Un Albert Rivera fantasmal, con un abrigo que recordaba el vestuario de Matrix, inició la campaña del 28-A en Madrid en formato holograma, literal; el acto real —en el mundo no virtual, quiero decir— lo protagonizó en Pedraza, un pueblo de Segovia, un municipio de la España vaciada donde el PSOE y las derechas se juegan la Moncloa. El mismo día, Inés Arrimadas, la hasta ahora líder de Cs en Catalunya, ejecutaba su última performance histriónica en el Parlament, blandiendo un ramo de lazos amarillos en la mano; estandartes arrancados al pérfido enemigo indepe en calles y plazas de Catalunya.

Rivera parece adentrarse en una etapa oscura, casi gótica. Queda muy lejos aquel cartel con que se estrenó en política, en las elecciones catalanas del 2006, donde se presentaba desnudo, con las dos manos cruzadas sobre las vergüenzas, fachada de inocencia inmaculada con lengua de hierro posvidalquadrista. Después tenía que liderar el Podemos de derechas. Ahora se le acaba el crédito. Si Rivera no puede decidir el próximo Gobierno, ya sea resucitando el frustrado pacto con Pedro Sánchez del 2015, o reeditando el trifachito andaluz, su tiempo político se habrá agotado.

Si Rivera no puede decidir el próximo Gobierno, su tiempo se habrá agotado

El lema de campaña de Ciutadans es "!Vamos Ciudadanos¡". Toda semejanza con el infausto "¡!A por ellos"!, con que la España histerizada por las grandes cadenas de televisión públicas y privadas animaba los policías y los guardia civiles cuando salían hacia Catalunya a aporrear a mis vecinos, en vísperas del referéndum del 1-O, es pura casualidad. ¡Y después se dejan entrevistar en TV3 para decir que es una máquina de incitación al odio!

Es una España que, se mire como se mire, asusta. El arranque de la campaña del 28-A tiene algo de espectral. José María Aznar, el hombre que mira a media humanidad como si media humanidad le debiera la vida, ha vuelto a Catalunya a hacer campaña 15 años después. La última vez fue el 9 de noviembre del 2003, en las elecciones en el Parlament que desembocaron en el primero tripartito de izquierdas. Aznar fue telonero en un acto en l'Hospitalet de Llobregat con su sucesor, Mariano Rajoy, y su ministro y candidato a la Generalitat Josep Piqué. Hubo comida, con 1.500 asistentes a 30 euros el cubierto. Eran otros tiempos. Había expectativas de morder electorado a una CiU a punto de perder el Palau. El PP catalán es ahora un partido prácticamente desahuciado. Un partido ectoplasmático. Pero Aznar ha venido a Catalunya a propulsar a su candidata verdadera, la aristócrata Cayetana Álvarez de Toledo y Peralta-Ramos. La gran promesa. Se trata de frenar las fugas a Vox, la otra criatura alimentada en torno al papa negro de la derecha española —y curiosamente impulsada en su día por Aleix Vidal-Quadras, a quien Aznar tuvo que defenestrar para poder pactar con Jordi Pujol—; y claro, de plantar cara con clase y un doctorado en Oxford, a Arrimadas, la líder unionista que acarició la presidencia de la Generalitat pero miró atrás como la mujer de Lot y no había casi nadie. Pero hay más. 

Esta es también la campaña de la sucesión (póstuma) de Aznar. Santiago Abascal, el líder de Vox, ha visitado Covadonga el primer día de campaña. La cuna de la Reconquista: pura propaganda franquista. Pero Abascal no conseguirá el disputado trono de la derecha que Aznar tutela por mucho que se disfrace de Don Pelayo.

Si Cayetana obtiene el escaño por Barcelona, Aznar habrá encontrado sucesora 15 años después

Aznar busca sucesor y no ha conseguido encontrarlo desde que se equivocó con Mariano Rajoy aquel lejano año 2003. Si Albert Rivera pincha el 28-A, será el momento de Arrimadas: la histeria antiindependentista con que se ha despedido del Parlament de Catalunya para ir a Madrid delata sus intenciones. I si Cayetana obtiene el escaño por Barcelona, Aznar habrá encontrado sucesora: cuidado, Pablo Casado, porque este puede ser el máster definitivo.

Solo empezar, la marquesa de Casa Fuerte, como sus antepasados que guerrearon con el emperador Carlos de Gante en las campañas de Flandes o Italia, ya ha ganado la primera batalla. "¿Os parece la imagen de la derechita cobarde? Los Mossos dicen que el 1-O no podían actuar ante la turba, nosotros ayer lo hicimos". Cayetana ha superado con nota el primer escrache de verdad, el viernes, en la Universidad Autónoma de Barcelona y se ha ganado la primera portada del Abc en medio del "tumulto", de la masa enfurecida, mientras Arrimadas agitaba, penosamente, el ramo de lazos amarillos en el Parlament. Cayetana 1, Inés 0.

"Escrache" es palabra argentina de nacimiento, como Cayetana. Y España se decide en Catalunya, como siempre ha sabido Aznar.