Acabo de estrenar el año 2017 con un dolor de regla tremendo, empachada con el festival de carne de mujer televisado y con un dolor en el alma y en la cartera por los gastos navideños que este año, según una conocida consultora, deberían rondar los 682 euros estimados por persona. Un dato curioso teniendo en cuenta que uno de cada tres españoles cobra, como mucho, el salario mínimo interprofesional. Hasta hace tres días exactos esto eran 655 euros mensuales y el 70% de los trabajadores que lo percibían eran mujeres que, como Cristina Pedroche, podían aspirar como mucho a una diminuta porción de traje de fin de año. Y aún así, las que cotizan forman parte del grupo de afortunadas, pues sigue existiendo una gran masa de mujeres que trabajan al margen de la ley y sin prestaciones de ningún tipo ni seguridad social. La mayoría, en el sector del cuidado del hogar y de las personas dependientes y, todo esto, mientras seguimos escuchamos comentarios del tipo “no sé de qué os quejáis” cada vez que hablamos de los sistemas de cuotas o el incremento de las ayudas a la maternidad.  

Mientras consultaba datos sobre la subida del salario mínimo (que pasa de los miserables 655,20 euros mensuales a los miserables 707,6) leía en la prensa la historia de una mujer que, trabajando todo el día como cuidadora de ancianos y limpieza de domicilios se saca 580 euros al mes, a los que todavía tiene que descontar los gastos del coche y de la gasolina. Su caso es similar al de otras muchas mujeres que no llegan a cobrar 800 euros y que aumentan esa brecha salarial en nuestro país –la diferencia de sueldos entre hombres y mujeres- que superó el 24% en 2013 según el último informe de UGT. No obstante, Comisiones Obreras denuncia que esta diferencia de sueldo ya ha superado el 30%. Entre las que tenemos un sueldo digno, la diferencia se sitúa en unos 4.000 euros anuales con respecto a los hombres.

¿Las mujeres cobramos menos porque tenemos la regla?

Correcto. Ser mujer nos trae problemas casi desde que nacemos. Además de tener que ir a trabajar con dolor de regla y escuchar comentarios jocosos sobre nuestro estado de ánimo la tengamos o no, los trabajos típicamente femeninos están peor pagados que los típicamente masculinos. Que no se caiga la casa abajo es muy importante, pero matar a la abuela o al niño no lo debería ser menos. Albañiles, conductores, repartidores, fontaneros o pintores cobran más, de media, que cuidadoras, peluqueras, secretarias, camareras e incluso periodistas, otro trabajo cada vez más feminizado y peor pagado. Es lo que yo llamo “la brecha de la brocha”.

Ser mujer nos trae problemas casi desde que nacemos

La imposible conciliación laboral es otra de las principales causas de la diferencia salarial. El peso de la familia sigue cayendo sobre las mujeres que una y otra vez renuncian a su carrera laboral o la reducen al mínimo cuando llegan los niños. Las mujeres trabajamos más en casa, en concreto, el doble de tiempo que los hombres, lo que implica 91 días más al año de trabajo no remunerado que ellos.

Los trabajos a tiempo parcial recaen especialmente sobre las mujeres (las mujeres que trabajan a jornada completa son un 72% frente al 93% de los hombres), y la temporalidad, también. En total, soportamos cuatro puntos menos de contratación indefinida.

Las funcionarias no se libran de la brecha salarial. En la administración pública, las mujeres perciben 4.243 euros menos al año que los hombres de media.

Pero ni sin la regla nos libramos. Porque la brecha salarial aumenta a partir de los 45 años. Las mujeres pedimos muchas más excedencias para cuidar a miembros de la familia, lo que nos expulsa del mercado laboral y revierte en peores condiciones y más paro.

A este ritmo, la ONU calcula que tardaremos 80 años en alcanzar la igualdad salarial en los países desarrollados. Las previsiones menos optimistas multiplican por dos este tiempo.

De mi parte, al próximo que os diga “no sé de qué os quejáis” bolsazo feminista y con estilo en toda la cabeza 

Así que es importante que las mujeres nos cabreemos de verdad y exijamos cambios con voz y con votos en las urnas. Y lo es, porque de ello depende nuestra autonomía, nuestra seguridad financiera, y, sobre todo, nuestra felicidad. Es importante que las mujeres pactemos con nuestras parejas el cuidado de los hijos y del hogar, los permisos y las ausencias en el puesto de trabajo y una hipotética renuncia o reducción de su carrera laboral en lugar de la nuestra, si compensa económicamente o es lo que deseamos. Recordad que ellos, carentes de ovarios, lo tendrán más fácil para engancharse al mercado laboral. Es importante que las mujeres exijamos las mismas condiciones económicas que nuestros compañeros varones en el puesto de trabajo. Es importante que compremos productos fabricados por mujeres y contratemos servicios femeninos. Y es vital que las empresas que quieren estar en este siglo se tomen de una vez por todas en serio la igualdad salarial y la conciliación laboral. Por eso es importante apoyar a las pocas que ya lo hacen, apostando por un alto capital femenino y poniendo de moda la política de género. Llegué a Volum buscando bolsos bonitos y me encontré con una tienda online que denuncia la brecha salarial de una forma muy llamativa y original. Esta empresa traslada su lema #somosigualescobramosigual a los propios precios que, como los sueldos en España, varían alegremente según el sexo. Aunque en este caso, sólo es una broma. 

No nos podemos olvidar que detrás de la dependencia económica está la dependencia emocional y, en último instancia, la violencia de género. Las mujeres en paro o con hijos a su cargo son las principales víctimas de la violencia machista. Por eso, la igualdad salarial es el primer paso para la igualdad real entre hombres y mujeres.

De mi parte, al próximo que os diga “no sé de qué os quejáis” bolsazo feminista y con estilo en toda la cabeza.