“A algún juez se le acaban viendo las patas de cabra bajo la toga y los cuernos perforando su tupida peluca”

Rebecca West

A Casado le tranquiliza que no fuera nadie de su ejecutiva quien propiciara los cambalaches con Bárcenas y le sirve de consuelo que quien lo hizo, su actual escudero de Justicia, cuando se prestó a ello fuera juez. Ya ven. La mancha que se intenta aventar de encima un político la puede recibir la toga de un juez.

Enrique López nunca fue un juez de verdad. Debemos estar más tranquilos ahora que se ha quitado el disfraz y ejerce como caballero andante de Ayuso y como palafrenero de Casado. Al menos ya es él sin careta y totalmente coherente con su voluntad de servicio a los populares que le despuntó tan pronto y que tan buenos réditos le ha dado. Aunque, no crean, no deja de ser un hombre frustrado. Él que aspiraba a los más altos ministerios, a sentarse en el palacio de Parcent, y se ha quedado de ministrillo para Ayuso y como evanescente ministrable de un partido que tiene muy lejos gobernar. Él, que tanto ha servido a la causa.

López se vestía de magistrado cuando puso en contacto al abogado del Partido Popular con el amigo designado por Bárcenas. Casado, muy serio, lo exculpa, porque “es una actitud habitual y nada sospechosa”. Si eres un juez, es tan estremecedora que espero que sus antiguos compañeros de asociación —la APM, Asociación Profesional de la Magistratura— y que sus compañeros de toga salgan corriendo a explicarnos que esto es una aberración, que abominan de ello. Ellos y tantos otros. Eso o que acepten que forman parte de la corrupción porque callan. Señor Casado, quien ha conocido y conoce jueces de verdad lo sabe: jamás un juez intermedia en esos contactos, menos aún un juez que se dice llamado a resolver. ¿Ustedes creen que tras establecer tales liaisons dangereuses no volvió a saber nada de lo que se maquinaba? El empresario amigo de Bárcenas se dolía de que cuando López fue nombrado consejero por Ayuso ya no le cogía el teléfono. Podemos inferir que mientras fue magistrado de la Audiencia Nacional y firmó y despachó sobre ese caso, sí se lo cogía.

López representa la imagen más fea y podrida de la justicia. El juececito de provincias al que el juzgado de instrucción número 10 de León se le quedó pequeño, y que debió darse cuenta pronto de que esa no era su vocación. Hizo amigos dentro de su asociación judicial y en el gobierno popular de su región y consiguió dejar la instrucción y venirse al CGPJ de letrado, a conocer los intríngulis del poder. Tan bien los asimiló que en la siguiente renovación fue ya vocal y portavoz del mismo. En esa época, como fiel aliado de Trillo, se destacó usando su puesto para obtener información de los jueces y traficar con ella brindándosela al PP y por sobrevolar a los magistrados en los juicios más importantes, dejándoles caer cuál era la visión de los populares sobre los mismos. Por si les interesaba saberlo.

En su época en el CGPJ, López se destacó usando su puesto para obtener información de los jueces y traficar con ella brindándosela al PP y por sobrevolar a los magistrados en los juicios más importantes, dejándoles caer cuál era la visión de los populares sobre los mismos

Pero aquel Consejo, que el PP apalancó también dos años de más, se tuvo que disolver, y ¿qué iba a hacer el soldado López?, ¿volverse a su juzgado de León? El mejor acomodo que encontró fue la Audiencia Nacional, que tenía prestigio y coche y escoltas, para no bajarse de la moqueta del poder. Lo malo es que tenía un mil en el escalafón y no tenía número ni para pillar una plaza cualquiera en Madrid. Lo colaron con una trampa que ya he explicado otras veces. Llegó a la sala de lo penal sin haber puesto ni una sola sentencia por delito en su vida. Dicho queda. Aunque no era esa su misión.

No contento del todo con ese papel, que le obligaba a trabajar en los procesos, su siguiente ambición fue el Tribunal Constitucional. Ahí es nada. Este señor que intermediaba para que se hablara con Bárcenas —esa actividad tan normal para un juez que es poner en contacto al amigo de un procesado que él va a juzgar con el abogado de un partido político que ha sido expulsado de la acusación por manipular el proceso— fue introducido como comisario político en el Tribunal Constitucional. Lo elevaron a voz de la Constitución. Sin grandes conocimientos penales, pero sin ninguno, más allá de los básicos, de derecho constitucional. Para lograrlo, el PP, que siempre protege a sus soldados, rozó la indecencia más mayúscula. Con toscas malas artes obligaron a que todos los parlamentos autonómicos que controlaban lo presentaran como candidato a magistrado del TC por el Senado. Él y Hernando. Sota y caballo. El último que tuvo que tragar con hacerlo fue el de La Rioja. Fue una humillación más para el sistema y para tantos magistrados y catedráticos que sí se habían esforzado una vida para llegar allí.

Dentro del Constitucional, sus entonces compañeros no dejaban de referir en privado cómo les avergonzaba cada vez que abría la boca en las deliberaciones, pero fuera callaban. No traía buenas cosas meterse con López. Baco les vino a liberar, a ellos y a la Constitución española, de tan mediocre y disciplinado soldado. Lo de cómo tras cometer un delito se las apañaron para que saliera sin prisión y pudiera volver a la Audiencia Nacional, necesitaría un capítulo aparte.

Como buen húsar, aunque bastante chusquero, intentó juzgar Gürtel. Se resistió a ser recusado. Aseguró no tener “ningún interés cercano ni remoto en formar parte del tribunal que juzgará la trama Gürtel". Ya pueden ustedes valorar ahora. Lo cierto es que tanto él como “Querida Concha” fueron apartados de ese juicio, pero López nunca dejó de sobrevolar sobre los magistrados que sí tuvieron que finalmente sentarse en esa sala incluido al que se mantuvo firme y decantó la sentencia, Julio de Diego. Conocida es su estrecha relación con quien lo presidió, Ángel Hurtado, que sirvió tan bien a la causa que ha venido a sumarse a las huestes mediocres que adornan la sala II. Favor con favor se paga.

El soldado López es ahora un hombre de peso en el PP, pero siempre fue un soldado fiel para ellos.

Ahora al menos lo hace a las claras y en él ha confiado Casado la no renovación del CGPJ. Él, se defiende, nunca tuvo interlocución directa con Bárcenas. ¡Menos mal! ¡Hubiera faltado que un juez de la Audiencia Nacional se reuniera en Soto con el justiciable para llevarle recados! Pero a Bárcenas le acallaron con promesas que no sólo él creyó, sino que se intentaron cumplir.

Le deseo a López lo mejor en su carrera política, más que nada porque aún corremos el peligro de que pueda volver a vestirse una toga.