Estos primeros meses del 2023 he tenido la oportunidad de reunirme con entidades del tercer sector porque, más allá de visitas, conversaciones y actividades en las que he podido participar estos últimos años, quería escuchar cuál era su situación después de la pandemia de covid-19. Justo antes del estallido de la pandemia, habíamos puesto en marcha el Pacte Nacional pels Drets de les Persones amb Discapacitat y las urgencias que tuvimos que atender en 2020 frenaron la activación. Así pues, la conversación con estas entidades me ha servido para completar algunas ideas que ya he ido conociendo estos últimos años sobre el estado del sector en la salida de la pandemia. Y es por eso que quiero compartir algunas reflexiones abiertamente.

La primera pregunta que creo que tenemos que hacernos como sociedad, desde la ciudadanía, pero sobre todo desde las instituciones, es si cuidamos lo suficiente a la gente que nos cuida. Hay muchos sectores que son esenciales —la pandemia nos hizo más conscientes de ello— y tenemos que valorar si les reconocemos esta importancia. La gente que nos cuida, cuando todo falla, es la que más necesitamos. Y en el caso de las personas con discapacidad, esta importancia es todavía mayor y más valiosa. Por eso, invito a todos los partidos, instituciones y gobiernos a plantearse si las partidas económicas que destinan a ayudar a las entidades del tercer sector para hacer su trabajo de apoyo es suficiente o haría falta que fuera bastante más elevada.

Es evidente que siempre hace falta más dinero y más recursos para las entidades. Pero también es cierto que nos podemos fijar en otros aspectos que no tienen que ver con el dinero y que también las ayudarían enormemente. Por ejemplo, la desburocratización del acceso a las ayudas y subvenciones. Muchas entidades pierden su eficacia social en un mar de papeleo administrativo para el cual no se crearon. Este exceso de justificaciones que hace tan pesado su trabajo y que, en los peores casos, les hace desistir de emprender nuevos programas y de atender a más personas usuarias. Avanzar hacia la concertación de sus servicios sería un paso importante para muchas entidades que verían aliviada la carga administrativa para dedicar el esfuerzo a la asistencia y al apoyo a las personas. Es bueno que avancemos hacia una administración que confía en las entidades que ya han demostrado, año tras año, que trabajan correctamente y nos desprendamos de un planteamiento basado en la desconfianza y el miedo.

También he podido observar otra tendencia preocupante en este sector: la enorme dificultad para retener el talento que las entidades han ayudado a formar. Los recursos escasos de que disponen —unas entidades que hacen un trabajo de servicio público— les impiden remunerar lo bastante bien a sus trabajadores y no pueden competir con los sueldos más elevados que sí que les pagan algunas empresas y la misma administración. Por lo tanto, se produce una fuga de talento hacia empresas y administración después de haber adquirido conocimientos, formación y experiencia en las entidades, que se ven obligadas a empezar desde el principio con trabajadores nuevos. Hay que dotar a las entidades de contratos-programa y de convenios que les permitan pagar sueldos dignos a sus trabajadores; es decir, a la gente que nos cuida.

He querido destacar dos de los aspectos que más se han repetido en las reuniones que hemos tenido, pero es evidente que hay una buena retahíla de reivindicaciones razonables y urgentes que habría que atender cuanto antes. Espero que el Pacte Nacional coja un buen ritmo, que se puedan consensuar soluciones buenas para el sector y que nos podamos convertir en un país moderno y justo con las personas que más lo necesitan. La riqueza que tenemos en estas entidades, grandes y pequeñas, históricas y nuevas, que se desviven para ayudar y cuidarnos es muy grande. De hecho, somos un país que ha sobrevivido, contra todo pronóstico, gracias a esta fuerza de la sociedad civil que se expresa en muchos campos y que es plural y enérgica como pocas en el mundo. Ahora tenemos que cuidar a las personas que nos cuidan.

Quim Torra i Pla
131è president de la Generalitat de Catalunya