"Dios no existe, pero ojalá me equivoque". José (Pepe) Mujica, el ateo más conocido de Uruguay, ha muerto a los 88 años, solo pocas semanas después del papa Francisco, a quien admiraba a pesar de no comulgar con su manera de entender la vida.

En Uruguay, el país con menos personas creyentes de toda América, el expresidente era un referente moral que encarna los valores más radicales de la propuesta cristiana: la mayor parte del dinero que cobraba lo daba a caridad (el 90%), era el icono de la austeridad y vivía con total desprendimiento.

Uruguay es secularizado. En su país no existe Semana Santa (se llama la Semana del Turismo) ni Navidad (tiene el nombre de Día de la Familia). Para Mujica, creer no era una opción, se decía no creyente, pero si le preguntabas te decía que le gustaría tener fe, pero que no podía. Además, su visión de las religiones no era benévola y las tildaba de "arrogantes".

El expresidente era un referente moral que encarna los valores más radicales de la propuesta cristiana: la mayor parte del dinero que cobraba lo daba a caridad, era el icono de la austeridad y vivía con total desprendimiento

Sin embargo, mantenía palabras positivas para el cristianismo de los orígenes, pero "el auténtico", el de las pequeñas comunidades que partían el pan y la vida, pero no su posterior evolución, que detestaba. La persona de Jesús para Mujica era un "militante político que llevó el sentido de la igualdad y el amor a la vida".

Mujica era una brújula de valores: "Pagamos con el tiempo de nuestras vidas: en realidad no compras con dinero, compras con el tiempo de tu vida". Nadie como él ha encarnado el pasaje de Antonio Machado de ir "ligero de equipaje" cuando se acabe el paso por esta vida.

Su agnosticismo no le impidió visitar el Vaticano. Lo hizo en dos ocasiones y siempre con el papa Francisco, con quien mantenía una fuerte conexión. La primera fue en 2013, cuando era presidente y el pontífice acababa de ser escogido papa. Y la segunda audiencia tuvo lugar hace 10 años. Últimamente, habían quedado (el papa Francisco y su mujer Lucia, que era quien hablaba por teléfono) en que buscarían un momento porque Mujica y el papa Bergoglio tenían "un mensaje" para los jóvenes. La reunión no se celebró, pero una persona joven lo tiene fácil estudiando el perfil de estos dos latinoamericanos para adivinar hacia donde iba su discurso, alejado de falacias materialistas y centrado en aquello que verdaderamente importa.