“La máquina del tiempo no existe. Lo que existe son las puertas del tiempo”

El Ministerio del Tiempo. Episodio 1

 

Si los rusos se confiaron al General Invierno, no me cabe duda de que Sánchez se ha puesto en las manos del General Tiempo. Sólo por eso estoy persuadida, hace tiempo que lo estoy, de que el acuerdo se producirá en el único momento en el que puede producirse. Será un acuerdo in extremis. Será un acuerdo de infarto. Uno que pasará de la mesa de negociaciones a la votación del Congreso. Y estoy convencida de ello en parte porque no me queda otro remedio y en parte porque todo apunta a que el factor tiempo es ese tercer invitado en la mesa de negociaciones, el que no puede ser chantajeado ni ninguneado por ninguna de las partes, el que puede dar la victoria o volcar las fichas. Creo que el ministerio que busca Unidas Podemos y el ministerio que puede darle el PSOE es el Ministerio del Tiempo.

Rebobinemos, sin ningún afán de ser exhaustivos ni de brearles con la repetición estúpida que sólo tiene cabida en un bucle temporal. Algunos se preguntan qué está pasando. Todos lo hacemos de una u otra manera y hay que avanzar en las interpretaciones y arriesgarse en las lecturas. Oigo a troche y moche que estamos ante una investidura inédita, inaudita, plagada de sorpresas y de incertidumbres. Algo novedoso a la par que inquietante. ¿Qué puede responder a esta corte de adjetivos? ¿Qué nos haría felices de contar con tales características? Es una escaleta o un guión. Es algo que reúne todos los ingredientes para concitar nuestra atención para no dejarnos respiro. Algo ha cambiado en la política hace mucho. Es obvio. El Congreso de los Diputados es un ya un plató no muy grande, se sorprenderían de lo pequeño que parece en persona. El hemiciclo es un plató tal vez desde la aparición estelar del niño de Bescansa. Desde aquel inicio de legislatura, como poco, son las lógicas del plató y no las parlamentarias las que rigen la vida política española.

Creo que en esos términos hay que interpretar lo que ha sucedido. Los líderes políticos y parlamentarios ya no hablan para los otros diputados, al menos no en primer término, se saben televisados, cortados en titulares, desgranados, comentados y tertulianeados para su parroquia y para la contraria. Negociar en este escenario es algo que va más allá de los cuartos de arriba norteamericanos a los que Rivera, en su torpeza, llama habitaciones del pánico. Negociar en este escenario exige contar con el minutado, con los tiempos y, sobre todo, con no dejar pasar demasiado para que se malogre lo conseguido. Y por aquí creo yo que van las cosas.

Puede que sea el hecho de haber sido compañera en muchos debates televisados de la mayor parte de los protagonistas de estas negociaciones lo que me hace verlo así. Puede, por tanto, que mi visión esté deformada, pero he compartido lado de la mesa con Pedro, con Pablo, con los Albertos y tengo claro hasta qué punto se pueden calentar las cosas y hasta qué punto, según vas saliendo el plató, con un par de buenas palmadas, los ánimos se aflojan y acabas tomando una cerveza o charlando con aquel al que acabas de asesinar verbalmente o con quien acaba de tirarte todos los trastos imaginables encima.

Sólo cuando no quede tiempo para que nadie estropee la combinación podrá producirse el acuerdo

A veces se va la mano. Es cierto. Sánchez acudió al debate con una estrategia que, como planteamiento teórico, puede ser explicada, pero que no debió ser muy buena cuando resultó inexplicable para sus futuros socios, para los resignados y para la oposición y, lo que es peor, para los ciudadanos y sus propios votantes. Ahí creo que se les fue la mano. Lo que no puedo asegurar es para quién hablaba el candidato. ¿Para el Ibex o para el alma de su partido que sentada en el extremo centro le censura un gobierno como el que va a formar? Se ha convocado a la ejecutiva federal de urgencia. ¿Para quién es el mensaje que se resume en, como veis, o Unidas Podemos y la abstención de soberanistas e independentistas, o las inciertas y suicidas elecciones? ¿Quién tiene que entender que no queda otra opción? ¿El Ibex o algunos de sus barones? La escenificación se les fue de las manos y, desde luego, propició una reacción de Pablo Iglesias muy lógica y muy propia de quien no es amigo de los guiones sino que se crece ante la llama oratoria cargada de razón que le nace dentro. Así fue siempre.

En el segundo día de debate todo se fue reconduciendo. Por dentro y por fuera del hemiciclo. Las votaciones y los anuncios así lo demuestran. Sabemos ya por ERC y por el PNV que su postura será la adecuada a investir si los dos partidos en solfa llegan a acuerdo. Sabemos por Bildu que también. Sólo es preciso ese pacto y el resto será dado por añadidura. La decisión final de Unidas Podemos de abstenerse es una muestra clara de ello, ya sea una toma de postura en el último momento ―con ese voto negativo emitido a primera hora de Montero― ya sea un guion asumido ―qué cuesta enviar un no para escenificarlo aunque se tenga madurada ya la abstención. El tiempo. El tiempo en que votó Montero y el tiempo del voto. El tiempo que sirve al mensaje y que sirve al gesto.

Miembros del gobierno en funciones siguen creyendo que esto cuajará el jueves. Puede que también sean deseos. No hablan demasiado y eso es también una buena señal porque es tiempo de silencio. Cuarenta y ocho horas y el reloj de la cuenta atrás mostrando sus frías cifras en el torso de ese gobierno futuro de izquierdas, que suda tinta porque sabe que puede saltar por los aires mientras Calvo y Echenique se acercan con sus tijeras a ver si cortan los cables precisos. ¿Puede haber algo más emocionante, más televisivo?

Así las cosas, y con el “continuará” oscilando en la pantalla, podemos jugar nosotros mismos a ser guionistas del final de la temporada. Yo voy a proponerles mi final. Vamos a seguir viendo el contador, tic-tac, sin que aparezca nada en la pantalla y es que solamente cuando vaya a pasarse de la mesa de negociación al escaño de votación, los socialistas ofrecerán un ministerio con contenido real a Unidas Podemos para que estos puedan hacer visible su tarea de mejora real de las condiciones de vida de los españoles. Es lo que están esperando. Sólo cuando no quede tiempo para que nadie estropee la combinación podrá producirse el acuerdo.

Es cuestión de tiempo.

Al tiempo...