Putin ya tiene lo que quería. Si no comete un error de cálculo a última hora, o hay un accidente, pasará a la historia como el hombre que volvió a poner a Rusia en el lugar que le tocaba. Los Estados Unidos también han conseguido lo que querían: la presión de los rusos les dará la excusa que necesitaban para recuperar el control de Europa a través de Gran Bretaña y de Polonia.

Catalunya podría haber jugado un papel en el nuevo Eje del Bien que los americanos están forjando, pero Ciu solo tenía interés en frenar a Esquerra. Ahora, cuando Sánchez envía soldados a Ucrania, me hace pensar en una frase que la censura tachó a Josep Pla: "Cambó decía que el castellano es el mejor criado del mundo", se leía en el original de Rusiñol y su tiempo. En la Europa nazi de 1942 la frase tenía todavía más tela que ahora.

Gracias a la inseguridad que Catalunya genera en España, pues, Estados Unidos podrá acabar de dominar la vanidad de Francia y de Alemania. Madrid será el navajero que pondrá el pincho en las espaldas de Berlín y de París como en los buenos tiempos de Aznar y de la guerra de Irak, con la diferencia que ahora no hay nadie que ate los perros con longanizas. Aprovechando la presión de Rusia, los americanos se podrán sacar de encima los valores humanitarios europeos que empapaban la OTAN sin tener que aguantar un Trump.

En Occidente se trata a Putin como un loco, pero el presidente ruso fue el primero que entendió que los discursos democráticos europeos eran una comedia sin límite

Putin ha liberado a los Estados Unidos del voto unánime de la Alianza, y ahora Rusia va a tener un aliado para frenar a China, si lo necesita. La hipocresía solo funciona cuando tiene un límite realista. Putin lo aprendió hace muchos años, cuando la URSS cayó, y ha jugado sus cartas mucho mejor que los políticos de Kiev. Si Ucrania hubiera hecho su trabajo, en vez de jugar como Catalunya al mundo nos mira, su territorio no se habría convertido en la Polonia de la globalización.

En Occidente se trata a Putin como un loco, pero el presidente ruso fue el primero que entendió que los discursos democráticos europeos eran una comedia sin límite. Ahora Biden dará un abrazo del oso a Putin y Putin se lo dará Europa con la ayuda de España, que es la pared que ningún país del continente podrá saltar mientras Catalunya no despierte. Putin ha conseguido con Washington el trato bilateral que Mas quería con Madrid, porque ha aprovechado las virtudes de su país sin dejarse acobardar, ni jugar con fuego gratuitamente.

A mí la Catalunya procesista me recuerda a la URSS de 1990. Mas sería nuestro Gorbachov y Junqueras nuestro Boris Ieltsin. Si los políticos rusos hubieran hecho el llorica, y sobre todo si Putin no hubiera hecho limpieza, Rusia sería ahora una gran desechería americana gestionada por Europa. Es una lección que todos aprenderemos en los próximos años, a medida que la distancia entre los ricos y los pobres se vaya ensanchando y las tonterías feministas de Pere Aragonès vayan cayendo en los platos vacíos de los catalanes espoliados que no comen banderas.