del consenso obligatorio pero reducido a los mínimos habituales.

Toda la ambición. Toda la concreción. Todo por la ciudadanía de la Barcelona post-Covid.