Las últimas informaciones sobre la actuación de la Guardia Civil hacen pensar en aquellos artículos de Enric Juliana que vaticinaban un dramático recalentamiento del independentismo. Me parece que, al contrario de lo que se preveía, es el Estado español el que empieza a echar humo y a tener problemas de temperatura.

Así como el 9-N estuvo a punto de quemar la maquinaria de los partidos que lo organizaron porque no llevaba a ningún sitio, ahora es la estrategia judicial la que empieza a recalentar el Estado. Madrid se hará daño si sigue abusando de las instituciones democráticas para detener el referéndum. En el contexto de hoy la autodeterminación tiene más recorrido que la judicialización de la política.

Las imágenes de Rajoy declarando en un juzgado por el caso Correa deberían recordar que en una democracia todo se socializa. Si Madrid sigue tirando la policía contra el independentismo, acabará creándose un problema en su casa como ya le ha pasado con la corrupción. Hasta ahora, todos los incendios que la inteligencia española ha provocado en Catalunya —incluyendo a Ciudadanos— se han esparcido más allá del Principado.

La táctica de intentar detener el referéndum con gesticulaciones preconstitucionales servirá para debilitar España, pero no frenará al independentismo, que ya va creciendo en Mallorca y en Valencia. A diferencia de lo que pasa en un Estado autoritario, en un estado de derecho los delitos no se pueden perseguir antes de que se hayan cometido. La justicia española puede considerar que el referéndum es ilegal y puede hacer los papeles que quiera. Pero no puede tocar ni un pelo a nadie hasta que se haya celebrado.

Desde el punto de vista democrático, la autodeterminación es imbatible porque solo se puede condenar una vez las urnas han dado el veredicto. España lo sabe y por eso habla del estado de derecho, mientras juega a pretender que seguimos siendo un país ocupado, ahora que la mayoría de políticos catalanes todavía actúan como si lo fuéramos. Una vez el referéndum se haya hecho, será difícil que ningún juez o ningún policía español ose confundir el delito de sedición con una simple secesión, democrática y pacífica.

El procesismo dice que Europa nos salvará porque vive en la misma película de Rajoy. Pero lo que nos protege es la dinámica política de la misma democracia española que nosotros ayudamos a crear. Cuando acostumbras a tus ciudadanos a pertenecer a un club de países civilizados, después no puedes comportarte como un bárbaro, porque todos los errores que cometes te vuelven como un boomerang. Si yo fuera Rajoy intentaría no dejarme embaucar por los vendedores de humo y trataría de cambiar de táctica.

La campaña del PP contra el Estatuto ayudó enormemente al independentismo; no hay que ser muy listo para saber adónde nos llevará esta campaña contra el referéndum de estética tan vintage.