“El mundo no ha visto toda la verdad”. Zelenski

La solemnidad inicial de la reunión ayer de las Cortes Generales ―Congreso, Senado, presidente y Gobierno― y el aplauso cerrado y unánime de todos, digo todos y no termino de creerlo, auguraban un emotivo acto que se cargó la traducción simultánea, por el atropello, por el tono, por las formas. Yo venía de oír minutos antes a Zelenski ante las Naciones Unidas y, la verdad, su intervención resultó más efectiva y más emotiva, como en todas aquellas ocasiones en las que pudimos oír su propia voz.

Así que ante la falta de su tono vibrante, de su determinación a la hora de pedir acciones más contundentes, de agradecer el envío de armamento español, aquí nos hemos quedado con Porcelanosa y con Gernika para pasar inmediatamente a nuestra propia salsa interna, que es lo que aquí mola. Para qué complicarnos con la angustia de la geopolítica si nos podemos despachar con el chascarrillo de andar por casa.

Zelenski empezó tarde su intervención porque venía de dirigirse a la Asamblea de Naciones Unidas para destacar el inútil funcionamiento de un organismo, cuyo fin es preservar la paz o restablecerla, cuando el agresor se encuentra con el comodín del derecho a veto. “¿El derecho a veto es un derecho a matar?”, preguntaba el presidente ucraniano a una Asamblea de la ONU a la que exigió que se retirara esta prerrogativa a Rusia. Esta demostración in situ de la ineficacia actual de Naciones Unidas hacía que el ejemplo de Gernika estuviera especialmente bien traído, por mucho que a la derecha no le haya gustado. Otra vez la ignorancia y el papanatismo. El bombardeo de Gernika ―un símbolo mundial― llevado a cabo por la aviación alemana, como en el bombardeo de Durango, o en los realizados contra Almería tras el hundimiento del Deutschland en Mallorca, más allá de la afectación de población civil, supusieron la entrada en la Guerra de España de efectivos de dos potencias europeas, en algún caso por orden directa de Hitler. En términos del derecho internacional, y así lo manifestó Negrín ante la asamblea de la Sociedad de Naciones, en septiembre de 1937, esos actos de guerra de dos ejércitos extranjeros invalidaban el encogimiento de hombros ante lo que querían considerar la guerra de España, un conflicto interno. El ataque de la Legión Cóndor a Gernika, como los otros, vulneraba los artículos 16 y 17 del Pacto de la Sociedad de Naciones. Por ese motivo, el artículo 10 ―“En caso de alguna agresión, o de una amenaza o de un peligro de agresión, el Consejo aconsejará los medios por los cuales se dará cumplimiento a esta obligación”― obligaba a llegar en auxilio de la República el resto de potencias. Mas España no fue socorrida tras Gernika y quedó la voz de Negrín, como la de Zelenski ahora, en el vacío de Ginebra: “Los campos ensangrentados de España son ya, de hecho, los campos de batalla de una guerra mundial”. Así de bien estaba elegido el paralelismo, aunque tal vez ni los asesores de Zelenski lo supieran. Así fue abandonada a su suerte España para evitar entrar en un conflicto mundial que se produjo igualmente.

Si clamamos por la opresión de las minorías, no podemos negar los genocidios ni los crímenes de guerra. Si estamos con Europa, estamos con Europa

Entonces no había redes ni videoconferencia. Nadie pudo asistir a ese grito en el vacío de la República Española. Tampoco pudo hacerse público el nombre de las empresas e intereses comerciales que en aquel momento sacaban tajada. La gran sorpresa de la jornada fue para muchos la mención de Porcelanosa, Maxam y Sercobe de forma expresa en el Congreso. Punto para Zelenski. La empresa de la sonrisa de la Preysler sacó inmediatamente un desmentido en redes, pero aun así en el pecado de la tardanza llevan la penitencia, como las otras dos, que tendrán que tomar medidas rápidas para evitar el daño corporativo.

Y es triste que la malhadada traducción nos haya alejado del fondo del mensaje del presidente ucraniano, que pidió acciones más contundentes e instó a “dejar de tener miedo” a “ser fuertes” a hacer valer “los valores democráticos sobre las amenazas”. Es que en este drama no caben equidistancias ni esas extrañas escalas de valores que algunos quieren usar para no distanciarse del todo de Putin. Ni aunque Zelenski antes del conflicto le robara la cartera a sus ministros, estaría justificada la violación del derecho internacional ni de los convenios de Ginebra ni del derecho internacional humanitario efectuada de forma unilateral y clara por Rusia y por orden de Putin. Nada puede difuminar la realidad y por eso es más incomprensible esa postura de una parte de la izquierda más rancia que pretende equiparar las acciones de Rusia con cualesquiera otras. Si estamos con el derecho internacional estamos con el derecho internacional. Si clamamos por la opresión de las minorías, no podemos negar los genocidios ni los crímenes de guerra. Si estamos con Europa, estamos con Europa.

Clausewitz dejó escrito que la guerra era la continuación de la política por otros medios y ahora Zelenski está escribiendo la continuación de la guerra por otros caminos, los políticos y democráticos de los Parlamentos. Esa ha sido la gran baza del presidente ucraniano.

Europa ayer estaba en la Carrera de San Jerónimo. Europa ayer era Zelenski.