Desde el martes por la tarde estamos asistiendo a un mercado de la miseria moral sin final y a un concepto pintoresco de lo que es la democracia. Y lo peor es que 1/ no pasa nada y 2/ cada día que pasa, nos hundimos más en la excreción.

En tres días hemos visto (y, sobre todo, hemos escuchado) a un ministro del Interior conspirando para echar a un líder de un partido político intentando hacernos creer que el gran tema era saber quién lo había grabado. Sería como si un atracador detenido después de robar en un establecimiento dice en el juicio: oigan, a quien tienen que investigar es a la abuela que estaba en la puerta de la tienda y que llamó a la policía.

En tres días hemos escuchado el ruido de un ministro del Interior removiendo un inmenso barreño de excrementos buscándole corrupción a Esquerra y a CDC y sólo encontraba rumores, chismorreos y suposiciones.

En tres días hemos comprobado cómo un ministro del Interior se exclama porque lo han grabado en su despacho y nos dice a los ciudadanos: "¡eh, que me han grabado!". A ver, buen hombre: ¿Era su despacho, si o no? ¿Sí, verdad? Pues a nosotros qué nos explica.  

En tres días hemos escuchado a un ministro del Interior diciéndole al jefe de la Oficina Antifrau de Catalunya que "esto la fiscalía te lo afina. Hacemos una gestión".

En tres días hemos escuchado a un individuo reunido con el ministro del Interior haciéndose el chulo diciendo que han hundido la sanidad pública y, convirtiéndose en abogado defensor de un sustituto que dice que le ha encontrado a Artur Mas, le adjudica al expresidente una hija secreta y después dice que lo ha oído decir. ¿Dónde? ¿En la barra de un local con neones?

En tres días hemos tenido que soportar a un milhombres amenazando a los grupos políticos en el Parlament. Y, cuando le dicen que diga lo que tenga que decir, va y se escapa por la alcantarilla. ¡Feo!.

En tres días hemos comprobado cómo un personaje se atreve a decir que sin él no se podrá combatir la corrupción nunca más en este país... Pero, ¿quién se ha creído que es?

En tres días hemos asistido al momento en que el jefe de la Oficina Antifrau explicaba a un ministro del Interior sus conspiraciones con directivos de grandes empresas para acabar con el independentismo. Pero, a ver una cosa, la palabra: antifraude está formada por "anti" y por "fraude" y quiere decir que combate el fraude. ¿En qué lugar de la palabra y en qué artículo de las atribuciones de la Oficina Antifrau dice que su trabajo es: "por mi cuenta he ido moviendo hilos, siempre he ido proponiendo ideas y cuando he ido hablando con empresarios... yo té lo voy a resumir mucho. Hemos hablado con Isidre Fainé, desayunamos todos los meses y comentamos cosas; con José Luis Bonet (presidente de Freixenet) que incluso viene a las comidas que yo organizo en Santander en verano; con Julio Fernández, de la Asociación de Empresarios Gallegos de Catalunya; con José Manuel Lara y vas hablando con empresarios fuertes y dicen: "Esto lo tienes que hablar, esta es una salida".

En tres días hemos escuchado cómo el señor antifraude explicaba que le pasaba a concejales del PP en el Ajuntament de BCN información en la que estaba trabajando, cosa que vulnera la Ley de Protección de Datos y la propia ley de la Oficina Antifrau.

En tres días hemos escuchado al señor antifraude confesando al ministro que no tiene "ninguna prueba, ninguna, ninguna" contra el entonces alcalde de BCN, Xavier Trias, pero que "probablemente" está implicado en un tema de blanqueo de capitales. Un tema que 11 días después publicó el diario El Mundo.

En tres días hemos escuchado al señor antifraude diciendo en el Parlament: "Soy un hombre digno, recto, honrado y serio. Eso me hace noble". Efectivamente, es todo eso y dos huevos duros.

En tres días, hemos visto a la policía judicial entrando en la sede del diario publico.es, intentando llevarse las grabaciones ¡¡¡SIN NINGUNA ORDEN JUDICIAL! Sin que ningún juez investigue el tema. Como quién envía a los chiquillos a comprar el pan.

En tres días hemos visto como, nadie ha dimitido, ni ha pedido perdón. Ni nada de nada.

Todo eso en tres días. Los mismos tres días en que hemos visto cómo la Gran Bretaña soluciona sus problemas convocando un referéndum del que aceptan el resultado, a pesar de haber ganado una de las opciones sólo por el 52% de los votos.

Tres días en que hemos visto que el primer ministro británico anunciando que se va porque ha perdido el referéndum que convocó para acabar con un debate que amenazaba con enquistarse.

Tres días en que Pedro Sánchez analiza el resultado del Brexit diciendo que: "Esto es lo que ocurre con las consultas que vienen a trasladar a la ciudadanía los problemas que deben ser resueltos por los políticos" o que "grandes hombres de Estado", como Ignasi Guardans, afirman: "Y es un día para repetirlo alto y claro en España: el futuro de un país no se debe jugar en un referéndum. No. Nunca. Nunca. Nunca".

En definitiva, tres días en que España no ha parado de mostrar al mundo cuál es su concepto de democracia. Muy diferente a cómo lo tienen entendido en el Reino Unido, cosa por la que se permiten darles lecciones.