VilaWeb publicó el otro día una entrevista que ponía al descubierto todas las costuras del urbanista Jordi Borja. Se ve que el viejo gurú de la Barcelona maragallista, y papi político de Ada Colau, está decepcionado con los comunes y que amenaza con darse de baja de la coordinadora del partido.

Andreu Barnils es educado y daba por bueno que Borja utilice el referéndum para tratar de "tontos" y "cobardes" a sus compañeros de proyecto. Toda la entrevista daba pena, porque se veía que el processisme tiene más tolerancia con los discursos caraduras cuando son de izquierda que cuándo son de derechas.

El problema de Borja es que se ha pasado la vida yendo de listo y que ahora, delante de Ada Colau y sus jóvenes leones, se encuentra igual que Falstaff cuando Enrique IV le dice, después de llegar al poder: "No te conozco, viejo". Como la CUP ha hecho bandera de la autodeterminación y ha combatido el pujolismo sin renegar de Catalunya, se siente en falso, además de abandonado por los suyos.

Después de criticar y de despreciar a Pujol durante tantos años debe ser duro darse cuenta de que tú has sido igual de hipócrita y de creído que él. Si Borja tuviera el coraje y la consistencia que pide a Oriol Junqueras, diría que se equivocó, pero como ha vivido creyendo que siempre sería joven, adaptando su pensamiento a los discursos de moda, prefiere reaccionar con una rabieta.

El problema de los comunistas de la generación de Borja es que la mayoría se abrazaron a una utopía libresca porque era más fácil canalizar el dolor de la ocupación hacia causas teóricas que intentar luchar por la libertad de verdad. Aunque no quiera pensarlo, no habría podido hacer la carrera brillante que ha hecho si se hubiera declarado independentista.

Si la prensa del Ibex 35 ataca Guardiola de esta forma, ¿cómo habrían acabado muchos comunistas de la edad de Alfonso Guerra, en caso de que hubieran luchado contra el Estado español en lugar de contra el capitalismo? Borja dirá que pensaba que el Estado podía cambiar, pero cualquier persona inteligente sabe que eso es lo que preferiría creer para vivir bien con la conciencia tranquila.

En definitiva, yo no encuentro ninguna diferencia entre utilizar "las garantías" del referéndum de excusa para boicotearlo antes de que se celebre, como hace Xavier Domènech, y decir que votarás a favor de la independencia sólo para "ir contra el gobierno español", como hace Borja. Igual que algunas vacas sagradas del proceso, los comunes tratan de poner el referéndum a su servicio, y eso es lo que acabará de destruir su prestigio.

La autodeterminación es como la espada de Excalibur, que solo puede ser utilizada al servicio de un bien común. Muchos de los que empiezan a utilizar el concepto han cedido a la presión porque tienen miedo de que el pueblo catalán les pase por encima y dé al referéndum una participación demasiado alta, que los deje fuera de la historia. Ya sabemos que tratarán de inventarse algún discurso rocambolesco para intentar cambiarle el significado, como hizo Mas con el 9-N cuando era presidente; los estamos esperando.

Y ahora voy al tema personal. Lo que irrita a Borja de mi manera de hacer tertulias es que le recuerdo que el motor del mundo no es el dinero, como dice el comunismo y el españolismo catalán, interesado en comprar lacayos. Es el amor y el resto de pasiones humanas que transforma a la sociedad y hace crecer al hombre y lo separa de las bestias incluso cuando cae bajo.

Borja se irrita cuando me oye en la radio porque le recuerdo que la nación catalana existe, más allá de la propaganda y de las excusas de salón que ha puesto la izquierda sibarita. Le irrito porque en el fondo sabe que, en el Estado autoritario que él mismo dice que es España, es fácil defender una posición sin inmutarse siempre que recites un esquema de memoria o que seas un cínico o un inconsciente.

Lo que cuesta, en Catalunya, es pensar sin salirse por la tangente y mantener la calma. Por eso Mònica Terribas me sirve flores de Bach, cuando ve que entro en trance ante un tema complicado, oscurecido por las esquinas truculentas de la propaganda y de la historia. Quiere que penetre hasta las entrañas de la ocupación española para que todo el mundo la pueda ver con el detalle y la sutilidad que la ven mis ojos sensibles al dolor y la injusticia.

Es difícil no ponerse nervioso cuando ves que las mismas buenas personas que reivindican la paz y el diálogo acabarían contigo, sin pensarlo, para hacer puntos delante de los españoles. Hace gracia que Borja hable de moderación y al mismo tiempo pida que Catalunya Ràdio me saque de las tertulias. Es una manera extraña de fomentar la tolerancia querer cortar la cabeza de los que no te gustan acusándolos de excluyentes.

Es un poco como decir que votarás a favor de la independencia pero que la independencia no te interesa. O como defender la república y no hacer nada cuando te imponen una monarquía en un referéndum constitucional de escasas garantías democráticas. O como acusar a Andreu Nin de fascista y dos años más tarde pactar con los nazis, aquellos que ponían los aviones a Franco para que bombardeara mejor Catalunya.

Para poner solo unos cuantos ejemplos y no decir que, sin tertulianos como yo, Borja no podría utilizar el referéndum para criticar a sus amigos porque habría elecciones autonómicas. De nada, ¿eh? Todo viene prestado y lo que no es copia es plagio. El placer es mío porque ya se sabe que cuanto más claro se ve el mundo más necesario es saber en qué momento tienes que hacer como si no lo vieras.

A veces me cuesta porque no soy un santo ni lo bastante valiente, y por eso no soy perfecto cuando intento desmontar el fondo de miedo y de demagogia sobre el cual se articulan los debates en Catalunya. Pero como mínimo lo intento. Al fin y al cabo no hay nada como sentirse malentendido para aprender a ver en los detalles más pequeños la sonrisa mágica de la eternidad.