La unidad que se ha esgrimido en el último congreso del PP me ha hecho pensar en estos periodos de tranquilidad que acostumbran a preceder a los cataclismos inesperados. Siempre me gusta recordar que, en el 2007, sólo un año antes de que estallara la crisis, los españoles eran el pueblo europeo que disfrutaba de un nivel de satisfacción más alto en sus instituciones.

La Primera Guerra Mundial también estalló por sorpresa, básicamente por culpa de una aristocracia envejecida y de una juventud frívola y pretenciosa que leía el mundo con los esquemas de sus abuelos. Para sobrevivir, Rajoy y sus aliados del PSOE han convertido la estabilidad política en una especie de cóctel explosivo cada vez más inestable.

Rajoy parece haber olvidado que los pequeños fuegos evitan los incendios mayores y que las pequeñas guerras locales evitan los conflictos mundiales. Catalunya sirvió durante muchos años de válvula de escape en las luchas de poder entre la izquierda y la derecha españolas. Con el último congreso, Rajoy ha agotado Catalunya como instrumento electoral, al igual que Mas lo agotó después del 9-N.

Una vez silenciada toda oposición con la excusa de la unidad de España, Rajoy sólo se sostendrá mientras los políticos catalanes no pasen a la acción. Por eso hay maniobras para resucitar al mártir Mas. Si los líderes que se han comprometido a celebrar el Referéndum, lo ejecutan como Dios manda, Rajoy se encontrará ante un plebiscito sobre la independencia que cuestionará la base de su política.

Rajoy necesita que Susana Díaz gane el congreso del PSOE, y ponga orden, pero la alianza entre el PSC y Pedro Sánchez de momento es difícil de romper. Además, la división que los diarios avivaron dentro de Podemos tampoco acaba de cuajar. La riña entre Iglesias y Errejón, ha hecho un favor a Podemos, porque ha reforzado al líder y ha bajado los humos a los discursos buenistas partidarios de pactar.

Una vez se ha visto que ni Errejón era tan listo como se pensaba, ni la prensa del BOE tiene tanta influencia fuera de sus ámbitos, el partido de Iglesias puede tender puentes a Pedro Sánchez. Puede rearmarse y esperar a ver qué hace Rajoy ante el referéndum. Si lo respeta, el entorno de Aznar se encargará de él; si lo intenta reprimir y los catalanes ponen resistencia la izquierda ganará prestigio porque la gente no quiere pitote, y el PP ha prometido tranquilidad. 

Acabe como acabe el conflicto catalán, difícilmente el PP seguirá siendo el partido alfa de España. Igual que el PSOE no se repuso nunca de los GAL, ni CiU del simulacro del 9-N, el PP ya ha llegado tarde para superar el referéndum catalán. No se puede destruir la democracia con la democracia. Rajoy ha mandado el PP a la papelera de la historia y sus militantes todavía no lo saben.

No es extraño que Aznar haya sido el primero en verlo. Los analistas que creen que Rajoy es un genio de la seducción no han entendido que su único mérito ha sido aprovechar la pereza mental que producen los intereses creados, cuando se mezclan con el miedo. Rajoy es como Dorian Gray. Cuando los jóvenes que querían renovar el PP intenten pedir la cabeza ya no estarán a tiempo de cambiar el rumbo del Titànic.