El miedo al fracaso, así como tener mal perder, son actitudes profundamente arraigadas en las culturas de origen latino. Este hecho queda ampliamente demostrado en entornos deportivos, sean estos de carácter profesional o no.

El miedo a la derrota y el no saber perder se manifiestan con inusitada virulencia ante la imposibilidad de alcanzar un hito o ante una importante derrota. Quedan claramente reflejados en declaraciones ante medios de comunicación con excusas-queja, por malos arbitrajes, lesiones inesperadas, cambios de horario, falta de tiempo para preparar partidos, la climatología, el terreno de juego, el color de la camiseta, o yo que sé qué... La lista de excusas ante una derrota es inacabable y tremendamente imaginativa.

Lo que es curioso del caso es que la culpa de una derrota raramente es la falta de compromiso, los entrenamientos mal planificados, la baja calidad de los integrantes del equipo, las envidias personales, la falta de estrategia, la falta de coordinación, la falta de planificación o, incluso, el pánico escénico. Nunca.

Hay personas del entorno político catalán (demasiadas) que actúan dentro de estos parámetros: tienen miedo al fracaso y, además, no saben perder. Si aquí añadimos el afán de protagonismo y la ambición personal, el cóctel es realmente explosivo y de suma cero para el país.

La Assemblea trabaja por la independencia, no por la transversalidad, el pluralismo, la neutralidad o la unidad. En la Assemblea miramos la luna, no el dedo que la señala

La Assemblea Nacional Catalana nació en el año 2012 con un único objetivo fundacional: alcanzar la independencia de Catalunya. Ninguno otro. La transversalidad, el pluralismo, la neutralidad política o la unidad son los valores, las herramientas, de los cuales nos hemos dotado para avanzar hacia el objetivo principal, pero no son un objetivo en sí mismo. Confundir los valores con los objetivos es un error monumental. Si esta confusión se genera de manera deliberada por parte de determinadas personas del entorno político, es mala fe y ganas de hacer daño. La Assemblea trabaja por la independencia, no por la transversalidad, el pluralismo, la neutralidad o la unidad. En la Assemblea miramos la luna, no el dedo que la señala.

Hasta el 1 de octubre del 2017 a las 20 horas hemos hecho las mayores manifestaciones de la historia en toda Europa, concentraciones, protestas, charlas, coloquios, puestos, campañas con argumentos, recogidas de firmas, marchas de antorchas, idear un referéndum de autodeterminación, y no sé cuántas cosas más, aglutinando las energías independentistas cada vez más indisimuladas en el terreno social.

A partir de aquel momento, el país entró en una nueva fase marcada por las desavenencias políticas catalanas, las desconfianzas personales entre nuestros líderes políticos, la represión feroz del estado español y el luto social generalizado. Desde entonces en la Assemblea hemos hecho cenas amarillas (muchísimas) en favor de presos y exiliados, pero por encima de todo hemos empezado el camino de los hechos y la efectividad. Hemos ganado espacios de poder importantísimos como las Cambres de Comerç, hemos empezado campañas de desconexión económica como Consum Estratègic (actualmente suspendida por los tribunales españoles y que amenaza la pervivencia de la propia entidad), hemos creado la patronal independentista Anem x Feina, hemos impulsado los sindicatos nacionales catalanes como la Intersindical-CSC, hemos trabajado campañas e iniciativas de lucha no violenta, hemos creado los Consells Locals de la República Catalana cuando ni el propio Consell per la República tenía un nombre, hemos promovido iniciativas populares europeas, hemos contribuido a internacionalizar la causa catalana por todo el mundo, y muchísimas cosas más.

Y a partir de ahora, campañas de desconexión económica como la campaña de soberanía fiscal "Yo pago en Catalunya", decálogo y hoja de ruta para alcanzar la independencia, presión política total en campaña electoral, y fiscalización desacomplejada de la acción institucional hacia la independencia. Ya lo decía Albert Einstein, "si quieres obtener resultados diferentes, no hagas siempre lo mismo". Nuevos tiempos, nuevas situaciones y nuevos problemas requieren nuevas fórmulas y nuevas soluciones. Las viejas fórmulas ya no sirven para dar soluciones a nuevos problemas.

Empeñarse en querer comparar dos momentos tan dispares de nuestra historia política, tanto del país como de la Assemblea, hablando de la ANC, buena (la de Carme Forcadell) y de la ANC mala (el resto), es de una miopía política extrema, cuando no mala fe o intereses personales y partidistas.

A estos aprendices de político cutre y opinadores mesiánicos, que hacen sin ningún tipo de pudor aquello que critican de los otros (dividir, menospreciar, singularizar...), a menudo les pasa lo mismo que le ha pasado a Donald Trump, se les acaba viendo el plumero. Así, podríamos decir que han hecho un Trump. Quizás tendríamos que empezar a decir que han hecho un Heredia, ya que este lo hizo antes que Trump. Me refiero a no entender nada de nada de cómo está el país desorientado y a no saber perder, en gran medida por sus intereses de tener un espacio en medios o una sillita vitalicia. Tiempo al tiempo. Lo sabremos muy rápido. Y las órdenes no vendrán precisamente desde Waterloo.

La independencia se hace, no se dice que se hace. Haced más y hablad menos, o la gente, y también la Assemblea, os pasaremos a todos por encima... y será más temprano que tarde.

Ya estamos hartos. ¡Espabilad!

 

David Fernàndez Aguilera es vicepresidente de la ANC.