La prueba que el referéndum está en peligro y que habrá que luchar para que se pueda ejecutar como es debido es la insistencia con que algunas voces maquiavélicas lo vinculan a los presupuestos. Esta vinculación es la que permite que Enric Millo pueda utilizar el cadáver fresco de una niña muerta para lanzarlo contra el independentismo, para el escándalo de las personas sensibles y también de las hipócritas.

Cuando las preguntas están equivocadas, las respuestas salen torcidas y pedantes, como la retórica de estos jovenzuelos que se piensan que conocen el poder porque le hacen reverencias a un señor bien situado. Si yo te pregunto si prefieres que mate a tu padre o a tu madre, la única respuesta correcta que puedes darme es que matar está mal. Sólo los malos y los inocentes se ponen a filosofar sobre las ambulancias y las dificultades de tomar partido.

Con el referéndum, y la Catalunya de izquierdas y de derechas, pasa igual. Justamente por eso los malos han vinculado la autodeterminación a unos presupuestos que no gestionan más del 5 por ciento de los impuestos que generan los catalanes. Mientras se pueda mezclar la autodeterminación con intereses partidistas, las preguntas serán capciosas y las respuestas harán daño y no llevarán absolutamente a ningún sitio. Eso es lo que necesita el gobierno español.

Justamente porque el autonomismo se basa en obligarte a decidir cosas absurdas, ya se ve que el objetivo del Opus Night es conseguir que la CUP no se presente en las próximas elecciones. La CUP está en peligro, porque está como Trump en los Estados Unidos, rompe todas las mafias del sistema, que son las que permiten que la autonomía aguante y que el catalán fastidiado siga obedeciendo interiormente los dictados de La Vanguardia. No sé si es necesario recordar que el acto del otro día en Europa sobre la autodeterminación de los pueblos no se habría celebrado sin la presión de la CUP.

Una manera de conseguir desactivar a los cupaires es fabricando un Referéndum defectuoso que lleve a algunos grupúsculos a pedir una pausa para reflexionar. Otra manera es que el Referéndum no se haga y que el partido de Anna Gabriel quede como el pobre cornudo que paga la fiesta. La tercera manera de anular a la CUP es que los presupuestos no se aprueben, por la intransigencia de algún sector ofuscado.

Entonces, si el gobierno de la Generalitat impulsara un simulacro de referéndum igualmente, además de dar una pasta al propietario del diario Ara, liquidaría a la CUP por una buena temporada. Este sería el escenario que permitiría disolver mejor los restos de los cupaires dentro de Podemos, que es el sueño de los niños de ESADE. Con el espíritu de la CUP liquidado sería más fácil volver a consolidar el marco autonómico, que es este en el cual el presidente de la Generalitat tiene que responder preguntas incisivas en la tele indígena, como si gestionara el presupuesto y los recursos de un Estado.