Hace diez años escribí un guion para un cómic que empezaba con una viñeta de Rajoy muriendo en la cama en el año 2050, todavía como presidente del gobierno. En aquel momento, Europa era un oasis y la independencia parecía el desenlace más natural a las tensiones entre Madrid y Barcelona. Ahora puedo imaginarme el PP mandando al estilo chino o turco durante muchos años, pero con Catalunya dentro de España.

El PP se alimenta del odio y del miedo de sus adversarios y, por lo tanto, es eso lo que promociona. Por otra parte, la respuesta del Estado español a la vitalidad de Catalunya siempre ha sido el oscurantismo. Hete aquí por qué Rajoy cada vez parece más que se encuentra en su salsa. El panorama es fruto de un patrón histórico muy sólido y no tiene que extrañar nada a nadie.

Rajoy es un cacique de provincias con aspiraciones cosmopolitas. Como Jordi Pujol, sabe medir sus fuerzas y aprovechar las vanidades humanas. Aznar tenía ideas de estadista, pero las ideas de estadista en España no se pueden llevar a cabo contra Catalunya. En cambio, dirigida como si fuera un casino de Pontevedra, la unidad de España es posible. Si Franco aguantó 40 años, ¿por qué no tendría que aguantar Rajoy, que es más simpático y no ha librado ninguna guerra?

Como Franco, Rajoy no hace política, se limita a gestionar poder. El objetivo de su gobierno será resistir la situación de Catalunya y la crisis europea sin permitir que la economía española quede en manos de los Estados Unidos. Después del choque emocional que ha producido el derrumbe de los mitos de la Transición, España va camino de la excepcionalidad. Una vez perdida la esperanza de ser un país normal, el PP se prepara para compensar la desilusión impulsando una adaptación del Spain is different.

Si la Generalitat no es capaz de organizar y defender el referéndum, Catalunya será el pretexto perfecto para la creación de una excepcionalidad española, dentro del marco occidental. De momento, cada vez que Joan Tardà o el president Puigdemont hablan de ir a la prisión, como si tuvieran vocación de mártir, el independentismo da un paso atrás y Rajoy gana terreno. Cada vez que Forcadell mezcla los desahucios con la querella que le ha puesto la Justicia española, Rajoy gana terreno y el independentismo retrocede.

España está en manos del PP y de un grupo de políticos catalanes que ocuparon el lugar de los líderes naturales del independentismo con la ventaja que les daban las estructuras provincianas del país. A diferencia del catalanismo, el independentismo no está pensado para presionar España con el objetivo de conseguir acuerdos y concesiones. El independentismo no funcionará nunca como una herramienta de chantaje económico o moral, porque está pensado para no tener que pedir perdón ni autoengañarse.

El independentismo sólo puede funcionar como una expresión de la libertad interior de los catalanes, por eso la gente no se cansará de ser independentista aunque se canse de sus políticos, y por eso el PP no se cansará de degradar el panorama político tanto como haga falta para evitar un choque frontal con Catalunya. Si no hay otra gran crisis económica, o un empacho de poder producido por la falta de una oposición sólida, la única sorpresa que los españoles podrían dar es volver a concentrar el voto anti-PP en el PSOE de Susana Díaz y González.

Sólo con otra crisis seria, Pablo Iglesias tendría una oportunidad. En algunos diarios extranjeros se han dado avisos de que la burbuja inmobiliaria española todavía está viva, y veo que los bancos vuelven a dar hipotecas increíbles. Si no hay un descalabro, tenemos PP para rato, y viendo cómo van las cosas en el mundo y las ganas que algunos españoles tienen de ser como Turquía, la famosa estabilidad se puede ir volviendo tensa.