¿Qué pasaría si de pronto dejamos de ser patriotas para ser humanos?”

Mario Benedetti

 

Hay cosas muy tremendas por estos pagos y por eso hasta me da un poco de reparo contarles que creo que mi trabajo ha sido importante para lograr sacar a personas significadas del poder judicial afgano. Verán, no lo escribo para que me aplauda nadie. Ya he tenido algún malentendido en la tele al respecto. No, se lo avanzo para que entiendan por qué llevo casi una semana con el móvil encendido por las noches, tirando de contactos, abriendo vías en algunos casos locas pero que han funcionado y lo hago para que comprendan que lo que les cuento no es fruto de una calentura al sol en mi lugar de vacaciones.

Las tres familias de cargos relevantes dentro del sistema jurídico afgano que estaban en juego, quince personas en total con críos incluidos, llegaron ya a Torrejón el lunes por la tarde. Los salvoconductos para el resto de jueces y fiscales están en marcha, aunque me acaban de decir que los talibanes no dejarán llegar al aeropuerto a ningún afgano más. Es una angustia que he vivido hora a hora y que me permite hacer algunas precisiones.

He visto cierto tono crítico y de sarcasmo con la ministra de Defensa cuando pedía que se llevaran banderas españolas o se gritara "¡viva España!" a las puertas del aeropuerto de Kabul. No hay para tal, aunque ella haya explicado a su manera unas instrucciones que inventaron los del servicio consular a la vista de los problemas que se producían para identificar a los evacuados protegidos por España entre una masa de gentes que bloqueaban las puertas y los accesos al aeropuerto. Hace un par de días que se les indicó que sacaran trapos rojos y amarillos para intentar escoltarlos desde el tumulto a la puerta. Ya ven, las banderas que vuelven a sus primigenios orígenes. Más allá de las leyendas, lo cierto es que las banderas con tonos rojos y amarillos (como la española o la senyera o la aragonesa en su día y otras) habían adoptado colores fáciles de divisarse en el mar y en la batalla, entre el humo y la furia o los elementos, porque son colores que no abundan en ese contexto. Destacan el rojo y el amarillo sobre un fondo de desastre y eso permite que sirvan de señal y de faro. Por ese motivo se les ocurrió a los diplomáticos que se encuentran en Afganistán que podían servir para que entre la masa de gentes que acampan junto a las puertas, los pocos soldados españoles pudieran identificar a los poseedores de salvoconductos para poderlos proteger y llevar hasta las puertas.

Hay que saber lo que es llegar a una puerta. Los salvoconductos son un pasaje de avión y una opción de asilo, pero se convierten en papel mojado si no eres capaz de pasar los controles talibanes, atravesar una masa que puede aplastar personas y conseguir llegar hasta un efectivo español. Llegar a la puerta ni siquiera basta. De las personas que he ayudado a evacuar, algunas lograron llegar con los salvoconductos que les habíamos procurado a puertas recónditas del aeropuerto en las que no había tanta gente: “los documentos son correctos pero sin la presencia de fuerzas españolas para adverarlos no puedo dejarles pasar”, decía implacable el efectivo norteamericano. De vuelta al inicio. Ha habido familias extenuadas que han caído en colectores de mierda pura intentando rodear el aeropuerto para encontrar pequeñas puertas en las que no hubiera una muchedumbre impidiendo el acceso. Sé de una abuela que se despidió de sus nietos, agotada, exhausta, y les dijo que siguieran sin ella porque ya no podía soportarlo más. Hay personas tan amenazadas y conocidas que no podían intentar siquiera aproximarse al aeródromo y a las que ha habido que gestionar un rescate de comando norteamericano y una evacuación en helicóptero.

Destacan el rojo y el amarillo sobre un fondo de desastre y eso permite que sirvan de señal y de faro

Por eso los trapos de colores cobran sentido en este horror de huída de Afganistán. Son un invento, una ocurrencia, una posibilidad de que las tropas españolas que están dentro del aeropuerto puedan ver a los grupos de personas que están confirmadas para ocupar aviones de evacuación españoles, para poder aproximarse a ellas y rescatarlas de la locura. Miren si por una vez el rojo y el amarillo no servirán para algo bueno.

Es una carrera contra el reloj y contra el horror. España no está salvando solo a su personal o a los que colaboraron directamente con sus efectivos sino que está extendiendo el paraguas a jueces y fiscales amenazados por haber condenado talibanes, a mujeres abogadas de colectivos de lucha por la mujer y a otras mujeres destacadas por su lucha por los derechos civiles. No es sencillo. Hay que conocer su existencia y su apuro, comprobar los datos y contactar con gentes que, en la mayor parte de los casos, temen estar dando su móvil o su situación no a los salvadores sino al enemigo.

Así que me temo que lo de los trapos rojos y amarillos puede parecer muy kitsch pero no es sino un intento de solventar problemas muy graves que están costando vidas. ¡Ojalá los colores y las banderas pudieran asegurarnos que sirven para eso en más ocasiones!

La mala noticia es que este desastre va a dejar en la estacada y ante las represalias a muchas buenas gentes que pretendían construir un país más libre. Los talibanes no son idiotas y no van a permitir más tiempo este pasaje de huída que solo arroja al mundo la imagen real de todos los que les huyen y les temen. La defección de un pueblo.

Pronto no habrá ya más posibilidad de sacar trapos rojos y amarillos, ni de ningún otro color. El negro del miedo y del olvido está a punto de caer sobre las mujeres afganas, la sangre y el fuego están a punto de escribir su venganza.

Trapos rojos y amarillos… o trapos negros luctuosos y opresivos.

¡Qué mal, Occidente, qué mal!