Decía el malogrado Umberto Eco que la entrada en los laberintos supone, además, el riesgo de perderse. El problema del laberinto no es entrar en él. Lo difícil es salir. El minotauro español se ha perdido en su propio laberinto. Y Catalunya gira atrapada en el suyo sin dejar de mirar de reojo a esa bestia entrañable que se ha enredado en las vueltas de sí misma.

Unanimidad en las portadas: vacío político, bloqueo, incertidumbre. El viernes, el Banco de España enmendó las previsiones de crecimiento al equipo económico en funciones del gobierno de Rajoy (toda España está en funciones, toda España es una función de sí misma), y advirtió de los riesgos de entrar en una nueva etapa electoral. Dentro de un mes, el Rey deberá convocar nuevas elecciones si las Cortes no han investido nuevo presidente. El tiempo se acaba.

También este viernes, el ministro de Exteriores en funciones hizo saber que Obama no va a venir a Madrid mientras no se sepa quién manda. ¿Cabe mayor advertencia de los poderes globales, el económico (el antiguo banco emisor actuando como terminal sureña del Bundesbank, aunque aún arbitra y modera, como el Rey) y el político (ese mismo Obama al que se llegó a utilizar torpemente contra el “desafío catalán”) para que Rajoy, Sánchez y los demás pongan fin a la comedia?

Y mientras tanto, en Catalunya, JxSí intenta sortear la moción-trampa de la CUP para activar la hoja de ruta desconexionista votada el 9N como señuelo de un pacto que no fue y que anuló sin pestañear el Tribunal Inconstitucionalizador. Dicen desde JxSí que ya habrá tiempo de inmolarse ante la justicia “constitucional” española. De hecho, a la legislatura Puigdemont/Junqueras tutelada por la sacerdotisa cupaire Anna Gabriel (la fuerza en estado puro) aún le queda, en teoria, 16 meses.

La moción-trampa de la CUP es un síntoma de que todo se sostiene con alfileres de mantequilla, pero ¿realmente está dispuesta la mayoría independentista del Parlament a saltar la pared?

La moción-trampa de la CUP es un síntoma de que todo se sostiene con alfileres de mantequilla, pero, ¿realmente está dispuesta la mayoría independentista del Parlament a saltar la pared? Esa es la interpelación de fondo que lanzan los de Anna Gabriel con su moción “aceleradora” del procés, aunque en el fondo les importe un bledo, una vez alcanzado el objetivo de mandar a Artur Mas a la “papelera de la historia”. Y de los tribunales españoles (dato que la CUP y algunos más, obvian).

Composición con Minotauro (Pablo R. Picasso)

Podría ser que a la vuelta del verano España continúe en funciones de sí misma con Mariano Rajoy como presidente en funciones perpetuas tras unas nuevas elecciones que lo devuelvan todo a donde está. Para evitarlo –si es que aún puede evitarse- Albert Rivera y Pablo Iglesias deberían levantar sus vetos mutuos para configurar el gobierno de la cuadratura de la nada, puro juego de suma cero a tres bandas.

Cabe la posibilidad de ensayar una especie de vía Mas para España: que Iceta y Domènech convenzan a Pedro Sánchez de que sin referéndum en Catalunya no habrá salida de los laberintos 

Cabe, empero, otra posibilidad que pasaría por ensayar una especie de vía Mas para España: es decir, que Miquel Iceta y Xavier Domènech convenzan a Pedro Sánchez de que sin referéndum en Catalunya no habrá salida de los laberintos. Una consulta sin efectos jurídicos como la que organizó el entonces president de la Generalitat el 9-N de 2014. La ley de claridad canadiense, que Iceta defendió en una entrevista en El Nacional recientemente, no anda muy lejos de esa filosofía.

¿Es ese el hilo de Ariadna? Esa vía que se negó a Catalunya en su día y por la que se imputó a su presidente podría garantizar a Sánchez los votos de Iglesias y las confluencias y las abstenciones de ERC y DiL. E incluso podría generar en Catalunya una relación nueva del govern Puigdemont/Junqueras con el PSC y los comunes. De ahí que los de Albert Rivera hayan advertido severamente contra toda tentativa en ese sentido incluso al precio de que se convoquen nuevas elecciones. El secreto del laberinto reside en que hay que salir de él para conocerlo.