Me enteré de los atentados de Bruselas mientras leía un aburrido elogio del AVE y de una exposición de George La Tour que se puede ver en el museo del Prado de Madrid. Relacionar estas dos noticias aparentemente tan lejanas para mi resultó fácil. Hace tiempo que veo venir el proceso de satelización y de empobrecimiento de la vida barcelonesa que sufriremos sin un estado que proyecte y defienda los intereses de Cataluña en el mundo.

A medida que el clima de violencia se vaya instalando la situación española nos resultará más agresiva y más difícil arreglar, y la pasividad de Rajoy dejará de parecernos tan estúpida. Ya hace años que lo vengo diciendo. Ahora no hay un Hitler pero está el terrorismo yihadista. Cuesta creer que los Estados democráticos, debilitados por la globalización, no lo aprovecharán para intentar centralizar el poder y acentuar el control sobre la población como ya lo hicieron con la primera y la segunda guerra mundial.

Al final de la última temporada de House Of Cards, el presidente de los Estados Unidos confiesa a los espectadores, mientras se mira impasible la decapitación de un hombre en la televisión al lado de la primera dama y de todo el Estado mayor: “nosotros no combatimos el terror, nosotros lo creamos”. Leí algún tuitero lamentándose de que la serie hubiera caído en una ficción tan descarada y sonreí. ¡Que bien que vivíamos hace 15 años, cuando todo el mundo parecía bueno!

No digo que los atentados sean culpa de los Estados Unidos, sólo faltaría, pero detrás de toda noticia publicada suele haber guerras soterradas que no se ven fácilmente. Por ejemplo, ahora que han pasado unos años desde la guerra de Irak es más fácil recordar que Saddam Hussein no fabricaba armas de destrucción masiva pero que, en cambio, osó desafiar la hegemonía mundial del dólar vendiendo su petróleo en euros. 

Una cosa parecida se puede decir de Gaddafi, otro títere abandonado por Occidente, que quería potenciar la moneda libia a todo el conjunto de África con el poder de sus reservas petrolíferas. En la historia, igual que en la geografía, no hay cortes limpios. En Alemania todavía hay bases norte americanas. La austeridad dictada por Merkel no sólo es una manera de mantener el liderazgo germánico del continente. También es una forma de no generar una deuda que acabaría de poner la Unión Europea a merced de Washington.

Si Obama ha preferido ser recordado como el presidente que acabó la guerra fría con Cuba, en vez de desplegar tropas en Siria, no es sólo por intereses electorales o por miedo de otro Vietnam. Dentro mismo de los Estados Unidos hay una lucha entre grupos de intereses que hacen todo el que pueden para seguir dominando la economía mundial y sectores que reclaman menos Estado y más democracia americana. El toma y daca entre imperialistas y nostálgicos de los padres fundadores cada vez será más duro.

Obama quizás será el último presidente que habrá podido hacer equilibrios entre estos dos mundos. Europa también se rompe entre los centralizadores y los democratizadores. A medida que la historia se acelera se va volviendo más dificil de domesticar. Cuando el miedo se extiende los puentes se rompen y las posiciones se polarizan. El desastre de Siria no viene sólo de la guerra de Irak y de la radicalización de los cuerpos militarizados de Sadam Hussein que tan mimados habían estado en tiempo de Ronald Reagan. 

Durante la Segunda Guerra Mundial los patriotas sirios declararon la guerra a los Nazis, expulsaron el régimen colonial de la Francia de Vichy y montaron una democracia. En 1949 el presidente no quiso aprobar un oleoducto de capital americano que tenía que ir desde de Arabia Saudita hasta las costas del Líbano vía Siria. La respuesta de la CIA y del MI6 inglés fue armar grupos islamistas. Eisenhower aconsejó a los servicios secretos alimentar la idea de guerra Santa. Entonces la religión parecía una fuerza nostálgica, fácil de dominar. 

En el 2009 pasó una cosa parecida. Los americanos querían hacer pasar a través de Siria un gaseoducto que tenía que ir desde Catar hasta Turquía, vía Arabia Saudita. Como el 70 por ciento de las exportaciones de gas rusas van a Europa, Putin lo vio como un intento de la OTAN de socavar su poder. Assad, que es aliado de Rusia, se negó a aprobar el proyecto. Las primaveras árabes ofrecían una oportunidad para destronarlo y el país se acabó de incendiar. 

Ahora, los refugiados que llaman a las puertas de Europa demuestran hasta qué punto una democracia no sólo necesita gente, sino que también necesita unos intereses económicos y una fuerza espiritual que la sustenten. Aquella época en la cual parecía posible que el mundo se fuera volviendo cada vez más igualitario y más plano, para decirlo como un columnista del The New York Times, ya no volverá.

Hay una lucha por la redistribución del poder cada dia más encarnizada, no sólo en el mundo sino también dentro de Occidente. Da un poco de miedo ver como, en medio de este gran pitote que ya hace unos años que dura, los catalanes hemos ido y todavía vamos con el lirio en la mano.

Como decía Cicerón -que era experto en periodos turbulentos: "Un traidor es peor que un enemigo en las puertas de casa porque nunca parece un traidor; un traidor habla con el discurso de las víctimas, pone sus caras y utiliza sus argumentos; un traidor apela a la bajeza que hay en el fondo de cada hombre. Y corrompe el alma de la nación hasta que el cuerpo político no puede aguantar más." 

Los jihadistas dan munición a los enemigos y a los traidores.