Ocuparse del dinero público tendría que ser algo de sagrado y, en cambio, todo el mundo se siente legitimado y con derecho y capacidad para chapucearlo. El último ejemplo lo tenemos en la nefasta gestión de la candidatura fallida de los Juegos Olímpicos de invierno 2030. La Generalitat de Catalunya se empeñó a sacar adelante la iniciativa sí o sí, con o sin Aragón, a pesar de advertencias diversas —factores económicos, oposición social— y a pesar del sentido común que desaconsejaba la organización por el contexto creciente de cambio climático y de extrema sequía. Después de un proceso de casi seis años el Gobierno del país se ha dado cuenta, por fin, que el proyecto no será ni posible, ni viable.

Por el camino reciente, sin embargo, se habrá gastado más de 830.000€ provenientes de nuestros impuestos (una cifra pública y divulgada recientemente por Vilaweb). A nuestro entender, se trata de una vergonzosa malversación de fondos. Mientras tanto, el Delta se derrumba, los trenes van tarde, y maestros y enfermeras no dan abasto. De este dineral, cerca del 40% (unos 330.000€) se destinó solo a elaborar el polémico anuncio que el año pasado se emitió y publicó a varios medios de comunicación para vender las bondades de los Juegos. "Una oportunidad para volver a brillar y enamorar el mundo entero", decía una de las frases. La verdad, no sé si decirles alcaudones o aprovechados, a los lumbreras que han permitido esta insensatez.

El resto del gasto se reparte en informes variados, estudios de documentos técnicos, webs, encuestas, oficina propia y algún cargo. Y todo eso mientras había pendiente una consulta popular, que no llegó a hacerse nunca, y con el grosor de la gente del territorio en contra, articulada por la plataforma STOP JJOO. Qué gran tarea la suya, de dignidad, concienciación y movilización, con el hito de aquella manifestación en Puigcerdà, la mayor de la historia de los Pirineos.

Después de casi seis años el Gobierno por fin ha renunciado a la candidatura catalana por los Juegos Olímpicos de invierno 2030, pero por el camino se habrá gastado más de 830.000€ públicos

Para convencernos de la idoneidad de la cosa, además, en el transcurso de las negociaciones, rumores, desinformaciones y otras noticias, aparecieron las famosas promesas de siempre: mejores carreteras (arreglos, ampliaciones y túneles en la C16 y las N230 y N260) y más trenes (con desdoblamiento del R3 y una nueva línea ferroviaria entre Andorra y La Seu d'Urgell). Eso son compensaciones, señores, no inversiones. Si fueran lo segundo, se llevarían a cabo igualmente, con o sin Olimpiadas. La veguería Aran-Alt Pirineu merece un trato justo como cualquier otra zona del país y no teniendo que trocar la tierra.

En la veguería de las Tierras del Ebro, en su día, también nos dijeron que a cambio de vendernos el agua nos arreglarían carreteras y hospitales. Aquel Plan Hidrológico se pudo detener, pero el río continúa en peligro y muchas infraestructuras todavía las esperamos. El Hospital no tiene la primera piedra puesta, los Euromed pasan de largo y los Avant no han vuelto a detenerse. No obstante, la especulación urbanística y de regadíos vinculada a la posibilidad que determinadas zonas del Estado recibieran agua extra ya se puso en marcha, como en marcha se han puesto aquí pagos por unos Juegos que no se harán. Y como tampoco se hizo el trasvase propuesto aquel año 2000. Alguien, sin embargo, ha cobrado facturas, en metálico o en favores.

Hace solo un año, la Generalitat decía que la candidatura era "sólida, robusta y preparada", hablaba de "proyecto de país" y afirmaba que serviría para "poner el Pirineo en el centro". ¡Gracias! Como ellos ya están, en el centro, pues no les hace falta y nos tienen que ir moviendo a los otros, como en un gesto de bienquerencia supina. Demasiada mediocridad nos gobierna. Y es que la mirada institucional desde Barcelona acostumbra a echar las periferias con un modelo construido con aquella condescendencia colonial de quien no sueña la patria completa con la misma mirada ancha que las coplas de Pere Quart.

Como dice la canción que Alidé Sans compuso para dar apoyo en el Pirineo y rechazar la insostenible candidatura: tenemos la semilla y la tierra para sembrar. Sí, la fuerza de un pueblo. Ahora, próxima parada: parar el Hard Rock. Porque, a pesar de las recientes tormentas esperanzadoras, si la sequía no da bastante nieve para los Juegos, tampoco aportará bastante agua para un nuevo complejo turístico que, a pesar de situarse en el Camp de Tarragona, bebería, lógicamente, del ya escaso caudal del Ebro —situado casi 100km más en el sur— a través de un minitrasvase ya existente desde 1991. Que todos sabemos que la riqueza empieza allí donde acaba la cañería y que el grifo suele abrirse lejos de los ríos y cerca de los insaciables de siempre.