Es enternecedor ver cómo todos los partidos del arco parlamentario español se van posicionando poco a poco en torno a la idea de un simulacro de referéndum pactado para intentar borrar el Derecho a la autodeterminación del imaginario catalán. En algunos partidos es más evidente, en otros sólo se expresa a través de conversaciones privadas. En todo caso, ver cómo va calando la idea de que hay que volver a disfrazar de democracia la relación entre Catalunya y España, para evitar un mal mayor, es todo un espectáculo.

Si en 1918 vimos a Lerroux pidiendo un Estatut, pronto veremos a Ciudadanos pidiendo el federalismo asimétrico de Maragall. El otro día El Nacional hablaba de los esfuerzos que Ciudadanos hace por evolucionar y enriquecer su imagen. Los chicos de Arrimadas querrían ser alguna cosa más que el partido de Manolo del Bombo con americana y corbata. El PP también empieza a hacer cura de humildad. Ahora que València ha caído, Génova se pregunta qué podría hacer para dejar de perder votos en Catalunya.

Sólo es cuestión de tiempo que la idea de un referéndum acordado asalte el debate. Con pequeñas excepciones, los políticos son bestias adiestradas y tienen suficiente con oír un par de acuerdos para seguir el sonido de la música. Ahora toca el referéndum. No será un referéndum sobre la independencia, sino cualquier sucedáneo rebajado. Cuando España tiene un problema con Catalunya, Madrid siempre cree que la solución más brillante es trabajar para enredarlo. Haciendo inventos de este tipo la monarquía ha caído dos veces. 

Una vez fallido el discurso de la fractura social, vendrá el discurso del todo es posible dentro de la sacrosanta unidad de España. Se trata de matar la única salida real y la única razón de ser del independentismo, que es convocar un referéndum de autodeterminación a través del Parlament de Catalunya. El Estado busca una salida falsa antes de que la clase processista tenga tiempo de asumir que ha hecho el ridículo con el 9N y las elecciones plebiscitarias y que, en Europa, para ejercer el Derecho a la Autodeterminación, sólo hace falta un parlamento democráticamente escogido que quiera hacerlo.