Valentino Rossi. Piloto de motos. Simpático, divertido y afable. Era difícil que cayera mal. Una larga trayectoria lo convertía en una institución del deporte y en un referente para muchos niños que querían ser como él. Todo salió despedido por la ventana del sexto por culpa de una reacción, un impulso, en una curva cualquiera, de una carrera cualquiera, de un circuito cualquiera. El hombre simpático, divertido y afable se convirtió en alguien capaz de echar de la pista a un compañero. Y los niños ya no quieren ser como él.

Sergi Roberto. Futbolista del Barça. Hace dos meses tenía los dos pies fuera del club. No era lo bastante bueno como para quedarse. Estuvo a punto de acabar en un equipito cualquiera añadiéndose a la lista de los chicos que podían haber sido y no fueron. Le fue del canto de un duro no convertirse en un cromo amarillento de una página cualquiera, de un álbum cualquiera, de un niño cualquiera que lo consideraría un jugador cualquiera. Ahora todo ha cambiado y es la gran revelación de la temporada. Ahora es el mejor jugador salido de la cantera blaugrana en años. Pronto será internacional y, si no suceden cosas extrañas, pasará a la historia del club y su foto lucirá en el museo.

Una larga trayectoria se puede ir a al garete en un segundo y de la nada puede surgir un liderazgo inesperado. En días como estos, no perdamos de vista que cualquiera puede convertirse en un Rossi o en un Roberto. En política también. Ah, y en un visto y no visto.