La guerra en Ucrania parece ir rumbo a su fin. La tan anunciada contraofensiva está resultando una catástrofe para Kyiv, y tal y como indicaban los chinos a principios de este año, la guerra va terminando al finalizar el verano. No es que se vaya a acabar del todo, ojo, pues, según los expertos y analistas más objetivos, este conflicto perdurará, en lo que se llama "baja intensidad", mientras seguimos enviando la chatarra que nos va quedando. Esto de la chatarra no lo digo en broma, ni siquiera con doble sentido. Lo digo ateniéndome a los hechos relativos a lo que se le ha ido enviando a Ucrania: los tanques que, averiados, llevaban años cogiendo polvo en hangares o que incluso habían pasado ya a otras manos. Digamos que la batalla en Ucrania ha servido a algunos países para hacer un "Marie Kondo". La del principio, claro, no la que tuvo hijos y se dio cuenta de que era imposible tener la casa ordenada. 

Si no sabe a qué me refiero, Marie Kondo es la experta japonesa en el orden y en la organización de nuestro hogar. Una crack de decirnos cómo doblar camisetas, organizar armarios y, sobre todo, tirar cosas a la basura. Su máxima es que para recibir la alegría de vivir hay que tirar trastos. Y personalmente, no puedo estar más de acuerdo con ella. Pero de eso escribiremos otro día. 

Como decía, muchos estados aliados han hecho su Marie Kondo armamentístico, para proceder después a comprometerse en una cumbre de la OTAN en Madrid a aumentar su gasto militar en los próximos años. España, sin ir más lejos, deberá duplicar su gasto militar para alcanzar el acuerdo del 2% del PIB. Así las cosas, hemos "dejado salir para permitir entrar" los millones a espuertas a la industria armamentística. Desde que empezó la guerra en Ucrania, estas empresas han cosechado uno de los mejores resultados en bolsa. La primera mayor contratista es norteamericana, una británica va en segundo lugar. En Francia también se están llevando un buen pellizco. Vaya, que no sería extraño pensar que aquí están algunos intentando que la guerra no termine muy rápido.

Claro que, nunca llueve a gusto de todos. Si no, que se lo digan a España, cuando la OTAN dejó fuera a nuestras empresas armamentísticas en la reunión donde abordarían qué empresas seguirían vendiendo, de los 31 países de la Alianza, para suministrar armas en la guerra de Ucrania. Se ve que duplicar el porcentaje en nuestro PIB y hacerles las mil reverencias en Madrid no ha servido de mucho. Y por eso Margarita se enfadó notablemente y dio plantón a sus colegas diciendo no ir a la reunión de mercaderes en el templo. España no fue la única en quedarse sin trozo del pastel. Hubo 17 estados miembros más que se quedaron plantados.

Invertimos el doble en armamento, ninguna de nuestras empresas venderá esas armas, nos revientan el campo con el producto de Ucrania sin aranceles, de paso, tragamos lo indecible con Marruecos a cambio de poner empresas en territorio ocupado en el Sahara... y nos jodemos porque rompimos con Argelia y nos quedamos sin el gas al mejor precio. Somos unos linces, sí

De todos modos, el negocio ahora está en otro lado. O mejor dicho, también está en otro lado: la reconstrucción de Ucrania. Esto sería la fórmula del Juan Palomo, o dicho en términos de esta guerra: "Yo te doy munición para el destrozo, yo te arreglo el destrozo". Eso sí, sumado al "y pagas tú", que tiene su aquel. 

A principios de verano se organizó la Cumbre Internacional para la reconstrucción de Ucrania. Así, en plena contraofensiva de Zelenski. No me diga usted que esto no desanimaría al más pintado y dejaría bastante claro que le quedan dos telediarios al conflicto... Ya comienzan a gestionar "ordenadamente" a los que van a llenarse las alforjas. Y se hace en Londres, ojo. Con la ayuda especial de BlackRock y JP Morgan, que está haciéndole un trabajo al gobierno de Zelenski a modo de "donación". Dicen que están ayudando al gobierno de Ucrania a establecer un banco de reconstrucción para dirigir el capital público a la inversión privada que se destinará a la reconstrucción. Qué bonito es encontrar tanta solidaridad en momentos de muerte y destrucción.

El gesto de BlackRock y JP Morgan seguro que no es para saber dónde hacer negocio, dónde invertir y contar con información privilegiada. El Banco Mundial dijo en marzo que Ucrania va a necesitar 411.000 millones de dólares para la reconstrucción (y aún no se había reventado la presa de Jersón). Según publicaba entonces el Financial Times, Ucrania no era muy de fiar y, claro, hacía falta que alguien revisara el panorama. La reconstrucción de Ucrania se llevará a cabo como un fondo de inversión. Y para reconstruir, hace falta un Marie Kondo. O sea, eliminar lo ya construido. 

Y mientras tanto, Zelenski se muestra indignado por la corrupción que asola su país. Se dedica a hacer purgas entre aspavientos. A ver si así consigue ganarse la confianza de la UE y de la OTAN, que, por el momento, acaban de decirle que no le invitan a entrar ahora. Que a lo mejor mañana. Pero que, ¡uf!, tiene mucha tarea que hacer. Y se lo dicen mientras no paran de enviarle armas que revientan su país y matan a su gente. Y mientras inflan de pasta a las armamentísticas. Y mientras montan congresos para forrarse en la reconstrucción. 

Y mientras tanto, Rusia, igualmente encantada. Porque todo esto le está viniendo de maravilla para impulsar los BRICS, para denunciar la podredumbre occidental (como si ellos no tuvieran) y para reestructurar el reparto de sus riquezas y las de sus socios (que, ojo, andan mucho mejor servidos que los occidentales en cuanto a materia prima y de nuevas tecnologías se refiere). En la contienda en Ucrania, tiene armas, hombres y tiempo a su favor. Además del conocimiento del territorio, que hasta hace no mucho era suyo. Rusia cuenta con mucha más preparación que los aliados de Ucrania en esta batalla, que de momento solamente han demostrado tener beneficios económicos. 

A medida que la guerra en Ucrania entre en un tiempo lento, largo como dirían en italiano, la guerra puede desatarse en África. De momento, Níger ha dado un golpe en la mesa. Y ha plantado cara a Francia y a sus aliados. Lo ha hecho en forma de golpe de estado. La manera en que el mensaje contra la corrupción sistémica, la pobreza máxima y el abuso colonialista ha encontrado el cauce, con el apoyo, precisamente, de los BRICS. Porque puede ser el detonante para que los países del Sur jueguen en el tablero. La nueva era en gestión de recursos, la proliferación de la información a través de las nuevas tecnologías entre otros factores han despertado África. Y dicho sea de paso, también, el auge del terrorismo —especialmente en el Sahel—, alimentado en buena medida por los "amigos occidentales".

Algún día llegaría en el que las gentes, cansadas de no tener nada que perder, intenten darle un giro al asunto. O eso quiero y deseo pensar. De un lado, los que toman el poder (sin derramar sangre) y dan un golpe en la mesa desafiando a Francia y llamando gorda a Victoria Nuland, diciéndole a EE.UU. que en lugar de chantajear con la ayuda humanitaria la destinen a un programa de adelgazamiento para la que fue hace unos días a "negociar" con ellos. La misma del "que se joda Europa" cuando la cazaron metiendo el palo en el avispero de Ucrania en 2014. Y del otro, los que se pasan la vida haciendo el Marie Kondo y provocando a Juan Palomo. 

Que le llamen gorda a Nuland es la respuesta más suave que se les podía dar. Recuperando las bonitas palabras de Nuland, dedicadas a nosotros hace casi una década, a la vista está que nos han jodido: invertimos el doble en armamento, no llaman a ninguna de nuestras empresas para vender esas armas, nos revientan el campo permitiendo que el producto de Ucrania entre sin aranceles, de paso, tragamos lo indecible con Marruecos a cambio de que nos dejen poner empresas en territorio ocupado en el Sahara para no sé qué rollos del hidrógeno verde... y nos jodemos porque rompimos con Argelia y nos quedamos sin el mejor gas al mejor precio. Un gas que ahora le compramos muchísimo más caro y de infinita peor calidad a los norteamericanos. Somos unos linces, sí. 

Por cierto, Marie Kondo se dio cuenta de que su plan podía no funcionar cuando aparecían los niños en escena. A ver si es verdad y le hacen caso.