En algunas ciudades de EE.UU. y Canadá, cada 2 de febrero se celebra el Día de la Marmota. La fiesta más popular es la de Punxsutawney, donde cerca del amanecer una marmota llamada Phil sale de su madriguera. Según la tradición, si Phil ve su sombra, habrá seis semanas más de invierno. Si no es así, porque está nublado, la primavera está al llegar.

En España, no hay tradición de marmotas que anuncien la llegada del buen tiempo, pero sí políticos que salen de sus propias madrigueras y sólo ven sus sombras, la de los intereses de partido y la de los suyos propios. Este año no ha habido primavera, ni verano, seguimos en enero.

Ayer, 26-J, se cumplía un mes del otro 26-J y la escena política nos retrotrajo al más crudo invierno. Felipe VI inauguró la ronda de consultas con los líderes políticos para explorar si hay o no algún candidato que cuente con los apoyos necesarios para ser investido. Y fue entrar por la puerta de la Zarzuela el primero de ellos, Pedro Quevedo (Nueva Canarias) y proyectarse sobre el imaginario colectivo la misma imagen del pasado 18 de enero. Frío, lluvia, viento. Invierno.

De no ser porque Rajoy se había tomado unos días para la “desconexión” en Xanxenso y por la segunda imagen veraniega de Pedro Sánchez en Aldeanueva de Cameros que circuló por las redes sociales, el frío nos hubiera helado la sangre que, la verdad es que, a punto está de helársenos de sólo pensar que quienes tienen la obligación de sacar a España del bloqueo institucional andan de asueto y relajación por los pueblos de España sin mover una ceja por sacar al país del atolladero en que se encuentra. Rajoy, porque cree simplemente que le tienen que dejar gobernar; Rivera, porque de tanto desdecirse y negarse a sí mismo, se resiste a hacerlo una vez más y no quiere pasar de la abstención al sí; Sánchez porque cree que esto no va con él de momento e Iglesias porque nunca nadie contó con él para esta primera ronda.

No hizo falta que Pedro Quevedo llevara abrigo para que nos diéramos cuenta de que volvíamos al crudo invierno, al no porque no y al "le he dicho al Rey que de momento, no estoy en condiciones de presentarme a la investidura” que espetó Rajoy para sorpresa de propios y extraños cuando en enero fue llamado por primera vez a consultas por Felipe VI. 

No han trabajado, al menos, no han cumplido con la responsabilidad encomendada por las urnas, que es ni más ni menos que formen un gobierno

Cuando el jueves por la tarde, el presidente en funciones salga de su audiencia con el Rey, no se espera que diga algo distinto. Rajoy, Sánchez, Rivera e Iglesias no verán su sombra proyectada sobre el suelo porque no parece que agosto vaya a traer el verano para ellos. Esto si por verano se entiende el periodo vacacional que pone fin a un año de duro e intenso trabajo. Ellos no han trabajado, al menos, no han cumplido con la responsabilidad encomendada por las urnas, que es ni más ni menos que formen un gobierno. 

Seguirán en sus madrigueras y habrá, no sabemos si seis, cinco, cuatro o tres semanas más de invierno, el tiempo que Rajoy pueda pedir a Felipe VI para seguir buscando apoyos o el PSOE en convencer a Pedro Sánchez de que no puede bloquear por más tiempo la formación de un gobierno. Claro que igual el secretario general sorprende a propios y extraños, hilvana un discurso de Estado, anuncia una abstención en contra de su voluntad a la que accede por la presión endógena y exógena, y después se retira a sus aposentos. Ya quisieran dentro y fuera del PSOE que esa fuese la escena, pero de momento lo que parece augurar la semana es la versión española del día de la marmota.