Es altamente probable que la pésima gestión de la agenda feminista realizada por el llamado gobierno de coalición, aunque administrada directamente por Podemos, le cueste la presidencia a Pedro Sánchez en las elecciones generales del 23 de julio. El desastre de la necesaria ley del sí es sí, que, mal diseñada, ha producido efectos contrarios a los deseados —rebaja de penas para los agresores sexuales— por una parte, pero, sobre todo, la queerización o reducción de la hoja de ruta violeta clásica a la cuestión trans, ha dado argumentos a la ultraderecha, pero también a una parte de la izquierda feminista que no lo acaba de ver claro. Estos sectores temen que la problemática de la mujer quede diluida o subordinada en las nuevas políticas y perspectivas de género, que, fieles a su principio de fluidez antibinaria, cada día integran un nuevo colectivo o identidad redefinida perfectamente redefinible. Entre el electorado del PSOE y más allá hay muchas terfas —que es como se señala despectivamente a las feministas de toda la vida— que fruncen el ceño ante el feminismo de la bandera del arco iris o se alejan del todo, como el mismo Pedro Sánchez ha comprobado en los sondeos del CIS, en los que el PP gana voto femenino que pierde el PSOE. A la vez, y en términos de guerra cultural, la revolución feminista del gobierno de coalición ha dado alas al cuñadismo ultra de Vox y las peores versiones del machismo, en este caso de marca España en un país que, lo escribiré una vez más, es sociológicamente mucho más de derechas que la suma electoral de PP-Vox, incluido el segmento que, en la escala ideológica, se suele disfrazar como "de centro".

Podemos, y ahora el espacio Sumar, del que forma parte En Comú Podem, ha confundido demasiadas veces el necesario combate contra el machismo estructural con la ideología que acaba cancelando el género masculino en su conjunto. Y lo peor de todo es que las promotoras de la nueva agenda feminista desde el Gobierno han evidenciado su incapacidad para la autocrítica o han llegado tarde. Como ahora conviene no restar ni un voto, la sonrisa sempiterna de la candidata de Sumar, Yolanda Díaz, su gestualidad siempre friendly, los abrazos y el buen rollo escénico que se gasta, intenta huir descaradamente del feminismo más hardcore de la defenestrada Irene Montero. Hay una campaña de Sumar difundida por las redes sociales que ejemplariza bien la superpopización y la tupperwarización del discurso feminista de Podemos por parte de los asesores electorales de Yolanda Díaz. A la pregunta de "¿Eres de las que siempre lía a sus amigas"?, los estrategas de Sumar proponen convencer "a 4 amigas", para que participen en la campaña electoral desde el espacio #AmigasDeSumar. A partir de aquí, te inscribes en la web y como premio recibes el kit de materiales de campaña #EsPorTi. El merchandising incluye un bolso con la cara de Yolanda Díaz, una camiseta, una visera, unas gafas de sol, una pelota de playa y una botellita de agua isotérmica. Todo, en rosa chicle. Es el viejo marketing Tupperware de venta directa para grupos de vecinas o amigas tan popular en los años setenta del siglo XX y la estética del Súper POP, aquella revista para chicas adolescentes trufada de rutilantes estrellas de la música y el cine que hacía furor en la misma época.

Mientras Yolanda Díaz infantiliza la agenda feminista con su kit de campaña electoral para "sumar amigas", Ada Colau dispara contra Gabriel Rufián con las viejas armas del machismo agresivo y prepotente que usa motes e insultos para estigmatizar el otro

El espacio de Yolanda Díaz necesita sumar el 23 de julio a las feministas de siempre después de haberlas demonizado o caricaturizado como "antiguas" o, lo que es peor, "señoros", término despectivo, equivalente a "machista" que la exalcaldesa Ada Colau, muleta de Díaz en la campaña electoral, ha dedicado en las últimas horas al candidato de ERC, Gabriel Rufián. No deja de ser curioso y preocupante cómo el feminismo oficial utiliza el discurso de género como arma de destrucción del rival político, incluido el de izquierdas, como ha hecho Colau con Rufián sin venir a cuento. Mientras Yolanda Díaz infantiliza la agenda feminista con su kit de campaña electoral para "sumar amigas", Ada Colau dispara contra Gabriel Rufián con las viejas armas del machismo agresivo y prepotente que usa motes e insultos para estigmatizar al otro. El viejo machismo de patio de colegio.

A un cierto feminismo le puede pasar como al "socialismo científico" en la época de la URSS de Stalin, que perdió la mínima credibilidad que pretendía tener como ciencia cuando se vio que era mera ideología (y, además, equivocada). Ciertamente, la exalcaldesa de Barcelona ajusta las cuentas con el de Santako después de que este dijera que le da más miedo Yolanda Díaz que Santiago Abascal por aquello de que el último por lo menos viene de cara. ERC, que hizo el sorpaso a los comunes en las dos elecciones generales del 2019 después de las victorias de aquellos en las del 2015 y del 2016, paga ahora un exceso de proximidad abrasivo y casi nunca correspondido por parte de la presunta izquierda auténtica de los comunes como antes de sus antecesores de Iniciativa por Catalunya. El caso es que ante el pacto de hierro de las derechas españolas que sí o sí llevará a Feijóo a la Moncloa, si salen las sumas, las izquierdas, las catalanas incluidas, se destripan entre ellas a las puertas del 23-J. Si continúan así, al soldado Sánchez no lo salvará ni el PSC por más que los socialistas catalanes se hinchen en los sondeos a base de atraer antiguos electores de ERC que sí que quieren votar.