Sólo llegamos a hacernos realmente nuestras las cosas que nos tocan el corazón. Fuera del caldo de cultivo que hace hervir el amor, somos manipulables y gregarios y aprendemos pocas cosas. La inteligencia da frutos mediocres y caducos, a veces peligrosos, cuando queda desprovista del entusiasmo natural que despierta el amor.

Los libros te pueden ayudar a refinar los aspectos técnicos de un conocimiento, pero no te ayudarán a dominarlo ni mucho menos a hacerlo crecer. La sabiduría tan sólo puede destilarse de las chispas de curiosidad que encienden las pasiones. Lo aprendí en el colegio, mientras mis compañeros de clase apuntaban dormidos todo lo que creían que el profesor les dictaba

Una vez el profesor de historia se tiró un pedo y la chica que tenía al lado mío lo transcribió por inercia en forma de onomatopeya. Aquella mañana entendí que es importante que las agujas de los relojes no se retrasen ni se avancen, pero que todavía es mucho más importante para el buen funcionamiento del mundo que alguien les haga marcar la hora correcta. 

Un cazador que tuviera muy buena puntería pero que, en cambio, por algún tipo de trauma o de prejuicio establecido, intentara sólo hacer diana en la cola de las bestias volvería cada día a la cabaña con las manos vacías. Hay una precisión que viene de la técnica, pero hay otra de más profunda y cuidadosa, que nace del entusiasmo y la curiosidad que el mundo despierta cuando quieres la vida sin miedo. 

No hablo del amor estéril que defiende Oriol Junqueras. Hablo del amor que hace falta para devolver una ostia sin odio; de los insultos que hacen falta para abrirte una herida por donde pueda respirar tu estupidez. Hablo de aquel punto de violencia que la vida necesita para reproducirse, para un óvulo pueda ser fecundado por un espermatozoide. Hablo de la creatividad que hace que una máquina sea una herramienta y no una cadena o un sistema de adicción.

Sin el amor, la inteligencia queda reducida a las pretensiones, y los aspectos técnicos se convierten en el refugio de los frustrados que siempre acaban corrompiendo el mundo con su hipocresía desierta de imaginación. Allá donde el amor nos llega aplicamos plantillas disponibles. Entonces los cabellos de Soto Ivars parecen mucho más dignos de ser criticados que no los de Ada Colau y la palabra mayordomo hiere mucho menos que no la palabra mujer de la limpieza. 

Comparad este par de artículos de Valentí Puig, y pensad desde dónde están escritos. El artículo sobre el centenario de Pedrolo es salvaje, pero alegre. Está lleno de vida, porque bebe de una época en la cual el escritor no había sido frustrado por su entorno y pensaba con libertad. En cambio, este otro que habla de Oriol Junqueras resulta casi ilegible. Está escrito desde el miedo y el resentimiento y los conocimientos históricos del autor no aportan nada.

A veces Catalunya me recuerda este artículo o un reportaje que leí sobre el derrumbe de algunas multinacionales que no se adaptaron a su futuro, a pesar de haber tenido tiempo para reaccionar. Cuando las estructuras de una organización están osificadas, cuando han perdido la referencia del sentimiento original que las hizo emerger, pierden la fuerza creativa y se vuelven obtusas y reactivas.

El ejército británico inventó los tanques en las vigilias de la Primera Guerra Mundial pero los dejó de lado porque estaba demasiado bien organizado alrededor de la caballería. La Kodak inventó la fotografía digital pero la aparición de los móviles con cámara se la llevó por delante. La Sony lideraba el mundo de los walkmans, hasta que vino el Ipod e impuso su concepto de la música portable.

Cuando el mundo cambia, hay estructuras que no aguantan porque sus miembros han perdido la pasión para explorar nuevas categorías. Comodones, prefieren pensar desde su mundo perdido y entonces todo son excusas moralistas y cálculos de druida, barnizados de estrategia de salón.