Hace años que ERC y Junts observan el mantra de la hegemonía del espacio independentista como un juego de suma cero. Es decir, un juego no cooperativo donde la ganancia o pérdida de un participante se equilibra exactamente con la pérdida o ganancia del otro. Este mes de octubre, con el pulso sobre la salida de Junts del Govern, ERC ganó, cinco años después —en principio a la baja—, lo que perdió en octubre de 2017, cuando buscando la hegemonía dentro del independentismo perdió su exclusividad. En octubre de 2017, después de vivir algunas fechas críticas para la historia del procés, Junts tomó una decisión que ERC no esperaba: no convocar elecciones. Y así, en el eje nacional era, como mínimo, tan independentista como ERC y CUP. Con el eje nacional consolidado, en octubre de 2022, la militancia de Junts toma una decisión —inesperada para muchos— que, para reforzar lo que ya tiene consolidado, pone en riesgo el eje de la gestión, donde CDC destacaba y al que ERC siempre ha aspirado.

ERC ha tenido un papel activo en esta decisión: incumplimientos, declaraciones de cierto desprecio, el cese del vicepresident… Ha vuelto de nuevo al juego de suma cero: quien gana se lo lleva todo, en este caso el Govern. Rotura generacional profunda. Parece que a raíz de esta estrategia Esquerra puede perder fuerza en el eje independentista. Veremos cuánta. Y veremos también si el eje nacional es clave en las próximas elecciones al Parlament. Su apuesta por el eje de la gestión está clara. Un campo de batalla en el que ha perdido siempre históricamente. Un espacio donde no te refuerza que se te rompa el gobierno, que te apoyen 33 de los 135 diputados o que vuelvas a las épocas en que no se podía aprobar el presupuesto cuando toca.

Con el eje nacional consolidado, en octubre de 2022, la militancia de Junts toma una decisión que, para reforzar lo que ya tiene consolidado, pone en riesgo el eje de la gestión, donde CDC destacaba y al que ERC siempre ha aspirado

Junts ha salido del Govern para reforzar un eje en el que ya era imbatible: el eje nacional. En cambio, pierde en el ámbito donde CDC era una referencia y ahora está más en duda: su capacidad de gestión y un modelo claro de país. No ayuda la confusión que reina en torno a su cultura política, que también está en riesgo: son poco previsibles y para algunos sectores de la sociedad ofrecen poca fiabilidad poniendo en manos de sus bases decisiones de gran trascendencia, como la CUP. Ni tampoco ayuda ir de lío en lío como si esto fuera el juego de la oca donde enredo porque me toca. Es necesario poner orden de forma urgente para no caer en el descrédito.

Sin embargo, las encuestas que se van publicando prevén un escenario electoral más o menos estable. Que puede depender, eso sí, de si la ANC decide presentar una nueva candidatura. Situados donde estamos, con ERC y Junts obteniendo unos resultados que podrían situarlos por debajo del PSC, es pertinente preguntarse con quién pactarán. Porque si no quedan primeros, parece que la única opción que tienen para lograr la presidencia es pactando entre sí. ¿Existe algún otro escenario previsto? Si no, ¿a qué se debe todo ese estropicio? Los próximos retos de ERC parecen claros: aprobar los presupuestos a Pedro Sánchez, algún día sabremos a cambio de qué, y esperar a que alguien les apruebe los suyos aquí. Quizá el propio PSC. Lo que les pone en manos de los socialistas aquí y en Madrid, cuando, a un año de unas elecciones generales, ya les han salvado toda la legislatura. El mejor escenario para Madrid: la dependencia.