En pie y no arrodillados. Es esta la posición corporal que exige la dignidad humana, la actitud imprescindible para enfrentarse a los energúmenos de la represión españolista. Porque no hay duda, son energúmenos. Cuando me intentaron encarcelar no vi ni ley, ni derecho, ni justicia, ni Constitución, ni civilización, sólo la barbarie de unos energúmenos dispuestos a proyectar sobre mi su banalidad bestial, su pulsión animal, su deseo de hacer daño. De castigar, de escarmentar a los que habíamos osado rebelarnos ante el abuso. En pie y alzados, y sin violencia, pero con el poder de la dignidad humana, con la indignación de los que no aceptamos ningún castigo por haber ejercido nuestros derechos políticos, por habernos comportado como ciudadanos libres de una democracia consolidada en el corazón de Europa. No, no es ilegal realizar un referéndum para la independencia de Catalunya. Ni va contra la ley haber intentado independizar Catalunya. Los que dicen que la Constitución lo prohíbe están leyendo la Constitución como les conviene, no hay ningún delito en la separación de Catalunya. Afortunadamente, nosotros los independentistas también sabemos leer, también sabemos de leyes, también tenemos derecho a opinar, y a votar. Y a decidir. Mientras los independentistas fuimos minoritarios no hubo mucho problema, éramos decorativos, la prueba de que Catalunya era diversa y democrática. Y con reserva india. El auténtico problema vino cuando nos atrevimos a ganar repetidamente las elecciones y a llevar a la práctica el programa independentista. Que en ninguna parte del mundo se limita a construir carreteras, ni escuelas ni concursos de flores. El programa independentista es la independencia. Es curioso.

El programa independentista es la independencia. Es curioso

En pie y no arrodillados. Al señor Gonzalo Boye sus colegas, los abogados del juicio, no le quisieron porque no se inclinaba bastante, porque tiene otra constitución, una constitución anatómica que le impide humillar su cuerpo. Por eso no formó parte del famoso juicio. Después de todo la dignidad del pueblo catalán es una cuestión secundaria. Lo que es auténticamente importante es que las leyes, la administración de justicia, no son un juego de palabras, un juego de interpretaciones retorcidas en manos de unos energúmenos. La justicia es, en todo el mundo civilizado, el último baluarte de los pobres y de los débiles frente a los ricos y a los poderosos. Lo auténticamente importante es que el señor Gonzalo Boye nos ha devuelto la confianza en la manera correcta de hacer las cosas. Muchos se burlaron de él. Le han insultado, le han denostado y marginado, le han perseguido. Pero al final se ha visto claramente quién es y qué hace, más allá de la palabrería interesada de los que nos querían confundir. Le llamo señor porque es lo que es, un gran hombre, una persona que nos ha devuelto la dignidad como seres humanos. Un gran abogado y una persona que piensa con la cabeza pero que, sobre todo, piensa con el corazón. A los jueces ilustrísimos, esos de la venia, no les llamo señores, ni me merecen ninguna consideración ni miramiento. Sólo han conseguido afianzar nuestras convicciones democráticas.