Todos los que rodeaban Carme Forcadell en la Presidencia del Parlament saben que para todo utilizaba un boli de tinta morada. Era la manera de Carme de expresar, siempre, sus convicciones feministas, faceta quizás poco conocida de la presidenta.
En Mas d'Enric sigue igual. Y ha forjado la leyenda del boli morado. Hablan las funcionarias, hablan las presas. Nada más llegar una amable funcionaria nos atiende. Coincidimos con una simpática pareja de argentinos, de Rosario, como Messi, que han venido a hacer un entrenamiento de rugby a los presos. Debemos hacer cara de venir a ver a la presidenta porque sin ningún preámbulo nos dicen que Carme nos espera. Nos sorprende porque ni siquiera nos hemos identificado. Deben de tener mucha práctica. 'Tú debes ser Andreu Pujol', le dicen a mi pareja de baile hoy.
Nos hace pasar y la funcionaria enseguida nos explica que aquella mañana Carme ha mediado en una pelea de mujeres. Hay menos a menudo que no de hombres. Pero hacen mucho ruido, nos cuentan. "Cuando lo he visto esta mañana he quedado perpleja, la presienta Carme Forcadell intentando serenar a una presa, poniendo paz. ¡Hay qué ver!", se exclama. Avanzamos, atravesando pasillos, escaleras arriba y abajo, patios interiores al aire libre y puertas correderas que sólo se abren por control remoto.
Andreu no la ha visto nunca entre rejas. Nos hacen esperar unos minutos y ella irrumpe serena. Hace buena cara. Y charlamos de todo y de nada. De camino, la funcionaria nos ha hablado del boli morado de Carme, de su faceta pedagógica en la prisión, de cómo enseña a las internas a leer y a escribir, les habla de feminismo. Las vicisitudes del boli morado vuelven cuando estamos con ella. Tiene para nosotros y nos cuenta la historia. Utilizaba el boli morado hasta que se acabó la tinta. Y entonces lo tiró en una papelera. Unos días más tarde observó cómo una interna llevaba su boli. Y le dijo que qué hacía con aquel boli agotado. La interna respondió que era el boli feminista y que lo quería. Entonces Carme encargó que le hicieran llegar un estuche de bolis morados y dio a uno a aquella chica y a todas las chicas de la prisión. También se hizo llevar un tió y les hizo cagar el tió, tradición que desconocían completamente, y para algunas de ellas era la primera vez en la vida que alguien les había hecho un regalo.
"Les explico que escribir en tinta morada es para mí una manera de visualizar la lucha feminista pero que eso se tiene que llenar de contenido y entonces les explico más, les hablo de feminismo. A algunas les cuesta de entender. Vienen de un entorno muy machista, con roles muy claros". Sabe que al día siguiente tengo que ir a ver a Oriol y a Raül y me pide que les haga llegar un inmenso abrazo y "muchos ánimos". "Y le dices a Oriol que estoy muy contenta con que la nueva Ejecutiva de ERC sea paritaria. Pero no es suficiente, se tiene que seguir".
Al acabar nos regala un boli morado para el cantautor (o trovador) Pep Picas, que le está haciendo una canción, que acompaña de un breve texto, de una dedicatoria que dice: "Para Pep, para que escriba mucho con este boli. Espero abrazarte en libertad muy pronto. Mas d'Enric, 533 días". Y todavía me hace una breve reflexión recordando aquel septiembre y octubre de 2017, más bien sembla una lección de vida. "Tenemos que defender lo que creemos y no tenemos que tener miedo a decirlo, aunque tenga un coste, aunque nos digan de todo. Si estamos convencidos de que aquello que hacemos es aquello que necesita el país, no tenemos que tener ningún pesar en decirlo, sin miedo a las críticas. Por eso están los políticos, para tomar decisiones, gusten más o gusten menos".