Llevamos días a la espera de la sentencia del juicio del 1-O y parece que esta semana es la buena. O quizá no, porque ahora las apuestas han hecho favorito el día 14, es decir, la próxima semana. Todo un juego nada conveniente para dar una buena imagen de la justicia, en mayúsculas, española. Buena imagen que, por otra parte, parece que no necesita para nada y además parece que no molesta, la mala imagen, demasiado a nadie.

Bueno, eso ahora mismo no está tan claro porque que les enmienden la sentencia en Europa, aunque sea en diferido, empieza a molestar un poco a más de un representante de la justicia española. Más allá de la típica españolada “de cómo se atreven estos a meterse con el reino de España” y de otras bravuconadas por el estilo, no sólo, y eso es muy importante, de Vox. Pero en todo caso, la imagen es lo de menos; no lo es sin embargo, el fondo que indica.

Hacer apuestas sobre fechas de juicios importantes no tiene ningún problema, sí que lo tiene que los magistrados anuncien fechas o programen y contraprogramen fechas en función de la escena política. Y eso se ha convertido en tan normal en España que nadie, o en todo caso muy pocas y muy pocos, lo consideran inadmisible. Yo sí.

¿Que no habíamos quedado en que los jueces son independientes y que no se dejan influenciar por la política y, por lo tanto, en ningún caso planifican o planean una fecha para ningún tema judicial en ese sentido?

Cómo es posible que cuando se discute sobre la probabilidad de las fechas se dé por plenamente normal argumentar si conviene o no una fecha por elecciones, por festividades, porque se acaba el plazo de la prisión provisional... ¿Que no habíamos quedado en que los jueces son independientes y que no se dejan influenciar por la política y, por lo tanto, en ningún caso planifican o planean una fecha para ningún tema judicial en ese sentido? Sólo planifican por cuestiones de trabajo hecho, o posibilidad de hacerlo, y calendario profesional. Cómo es que ninguna apuesta de los expertos o pseudoexpertos y expertas en estos temas hablan del número de folios que han de leer, de los vídeos que tienen que visionar ―recordad que dijeron que lo harían en privado― o de lo que cuesta redactar bien un texto como el que se les pide. Por no hablar de las discusiones que presumiblemente, o no, se producirán.

Cómo es posible en un país democrático que se enfada cuando se le tilda de no serlo no ve problema cuando esta realidad que acabo de describir no es una suposición, sino que miembros destacados del poder judicial lo postulan con determinación: no haremos, o no pondremos, o no sentenciaremos en una u otra fecha porque hay elecciones. Qué fuerte es eso, pero lo es más todavía que se considere que han de actuar así o que pueden actuar así. Siempre que dicen "no queremos que una causa judicial interfiera en las elecciones", quieren decir que no quieren que influya de una determinada manera y, por lo tanto, claramente también, están influyendo en el sentido que les conviene o interesa. Eso no es justicia, es política. Juegan a hacer política descaradamente, ¿dónde queda, pues, la supuesta separación de poderes? ¿Cómo es que en este país democrático no tienen ni que disimular? Entonces, ¿España, qué es? Yo ya lo sé, no necesito que me lo digan los libros de historia 10 años más tarde.