“Era un cero en una posición que ayudó a formar una imponente cifra. Toda la vida pública está hecha de esos ceros. Era un cero con partidarios notables (…) un cero que sin duda ascendería como un globo hinchado”.

Jakob Wassermann. El caso Maurizius

La gran exclusiva de mis compañeros de ElDiario.es nos ha hecho saber que los turbios manejos que cercan al rey emérito y a su familia —que no a la Familia Real a la que justo se excluye de la investigación— podrían ir mas allá de lo que sabíamos y, sobre todo, más allá de lo que ya nos han dicho que no se llegará a plasmar en un querella. El nuevo episodio de las tarjetas opacas pone sobre el tapete una materia presuntamente delictiva y que no estaría amparada por la inviolabilidad. Vuelta la burra al trigo.

Respecto al contenido filtrado de la investigación, poco más sabemos, que la familia habría estado tirando a troche y moche de las cuentas que tienen en el extranjero, con tanta prodigalidad, que superaría la cifra establecida para el delito fiscal. Ese delito que, como todos sabemos, se arregla con pagar. Así lo han hecho ya en este país futbolistas, grandes abogados y empresarios, así que lo que se arriesga a la mala es pasta.

Más curioso resulta estudiar cuándo y de qué manera hemos conocido que existen estas indagaciones y las consecuencias que ha tenido la filtración. Inmediatamente después de publicarse la exclusiva, la fiscal general dictaba un decreto por el que las diligencias de investigación dejaban de estar en manos de Anticorrupción y pasaban al fiscal del Tribunal Supremo, Juan Ignacio Campos, que ya ha llevado las diligencias anteriores. Así que alguien de Anticorrupción filtra la investigación y Anticorrupción la pierde para que ésta vaya al Supremo. Eso sin que sepamos si puede perjudicar o no a las actuaciones que se haya hecho público, porque una cosa es que nos guste saberlo y sea éste el trabajo de los periodistas, y otra cosa es si eso beneficia al avance de la investigación. Por supuesto, la Fiscalía General del Estado estaba al corriente de que estas diligencias estaban en marcha y de su estado procesal, así lo había comunicado Luzón, pero ni siquiera conocían algunos de los detalles más coloridos que han llegado a las páginas de un diario ahora.

El hecho de que se produzca esta filtración y que se produzca ahora tiene su miga. La pasada semana fue muy agitada en la Fiscalía y lo fue porque en el Consejo Fiscal se votaron candidatos para varios puestos, entre ellos algunos de fiscal anticorrupción. Uno de los más interesados en ocupar esas vacantes era el fiscal Stampa —el que lleva el caso Tándem, el que fue acusado por Calvente de amoríos con la abogada de Podemos—, dado que no tenía plaza fija y estaba en precario, en comisión de servicio que se dice. No le han dado el puesto, se lo dieron a otro compañero, y eso ha provocado algunas campañas curiosas en las que parecen insinuarse extraños contubernios para apartar de los casos de Villarejo a este Stampa, al fiscal más fiscal y más superfiscal que en el mundo ha habido. Pareciera que no nombrarlo es hacerle un favor a Villarejo, lo han presentado como una extraña maniobra de venganza por su magnífico trabajo. Vamos, que él se ha cabreado por no salir elegido y ha vendido muy bien que es el superimprescindible. Es en ese contexto en el que hemos conocido esta bonita filtración sobre las reales investigaciones que procede… ¡bingo!: de Anticorrupción.

Esto no sólo es una información sobre una investigación que afecta al rey a la fuga y sus finanzas sino quizá el último cartucho de una forma de hacer las cosas. Villarejo enloda todo lo que toca

Las cosas son un poco distintas de esa bonita fábula por la cual el superhéroe de la verdad y la investigación ha sido represaliado por el empuje de las fuerzas del mal, que le increpaban en boca de Villarejo durante el registro de su celda. Por cierto, ¿qué hacía él en la cárcel en el registro de una celda? No es ni necesario ni habitual que un fiscal vaya a esos registros y es que vas y luego te increpan y acaba sabiéndose en los periódicos. Todo muy casual.

Lo que sucedió en realidad es que nadie avaló al fiscal Stampa. Nadie le dio un voto y, por tanto, la fiscal general, a la que presentan como villana en esta historia, no podía nombrarle. No le dieron su apoyo los conservadores de su asociación y no le dieron su apoyo ninguno de los progresistas. ¡Pobre Stampa! Lo cierto es que hablan de su ego, de su proximidad con periodistas, de su relación probable con filtraciones, de un estilo de fiscal que no se quiere en Anticorrupción. Todos los fiscales que se pronunciaron en torno a su candidatura parecían coincidir en que para hacer bien ese trabajo hacen falta “más Conchitas y menos Stampas”. Las Conchitas fueron las dos fiscales que de forma callada y discreta llevaron a término la investigación y acusación del caso Gürtel, sobre todo Concepción Sabadell, que es para la carrera fiscal un ejemplo de cómo debe actuar un fiscal anticorrupción para ser eficaz. También parece ser común la idea de que el jefe de Anticorrupción, el fiscal Luzón, es un tipo honesto y técnico pero que no tiene madera para manejar equipos y que, desde luego, no ha sido capaz de controlar ni a sus gentes ni las filtraciones. Le quedan todavía dos años y medio de mandato así que es idea general que es más apropiado llenar de fiscales trabajadores, discretos, grises si se quiere, silentes, pero que persigan como hormiguitas el buen fin de su trabajo.

Así que las tarjetas serán black pero lo que se oculta tras su estelar aparición tampoco es moco de pavo. Esto no sólo es una información sobre una investigación que afecta al rey a la fuga y sus finanzas sino quizá el último cartucho de una forma de hacer las cosas. Villarejo enloda todo lo que toca. Hay que tener precaución con lo que dice, con lo que no dice y con lo que parece que dice. No nos vendrán mal fiscales contumaces y profesionales que sean capaces de no distraerse con las verbenas que este hombre suele montar y que se centren en llegar hasta el núcleo mismo de una corrupción insoportable para un estado democrático.

Sobre lo del rey poco más iremos sabiendo, en el Supremo no son tan dicharacheros, pero veo difícil que acabe en algo. Esto es sólo un pálpito que a mí me da. No me hagan caso.