Si la política no se hubiera vuelto tan visceral, los electores independentistas que participaron en el 1 de octubre optarían por apoyar a Gabriel Rufián en el Congreso, a Puigdemont en las elecciones europeas y a las listas de Primàries en los comicios municipales. La acumulación de citas electorales no se entiende sin la necesidad de que Madrid tiene de ganar tiempo para banalizar la democracia. 

El publireportaje que Enric Juliana le hizo a Marta Pascal forma parte de esta estrategia y tiene una fuerte relación con el tumbo que los líderes de ERC han hecho últimamente. Los viejos dirigentes de los partidos hegemónicos catalanes compiten ante Madrid para ver quién se ha vuelto más moderado. Antes del 1 de octubre, competían para demostrar que eran los políticos más devotos de la voz del pueblo.

La misma Marta Pascal que ahora da lecciones de democracia a Puigdemont, le espetó a un cargo de confianza que pedía claridad, después del 1 de octubre: “¿Qué quieres que hagamos, que le digamos a la gente que la hemos engañado?”. Atrapados entre la represión española y la voluntad de sus votantes, los dirigentes que lideraron el procés han cambiado la orientación de sus imposturas para intentar salvar los muebles.

La estabilidad del Estado depende del significado que los catalanes den a la democracia los próximos años y Madrid utiliza los líderes procesistas para degradarla. Las urnas se han convertido en un Stalingrado en casi todos los países europeos. Los sectores sociales que se sienten estafados y las élites que hasta ahora explotaban sus intereses económicos a través de los grandes partidos se disputan el terreno con un tira y afloja cada vez más agrio. 

En ninguna parte como en Catalunya se ve tan claro el peligro que Europa corre de abrazar una interpretación asiática y decadente de la libertad individual. Lo que era una tendencia geopolítica provocada por el ascenso de China, ha encontrado un enorme campo de juego en Catalunya con la quiebra del procés. La sociedad catalana es un laboratorio avanzado del nuevo autoritarismo democrático que defienden intelectuales desarraigados y resentidos con Occidente como Parag Khanna

Como que los medios están dominados por los intereses de Madrid, en Catalunya los sectores de indecisos son más susceptibles que en otros países de ser manipulados por los mismos diarios que cargan contra las fake news y el populismo. El primer paso para degradar la democracia es hacer sentir impotentes a los electores y controlar el relato sobre sus límites. El tumbo que han hecho los líderes de ERC es ideal para empezar a allanar el camino al pragmatismo de la vieja Convergència.

Pedro Sánchez necesita que el PSC gane en Catalunya y que PDeCAT estigmatice a Puigdemont, para poder pacificar el país y volver a la sociovergència de siempre. El Front Republicà es un invento pensado para ayudar al partido de Rufián a quedar después del PSC, en las elecciones al Congreso. Sería un escándalo y un aviso a toda Europa que un partido independentista y republicano ganara en unos comicios españoles, por primera vez desde los años 30.

No es extraño que los mismos dirigentes que pedían entregar las urnas a la policía, ahora se se autoboicoteen para no sacar más buenos resultados de la cuenta. En el panorama actual, ganar elecciones tendría más problemas que ventajas, para unos partidos que no saben qué hacer con las victorias que le son servidas con bandeja. Si el independentismo se continúa imponiendo a pesar de la represión, el relato del unionismo flaqueará.

España necesita excluir al independentismo del juego democrático, para poder asociar la libertad de Catalunya con el terrorismo de ETA. Los partidarios de la autodeterminación necesitan hacer como en el 1 de octubre y votar contra los miedos de sus propios partidos, y las trampas que les preparan los diarios del Ibex-35. En el conflicto con España, las urnas han dejado de ser inocentes y cada vez hay que tener la cabeza más fría para averiguar qué voto desgasta a cada bando.

El sistema toca todos los botones para blindarse. El exsocialista de ERC Ernest Maragall, por ejemplo, ya dice que quiere gobernar Barcelona con los Comuns y Junts per Catalunya mientras intenta evitar los debates con Jordi Graupera, el candidato surgido de las primarias. Aun así, el independentismo todavía tiene margen para sacar rendimiento de las urnas antes de que las élites del Estado estén en condiciones de abandonar abiertamente la democracia.