Quizás a alguien le habrá parecido raro que hermane en el título a estos dos personajes de la política española, pero me da la impresión de que son un buen resumen del perfil de los políticos actuales; no todas y todos, cierto, pero vaya... Y no lo digo porque echo de menos, tanto en el uno como en el otro, aquello del "sobradamente preparados", sino porque han basado su carrera profesional en la adaptabilidad a los tiempos.

Evidentemente hablo de políticos con cargo, iba a poner con éxito, pero no es exactamente lo mismo. Iceta, intrapartido, Cantó, interpartido, pero en ambos casos con una trayectoria definida por la misma ambición: estar, a toda costa. Son maestros de ir de un sitio a otro sin necesidad ni de justificar incoherencias o cambios de rumbo, sencillamente haciendo teatro. En un caso, el de Iceta, musical y, en el otro, no lo sabría definir.

La virtud de Cantó —no habría pensado nunca que hablaría de él en estos términos, y que quede claro que siguen sin ser elogiosos— es que ha mostrado más coherencia de ideas y de discurso que Iceta. De hecho, esta ha sido su excusa para ir llamando a la puerta de diferentes partidos; eso sí, siempre en coincidencia con el hundimiento del barco en el que iba. Le ha salido bien, sin embargo, porque incluso le han hecho un cargo a medida; no es nuevo, pero nunca había sido tan evidente, ni había tenido —desde mi perspectiva— un nombre tan elocuente, tan bien encontrado. La Comunidad de Madrid, es decir Díaz Ayuso, lo ha nombrado director de área de la Oficina del Español.

A Iceta y a Cantó los define como personajes públicos vivir de la política, y al mismo tiempo su trayectoria define la política española del siglo XXI

En algún momento tendrán que trabajar juntos. Me gustaría verlo por un agujero, sin cámaras, sólo realpolitik. Esta semana es noticia Miquel Iceta porque en la remodelación del gobierno de Pedro Sánchez de antes de vacaciones —como en los programas de la tele— ha pasado de ministro de Política Territorial y Función Pública a ministro de Cultura y Deportes. No sé si tiene alguna significación, positiva o no, que en ambos casos tenga doble titulación.

A Iceta y a Cantó los define como personajes públicos vivir de la política, y al mismo tiempo su trayectoria define la política española del siglo XXI. Aunque ninguno de los dos, en ningún caso, lo explicarán así —si me equivoco, ya me perdonarán, o no—, pero tanta flexibilidad en nombre del servicio a España no parece heroica o un sacrificio, sino sencillamente oportuna, y acomodaticia.

El último nombramiento, el de Iceta, ha levantado bastantes voces de crítica por la falta de méritos en su currículum que puedan ser una garantía, o cuando menos adecuados, al cargo. Pero, ciertamente, ni es el primero ni el último que está ahí sin credenciales que lo avalen.

De hecho, ahora que en la universidad también evaluamos capacidades, tengo que decir que me parece que Iceta aporta muchas, no diré que buenas, y lo ha demostrado en el discurso de aceptación del cargo. Sabe qué es la política y sabe cómo moverse en el sistema adaptando el discurso al público que tiene delante, y por lo tanto, ya hay muchos y muchas, más en el sector de la cultura que tiene una bandera predefinida, que aplauden el nombramiento y lo hacen bueno ante los precedentes. Cosa, tampoco, no muy difícil. Ahora, de aquí a trabajar para que la cultura y el deporte mejoren, dependerá de lo que eso tenga que significar. No sólo lo digo porque son tiempos de más urgencia que en épocas recientes y con peores consecuencias directas inmediatas que antes, sino porque es el peor de los momentos, aunque siempre lo es, para tener un ministro que sólo trabaja para mantenerse en el poder, y a poder ser, obtener más.